29 nov 2019
Ernesto Tancovich - Ariadna
Han transcurrido dos jornadas sin noticias. Sola, ante la boca del laberinto, ve caer la tercera noche. Ya no espera. Decidida, sigue la intrincada senda hasta el final del hilo. Allí está él, sombra entre sombras. “Estuve pensando”, le oye decir. “Muerta la bestia, este podrá ser nuestro lugar”. La voz suena extraña. Las manos suben a explorar el rostro. La enorme mandíbula, los belfos resoplantes, la cornamenta.
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