20 dic 2024
César Aira - El reverso de las nubes
«Desde siempre los hombres han encontrado formas reconocibles en las nubes, figuras aproximadas, aunque el que las reconocía no siempre hallaba consenso en los demás, y si quería que compartieran su visión debía describirla señalando con el dedo: eso es la cabeza, por ahí sigue el cuerpo, ésa es la cola… ¿no lo ven? Un Cocodrilo. Y los otros, lejos de mostrarse convencidos: no, es un barco. O: es una taza de té con un platito. Es un hombre, un Hércules con la maza. Es un zapato. Podía ser cualquier cosa. La realidad siempre es figurativa, desciende de las nubes, se derrama sobre el mundo como el sueño se derrama sobre la vigilia. Es una nube. Es el bello ser flotante que no tiene prisa, el fantasma de todo lo demás, la cosa que no es una cosa, hecha de ilusión. En su lentitud, es el instante. El registro sublime de la pérdida de tiempo.
»Lo que nadie sabía era que estaban viendo el reverso de las formas de las nubes. Del lado de arriba, invisible desde tierra, estaban las verdaderas figuras que formaban, y con ellas no había dudas ni discusiones porque su acabado era perfecto, hasta el menor detalle. Si era un cocodrilo, cada escama de su cuerpo terrible, y cada diente visible en la boca entreabierta. Si un galeón, su mascarón de proa, el castillo de popa, las velas hinchadas. ¿Un bebé durmiendo? Las formas divinamente redondeadas de sus pequeños miembros, las manitos regordetas, y hasta la sensación de paz que sólo a esa tierna edad se le concede al hombre. Y no se quedaba ahí: un gran nubarrón, de los que cubren todo el cielo, informe y oscuro, del lado de arriba es una ciudad blanquísima completa con sus casas, iglesias, plazas con palmeras, calles y monumentos. Todo en el blanco más brillante, el rayo del Sol sin obstáculos encendiendo cada diminuta gota de vapor, un mármol impalpable. Un perrito de un kilómetro de largo. Un piano que nunca sonará. Un soldado que no matará a nadie.
»Lo que se veía desde tierra era la espalda sin desbastar de esas maravillas, como si el artista divino hubiera tomado su material por el lado luminoso y hubiera dejado el otro lado como estaba. No pensó en el público que podía admirar su maestría, como el verdadero artista que honra a su arte sin buscar el aplauso o la recompensa. Salvo que ese artista no existía, con lo que el corolario sería que el artista verdadero no existe. El artista existente siempre tiene algo de falso artista en la aleación que lo constituye".
»En cuanto a los hombres, los que alzaban la vista al cielo y descubrían formas aproximativas en las nubes, deformes, informes, creían que ahí tenían toda la poesía y la belleza que podía ofrecerles la Naturaleza. Se conformaban, por ignorancia, y las encontraban bellas, inspiradoras, hasta maravillosas.
En El jardinero, el escultor y el fugitivo
19 dic 2024
Juan José Saer - El tiempo está hecho de palabras...
El tiempo está hecho de palabras, y de palabras
es, continuo, el rumor de la sangre. Verbal el árbol
que, a cada octubre verbal, para hombres maravillados, resplandece.
Va dando, repetitiva, voces la piedra. Y son palabras
la muerte, mi muerte, el día transparente.
El aire proferido
(1982)
En Borradores inéditos - 03 (Poemas)
18 dic 2024
Alberto Girri - Fáustico
Al cerrar el libro
la consabida reminiscencia:
¡darse a una
Noche de Walpurgis propia!
beldades que maliciosamente
se le acercan, cortejan, excitan,
rozándole los hombros,
tocándole los talones,
Lamias semidesnudas
yéndose de entre sus dedos,
transformadas en viejas escobas,
polvorientos hongos,
deformes y delgados tirsos,
piñas por cabezas.
Trivial,
¡querer de ese desfile, gozo
asistido por el cinismo y la furia,
una dádiva para su mortalidad de lector,
mudable e inmutable,
como nube y como esfinge!
Pero no trivial
su obstinación, que a fuerza
de recorrerla la letra se le doblegue,
la mente no quiera ya disuadir,
visibles y familiares
las marcas de un pie equino sobre la mesa.
En Lírica de percepciones, 1983
17 dic 2024
Boris Pasternak - Ruptura 9
Habrá un piano, lamiéndose la espuma de los labios,
que vibra; y te arrebata, te arranca esta locura.
—Mi amor —dirás entonces. —No —gritaré yo—, ¡nunca,
delante de la música!: ¿cómo estar más cercanos
que en penumbra arrojando, con todos los matices,
los acordes al fuego, por años, como diarios?
¡Divino entendimiento! Bastará un gesto vago,
di que sí, y ya verás qué sorpresa, ¡eres libre!
Marcha, no tengas miedo. Que nada te retenga.
Ve hacia el mundo, hacia otros. No escribiré otro Werther,
Pero hoy día también el aire huele a muerte:
y abrir una ventana… es abrirse las venas.
1919
En Días únicos
Traducción: José Mateo & Xènia Dyakonova
15 dic 2024
14 dic 2024
Anna Ajmátova - Réquiem (fragmentos)
A modo de introducción
En los terribles años de la yezhovzbina pasé diecisiete meses en las filas frente a las cárceles de Leningrado. Un día, alguien me reconoció. Entonces, una mujer de labios morados que ocupaba su lugar detrás de mí y que, por supuesto, jamás había escuchado mi nombre, pareció despertar del letargo en el que permanecíamos sumidas y me preguntó al oído (porque allí todos hablaban en voz muy baja):
—¿Y usted podría describir esto?
Yo repuse:
—Sí, puedo.
Entonces una especie de sonrisa se deslizó por lo que alguna vez había sido su rostro.
Leningrado, 1 de abril de 1957
Esto sucedió en tiempos en que sólo los muertos sonreían,
alegres por haber hallado al fin reposo,
y como un apéndice inútil, Leningrado colgaba
del portón de sus cárceles, mecido por el viento.
En tiempos en que, enloquecidos de dolor,
desfilaban al paso columnas de condenados
mientras las locomotoras lanzaban al aire
su breve canción de despedida…
Estrellas de muerte planeaban en lo alto,
y la inocente Rusia se retorcía
bajo las botas ensangrentadas,
y bajo las ruedas de los furgones celulares.
1
Te llevaron al amanecer,
fui tras de ti como quien despide un cadáver.
Lloraban los niños en la estancia oscura
y humeaba la vela bajo el icono.
No podré olvidar el frío de tus labios
y el sudor mortal en tu frente.
Como la mujer de los strelzi
aullaré a los pies del Kremlin.
1935
2
Fluye sereno el apacible Don,
entra en la casa una luna amarilla.
Entra alegre, con la gorra ladeada,
la luna, y ve una sombra.
Esta mujer padece de tristeza,
esta mujer se siente sola.
Su esposo yace en la tumba,
y su hijo está en la prisión. Recen por ella.
3
No, no soy yo, es otra la que sufre,
yo no podría sufrir tanto. Dejen
que un negro manto cubra lo ocurrido,
y que retiren las linternas…
Cae la noche.
4
Si a ti, la joven frívola y sarcástica,
la niña mimada de todos sus amigos,
la alegre pecadora del Tsárskoye Seló,
te hubieran dicho cuánto
habrías de sufrir en esta vida:
cómo, la número trescientos, esperarías
con tu hatillo a los pies de Las Cruces;
y cómo tu lágrima ardiente quemaría
de parte a parte el hielo de año nuevo…
En el patio de la cárcel se mece un álamo,
nada se escucha, ni un solo murmullo. ¿Cuántas vidas
inocentes no se estarán consumiendo allí?
5
Hace diecisiete meses que grito
llamándote a casa.
Me he arrojado a los pies del verdugo,
por ti, hijo mío, horror mío.
Todo ha perdido sus contornos,
y ya soy incapaz de distinguir
a la fiera del hombre, al hombre de la fiera,
ni sé cuántos días faltan para la ejecución.
Me encuentro sola, rodeada de flores
polvorientas, del tintinear del incensario,
y de huellas que no conducen a ninguna parte.
Mientras me mira fijamente a los ojos
anunciándome la próxima muerte,
una estrella inmensa.
6
Ligeras vuelan las semanas,
y aún no sé cómo pudo ocurrir,
cómo, hijo mío, en la cárcel
las blancas noches te miraban,
como hoy vuelven a mirarte
con ojos de halcón afiebrado;
mientras te hablan de tu alta cruz
y de la muerte.
1939
7
La sentencia
Y cayó la palabra de piedra
sobre mi pecho, aún con vida.
No es nada, siempre supe que así sería,
sabré enfrentarlo de la mejor manera.
Son muchas las cosas que aún debo hacer:
acabar de matar la memoria,
procurar que mi alma se vuelva de piedra,
y aprender de nuevo a vivir.
Y si no… El cálido susurro del verano
semeja una fiesta bajo mi ventana.
Hace tiempo ya lo había presentido:
este diáfano día y esta casa vacía.
Verano de 1939
8
A la muerte
Ya sé que vendrás, ¿por qué mejor no ahora?
Espero tu llegada mientras llora mi alma.
Apagué la luz y abrí de par en par la puerta
para que pudieras entrar, tú, tan simple y tan extraña.
Asume para esto el aspecto que quieras,
irrumpe como un proyectil envenenado,
o golpea silenciosa, como un bandido experto,
o mátame con el veneno del delirante tifus.
O llega con ese cuento, que tú misma inventaste
y que ya todos conocemos hasta la náusea —
en ese que descubro la gorra azul del gendarme
y detrás al conserje, pálido de muerte.
Hoy ya me da igual. Sobre el Yenisei se arremolina
la niebla. Fulgura imponente la estrella polar.
Y el más cruel de los espantos nubla
el brillo azul de los ojos que amo.
Casa de la Fontanka, 19 de agosto de 1932.
En Réquiem y otros escritos
José Manuel Prieto González
13 dic 2024
Franz Kafka - Madre
Ayer se me ocurrió que la razón por la que no he amado a mi madre todo lo que ella merecía radica en que la lengua alemana me lo ha impedido. La madre judía no es una «Mutter», la designación con este vocablo la dota de cierta extrañeza (…). Le damos a una mujer judía el nombre de madre (mutter) alemana, pero olvidamos la contradicción que encierra, contradicción que con tanta mayor profundidad penetra en el sentimiento. «Mutter» es para los judíos demasiado alemán, contiene inconscientemente junto al brillo cristiano también su frialdad. La mujer judía denominada «Mutter» no sólo se torna extraña, sino también extranjera. «Mama» sería un mejor nombre, siempre y cuando no se imaginase detrás «Mutter». Creo que sólo los recuerdos del ghetto mantienen a la familia judía, pues tampoco la palabra «Vater» coincide con el padre judío.
En Diarios
12 dic 2024
Elizabeth Azcona Cranwell - Si el espacio es distancia
Quizá porque era invierno entonces
con persistencia de hojas concluidas
invierno no elegido
apenas un lugar para partir el vino
y entender esa zona baldía
entre el vértigo y toda permanencia.
Cualquier forma de hablar nos fue lejana
porque siempre ignoré tu despertar
caído desde un sueño mutable
tu despertar tan nuevo en la memoria
como es nuevo el amar
y otro el murmullo de la nieve
ahora que otra vez es invierno
en un pronto país desconocido
y hemos quedado a espaldas del amor.
Quizá porque mis manos son de muro
y me apartan de ti
manos libres que nunca quisieron apresarte
acaso aquel furor huyó
por la pared de vidrio entre mis dedos.
10 dic 2024
Leónidas Lamborghini – El monólogo de la marioneta
I
—Detrás de la puerta
de uno: toc:
los dos que es
uno: toc: en la
madera
de la puerta de
uno
lo mad de uno:
lo mad que le sucede
a uno: dos. lo
mad de lo que sucede
en uno: toc: la
madera: la
transformación no
sucedida: la
transformación
no
transformada: toc:
lo que va y viene
entre los dos
que es uno. o que
es lo que
sucede en uno
entre los dos
que es uno: toco lo
uno de lo otro
o lo otro
de lo uno
lo que va de
lo uno a
lo otro y
viene
de lo otro a
lo uno. lo
uno que es
lo otro
de uno en
lo uno de
lo otro
de uno. lo
de uno
que es de lo otro. lo
de lo otro
que es
lo de uno
cuando se es
uno
en lo otro
de uno
o uno que es dos
o
son dos. lo
dos
que es uno o
son uno
cuando toc: tocan
en la puerta
de uno
en lo mad de uno:
la transformación
no
sucedida. detrás
de la puerta
de uno
el quien de uno
o el quien del quien
de uno
en lo quien de uno
en lo quien
que es uno: dos. lo
que sucede
a quien
en lo detrás
de uno.
II
—Detrás de la puerta
de uno
la habitación
de uno: lo
que habita en
uno: dos
en uno. detrás
de la puerta
de uno
la
de uno:
lo quien plantado
lo quien
que orea
en la uerta
de uno: lo quien y
lo no quien
lo que va y
viene. lo que
sucede
detrás de la puerta
de uno
cuando: toc: tocan
en la puerta
de la uerta
de uno: lo mad
plantado: la
transformación de
la madera no
transformada en
uno: lo mad
que orea. lo trans
de la madera en
lo no
trans de
la madera.
III
—Detrás
de lo mad
de uno que es
dos
el espejo
en
la habitación
de uno.
detrás de la puerta
de uno
en la uerta
del quien
del quien que
orea. el
espejo de lo
mad de uno: lo
que asoma
de uno: lo que
va y viene
del espejo a uno
que es
lo otro
de uno
que habita en
uno. lo otro
que habita en
el espejo:
toc: lo que asoma
detrás
de lo que
asoma
de uno.
IV
—En la habitación
de lo que
habita en uno
los hilos
que tiran
de uno. los
hilos que tiran
del otro
que es
uno. los
hilos
que tiran de
lo uno y
de lo otro
que está
en uno o
de lo otro que
está
en lo uno
que es uno: dos. el
toc
del hilo
de uno
que tira
del otro
que es uno. el toc
del hilo
del otro que tira
del uno
que es
el otro.
V
—lo mad
de lo que asoma
en el sueño
de uno
que es el sueño
del otro
en uno. el uno
de uno
que se sueña
en el otro
de uno. lo que
lo sueña
a uno: la
madera
de uno: el sueño
de la madera
en
lo mad
de uno
que sueña a otro
que es
uno
en dos: lo mad y
lo no mad. el
sueño
en el sueño del
sueño. el sueño
en el no sueño
del sueño.
detrás de la puerta
de uno
en la uerta
de uno
el sueño de quien
que orea
plantado en el
sueño
de uno
que es dos.
lo que
sucede
en el sueño
que no
sucede en
el no sueño. la
transformación
no sucedida
que va y
viene
del sueño al
no
sueño: del
quien
del sueño al
sueño
del no quien
plantado.
del no quien
que orea
en el sueño
del
quien plantado.
VI
—En la habitación
de uno
el drama
de uno: la culpa
de uno. el cuchillo
de uno
en la madera
de lo mad
de uno
cuando toc tocan
en la
puerta de uno:
el drama
de uno
que es el drama
del otro
en uno: el cuchillo: lo
que une:
el cuchillo
de la culpa de uno:
lo que une a
uno:
lo que une a
une.
En Episodios
8 dic 2024
Margaret Atwood - Siempre fuimos dos...
7 dic 2024
George Steiner - Vestigios de lo informe
En el corazón de la forma se encuentra una tristeza, una huella de la pérdida. La talla es la muerte de la piedra. Dicho de forma más compleja: la forma ha dejado una «fractura» en el potencial del no-ser, ha disminuido el repertorio de lo que podría haber sido (de lo que podría haber sido más verdadero si empleara exhaustivamente sus posibilidades). Del mismo modo, y de forma más difícil de expresar, el gran arte y la literatura, más aún la música, nos llevan hacia los vestigios de lo informe, a la inocencia de sus orígenes y de su material bruto. La persistencia del abismo —el castellano permite el epíteto abisal— es vitalmente ambigua. Aparece la amenaza de la deconstrucción, pero al mismo tiempo la impresión de una gran calma, de una marea cuyo reflujo borrará los efectos de la separación, de la violencia inherente al hacer.
En Gramáticas de la creación
6 dic 2024
4 dic 2024
Walter Benjamin - El juego
3 dic 2024
Virginia Woolf - Lunes o martes
2 dic 2024
Final chejoviano de Chéjov
Cuenta Gorki en sus memorias que cuando Chéjov muere en Badenweiler, un balneario alemán al que había ido en procura de alivio a la tuberculosis, su cuerpo es enviado a Moscú en tren, en un vagón de ostras congeladas. Al llegar a la estación, una banda de música empieza a tocar ante su féretro en medio de una muchedumbre. Se trata de un malentendido. En el mismo tren viene también el féretro de un general que es el destinatario del homenaje. Una vez aclarada la confusión, quedan los pocos que habían ido a esperar a Chéjov, entre los que se encuentra el propio Gorki.
Dice Gorki: "Recuerdo que en el cortejo había dos abogados moscovitas que parecían unos novios, con sus botas nuevas y sus corbatas de vivos colores. Al marchar detrás de ellos, oí que uno hablaba de la inteligencia de los perros, mientras que el otro describía las cualidades de su casa de campo y las hermosas vistas que la rodeaban. Una mujer, con traje malva y sombrilla de encaje, decía excitada a un viejo: ¡Qué simpático era, qué ingenioso! El viejo carraspeó escépticamente varias veces".
Imagen: Chéjov y Gorki