25 sept 2020
Lin Yutang – De las flores
LOS "JARRONES DE FLORES' DE YÜAN CHUNGLANG
Probablemente el mejor tratado sobre la forma de arreglar flores fue el que escribió Yüan Chunglang, uno de mis autores favoritos por otros motivos, que vivió a fines del siglo XVI. Su libro sobre el arreglo de flores en jarrones, llamado P'ingshih, es altamente considerado en el Japón, y se sabe que hay una Escuela Yüan de arreglo de las flores. Este autor comenzó su prefacio señalando que como las colinas y el agua y las flores y los bambúes están afortunadamente fuera del alcance de quienes luchan por la fama y el poder, y además, como las gentes ocupadas en sus empresas no tienen tiempo para gozar de las colinas y el agua y las flores y bambúes, el estudioso que se recluye puede aprovechar esta oportunidad y monopolizar ese goce para sí. Explicaba, no obstante, que no debe considerarse jamás como normal el goce de los jarrones de flores, sino a la sumo solamente como un sustituto temporal para la gente que vive en las ciudades, y su goce no debe hacernos olvidar la felicidad mayor, el goce de las colinas y de los lagos.
Partiendo de la consideración de que es preciso tener cuidado cuando se admiten flores como adorno en el estudio, y que es mejor no tener flores que admitir variedades promiscuas, seguía describiendo los diversos tipos de jarrones de bronce y porcelana que se debían emplear. Se distinguen dos tipos. Quienes son ricos y poseen antiguos vasos de bronce de la dinastía Han y disponen de grandes salones, deben tener flores grandes y ramas muy altas, puestas en jarrones enormes.
En cambio, los sabios deben tener ramas de flores más pequeñas, con jarrones menores, que también deben ser cuidadosamente elegidos. Las únicas excepciones que se permiten son la peonía y el loto que, por ser flores grandes, deben colocarse en vasos grandes.
Cuando se colocan flores en los jarrones:
Uno debe evitar que sean demasiado profusas o demasiado magras. A lo sumo, se pueden colocar en un jarrón dos o tres variedades, y sus alturas relativas y su arreglo deben tender a la composición de un buen cuadro. Al colocar floreros, se debe evitar su colocación en pares, o uniformes, o en una recta fila. También se debe evitar la costumbre de atar flores con cordel. Porque la nitidez de las flores reside exactamente en su irregularidad y en la naturaleza de su manera, como la prosa de Su Tungp'o, que fluye o se detiene según le place, o como los poemas de Li Po, que no van necesariamente en pareados. Esto es verdadera nitidez. ¿Cómo se puede hablar de nitidez cuando las ramas y las hojas solamente hacen juego una con otra y se mezcla el rojo con el blanco? Esto semeja los árboles en el patio de un funcionario provincial de menor cuantía o las puertas de piedra que conducen a una tumba.
Al elegir y quebrar las ramas, debe uno elegir las gráciles y exquisitas y no ponerlas juntas en gran número. Se debe usar solamente una clase de flores, a lo sumo dos, y las dos deben ser arregladas de tal modo que parezcan salir de una sola rama. . . Generalmente las flores deben hacer juego con los jarrones, y pueden ser cuatro o cinco pulgadas más altas que el jarrón mismo. Para un recipiente de dos pies de altura, ancho en el centro y en el fondo, las flores deben tener dos pies y seis o siete pulgadas desde la boca del vaso. . . Si el jarrón es alto y delgado, se debe disponer de dos ramas, una larga y una corta, y tal vez curvadas, y en este caso es mejor que las flores sean unas pocas pulgadas más cortas que el vaso mismo. Lo que más se ha de evitar es que las flores sean demasiado delgadas para 'el jarrón. También se debe evitar la profusión, como, por ejemplo, cuando se atan las flores juntas como un manojo, carentes de todo encanto. Al poner flores en jarrones pequeños, se debe dejar que las flores salgan dos pulgadas más cortas que el cuerpo del jarrón. Por ejemplo, un vaso estrecho de ocho pulgadas de altura debe tener flores de sólo seis o siete pulgadas. Pero si los vasos son de aspecto robusto, las flores pueden ser dos pulgadas más largas que ellos.
La habitación en que se colocan las flores debe contener una sola mesa y un lecho de cañas. La mesa debe ser ancha y gruesa, y de fina madera, y de pulida superficie. Se deben eliminar todas las mesas de laca con márgenes adornados, los divanes dorados y los pedestales con dibujos florales coloreados.
Con respecto al "baño" de las flores, o sea a su riego, el autor demuestra una amante visión de los modos y sentimientos de las mismas flores:
Porque las flores tienen sus temperamentos de felicidad y de pena, y sus horas para dormir. Si se baña a las flores en su mañana y su atardecer, a la hora debida, el agua es para ellas como una buena lluvia. Un día de nubes ligeras y sol suave, y el atardecer y la luna hermosa, constituyen la mañana para las flores. Una fuerte tormenta, una lluvia torrencial, un sol ardoroso y el frío intenso, son su atardecer. Cuando se entibian al sol y sus cuerpos delicados están protegidos del viento, las flores tienen temperamento feliz. Cuando parecen ebrias o quietas y fatigadas y cuando el día está brumoso, las flores tienen el temperamento pesaroso. Cuando sus ramas se inclinan y descansan a un lado como incapaces de mantenerse erguidas, es porque las flores sueñan dormidas. En su "mañana", se las debe colocar en un pabellón vacío o una casa grande; en su "noche", se las debe poner en una habitación pequeña o una cámara retraída; cuando están contentas han de sonreír y gritar y hacerse bromas una a otra; durante su sueño han de bajar las cortinas, y una vez que despiertan han de atender a su tocado. Todo esto se hace para complacer su naturaleza y regular sus horas de levantarse y acostarse. Bañar las flores en su "mañana" es lo mejor; bañarlas cuando están dormidas es lo segundo, y bañarlas cuando se sienten felices es lo último. En cuanto a bañarlas durante su "noche" o durante sus pesares, más bien parecería esto una forma de castigar a las flores.
La forma de bañar las flores consiste en emplear agua fresca y dulce de un manantial y derramarla gentilmente en pequeñas cantidades, como un breve chaparrón que despierta a un hombre ebrio, o como el suave rocío que solía penetrarles el cuerpo. Se debe evitar tocar las flores con las manos, o arrancarlas con los dedos, y esta tarea no puede ser confiada a sirvientes estúpidos o doncellas sucias. Las flores de ciruelo deben ser bañadas por sabios reclusos, el hait'ang por huéspedes encantadores, la peonía por jóvenes bellamente vestidas, la flor de granado por hermosas esclavas, la casia por niños inteligentes, el loto por fascinadoras concubinas, el crisantemo por personas notables que aman a los antiguos, y el ciruelo de invierno por un grácil monje. Por otra parte, las flores que se abren en la estación fría no deben ser bañadas, sino protegidas con una delgada gasa de seda.
Según Yüan, ciertas flores se acompañan por ciertas flores como si fueran sus menores o "mucamas" en un jarrón. Como las doncellas personales que atendían a una dama durante toda su vida eran una institución en la vieja China, se llegó a la noción de que las damas hermosas parecían perfectas cuando tenían al lado a sus bonitas doncellas, como accesorios necesarios. Tanto las damas como las doncellas debían ser hermosas, pero hay un je ne sais quoi que marca la distinción de la belleza entre la doncella y su ama. Las doncellas que no estaban en armonía con sus amas eran como establos que no hacen juego con la casa principal. Llevando la idea a las flores, Yüan vio que, como "doncellas" en su jarrón, las flores de ciruelo deben tener camelias, el hait'ang debe tener flores de manzano y lilas, la peonía debe tener rosas, la peonía albiflora debe tener margaritas y girasoles de Szechuen, la flor de granado debe tener mirtos rizados e hibiscus syriacus, el loto debe tener lirios blancos, la casia debe tener hibiscus mutabilis, el crisantemo debe tener "haif ang de otoño", y el ciruelo de invierno debe tener narcisos. Cada doncella es exquisita a su modo, y todas difieren en sus encantos voluptuosos o elegantes, como sus amos. No es que se pretendiera disminuir a estas flores-doncellas, pues eran comparables a las famosas doncellas de la historia: etéreo hasta lo más profundo el narciso, como Liang Yüch'ing, la doncella de la Hilandera en el cíelo; la camelia y la rosa frescas y juveniles como las doncellas Hsiangfeng y Chingwan de las familias Shih y Yang (de la Dinastía Chin) ; la flor de shuntan limpia y "romántica" como la doncella de la trágica monja-poetisa Yü Hsüanch'i; grácil la lila, fresco el lirio blanco, y tímido el "hait'ang de otoño", pero con el sabor de un poco de pedantería, como la doncella de Cheng K'anch'- eng (estudioso de la Dinastía Han y profuso comentador de clásicos confucianos).
Atenido a su idea central de que todo el que logre resultados notables en una línea, aunque sea en jugar al ajedrez, debe amarla hasta el punto de la locura, Yüan desenvuelve la misma idea con respecto al amor a las flores como pasatiempo:
He comprobado que las personas tediosas en su conversación, y poco atractivas al mirarles la cara, son las que no tienen pasatiempos. . . Cuando las personas de antaño que tenían debilidad por las flores oían decir que había alguna variedad notable, viajaban a través de altas montanas y hondas gargantas en busca de las flores, sin conciencia de la fatiga corporal, del frío amargo o el calor sofocante, de sus cuerpos llenos de barro y su tez resquebrajada. Cuando estaba por abrirse una flor, movían sus camas y sus almohadas para dormir bajo ellas, para mirar cómo pasaban las flores de la infancia a la madurez y finalmente caían y morían. O las plantaban de a miles en sus huertos para estudiar cómo variaban, o guardaban apenas unas pocas en sus cuartos para agotar su interés. Algunos podían decir qué tamaño tenían las flores con sólo oler sus hojas, y algunos podían decir, por las raíces, el color de las flores. Estas eran las personas que amaban verdaderamente a las flores y que en realidad tenían debilidad por ellas.
Con respecto al "goce" (o shang) de las flores, se ha señalado especialmente que: Gozarlas con el té es lo mejor; después, gozarlas con la conversación, y tercero, gozarlas con el vino. En cuanto a todas las formas de ruidoso comportamiento y de parloteo vulgar y común, son un insulto para el espíritu de las flores. Debería uno sentarse, quieto y callado como un tonto, antes que ofenderlas. Hay un lugar y un momento adecuados para el goce de las flores, y gozar de ellas sin respeto por las circunstancias debidas seria un sacrilegio. En la estación fría se debe gozar de las flores al comenzar una nevada, o cuando se ha despejado el cielo después de nevar, o durante la luna creciente, o en una habitación tibia. Se debe gozar de las flores en la estación templada (primavera) en un día claro o en un día levemente frío, en un salón hermoso. Las flores de verano deben ser gozadas después de la lluvia, en una brisa refrescante, a la sombra de árboles bellos, debajo de los bambúes, o en una terraza con estanque. Las flores de la estación fresca (otoño) deben ser gozadas bajo una luna fresca, al atardecer, al borde de un salón con piso de piedra, en el musgoso sendero de un jardín o en las vecindades de ásperas rocas rodeadas de viejas lianas. Si uno mira a las flores sin parar mientes en el viento y el sol y el lugar, o cuando vagan los pensamientos y no tienen relación con las flores, ¿qué diferencia hay entre ello y ver flores en casas de canciones y tabernas de vino?
Finalmente, Yüan expone las catorce condiciones "placenteras" para las flores, y las "veintitrés" condiciones vergonzosas o humillantes para las flores, que van a continuación:
CONDICIONES QUE COMPLACEN A LAS FLORES
Una ventana clara. Un cuarto limpio.
Trípodes antiguos.
Tinteros de piedra Sung.
"Ondas de pinos" y sonidos de río.
El amo que ama pasatiempos y poesía.
Un monje de visita que comprende el té.
Un natural de Chichow llega con vino.
Los huéspedes en el cuarto son exquisitos.
Muchas flores abiertas.
Ha llegado un amigo despreocupado.
Copiar libros sobre cultivo de flores.
La tetera canta muy tarde en la noche.
La esposa y las concubinas que corrigen historias de flores.
CONDICIONES HUMILLANTES PARA LAS PLORES
El dueño que recibe huéspedes constantemente.
Un sirviente estúpido que pone ramas de más y trastorna el arreglo.
Monjes ordinarios que hablan zen.
Perros que pelean ante la ventana.
Niños cantores de la Calleja de Lientsé.
Tonadas de Yiyang (Kiangsi).
Mujeres feas que recogen flores y se adornan los cabellos con ellas.
Discutir promociones y descensos oficiales de la gente.
Falsas expresiones de amor.
Poemas escritos por cortesía.
Flores en plena floración antes de que uno haya pagado sus deudas.
La familia que pide cuentas.
Escribir poemas consultando diccionarios de la rima.
Libros en mal estado que se dejan al descuido en cualquier parte.
Agentes de Fukien.
Pinturas espúreas de Kiangsu.
Excrementos de ratones y ratas.
Las huellas sucias que dejan los caracoles.
Sirvientes tendidos cerca de las flores.
Cuando se termina el vino después de haber empezado los juegos de vino.
Vecindad de una venta de vinos.
Un trozo de escritura con frases como el "purpúreo aire matinal" (común en las loas imperiales) sobre el escritorio.
DE FLORES Y MUJERES
Uno no debería ver cómo se agostan las flores, cómo se hunde la luna bajo el horizonte, o cómo mueren en su juventud las mujeres bellas.
Debe uno ver las flores cuando están en flor, después de plantarlas; la luna cuando es llena, después de esperarla; un libro cuando está terminado, después de empezar a escribirlo, y las mujeres bellas cuando están alegres y felices. De lo contrario, nuestro propósito es fallido.
Se debe mirar a las mujeres bellas en su arreglo matinal, después de que se han empolvado.
Hay caras que son feas pero a las que se puede mirar, y otras caras que no pueden ser miradas, aunque no son feas; hay escritos que son hermosos aunque no gramaticales, y hay otros escritos que son muy gramaticales, pero repugnantes. Esto es algo que no puedo explicar a personas superficiales.
Si uno ama lis flores con el mismo corazón que ama a las mujeres bellas, siente un especial encanto en ellas; si uno ama a las mujeres bellas con el mismo corazón que ama a las flores, siente una especial ternura y un afecto protector.
Las mujeres hermosas son mejores que las flores porque comprenden el lenguaje humano, y las flores son mejores que las mujeres hermosas porque irradian fragancia; pero si no se puede tener ambas cosas a la vez, se debe renunciar a las fragantes y tomar las que hablan.
Al poner flores en jarrones de color de hígado, se las debe arreglar de modo que el tamaño y la altura del jarrón hagan juego con los de las flores, y que hagan contraste con ellas el matiz y la profundidad de su color.
Casi todas las flores seductoras y hermosas no son fragantes, y son casi siempre mal formadas las flores que tienen capa tras capa de pétalos. ¡Ay, rara es una personalidad perfecta! Sólo el loto combina ambas cosas.
La flor de ciruelo hace que el hombre se sienta inteligente, la orquídea hace que el hombre se sienta recluido, el crisantemo hace que el hombre tenga el corazón sencillo, el loto hace contento al hombre, el haifang de primavera hace apasionado al hombre, la peonía hace caballeresco al hombre, el bambú y el bananero hacen encantador al hombre, el hait'ang de otoño hace gracioso al hombre, el pino hace que el hombre se sienta como un recluso, el wut'ung (sterculia platanifolia) hace limpio de corazón al hombre, y el sauce hace sentimental al hombre.
Si una belleza tiene cara de flor, voz de pájaro, alma de luna, expresión de sauce, encanto de un lago en otoño, huesos de jade y piel de nieve, y corazón de poesía, yo estaría perfectamente satisfecho. (¡Ya lo creo!, Lin Yutang)
Si no hay libros en este mundo, nada queda por decir, pero como los hay, es preciso leerlos; si no hay vino, nada queda por decir, pero como lo hay, es preciso beberlo; si no hay montañas famosas, nada queda por decir, pero como las hay, es preciso visitarlas; si no hay flores ni luna, nada queda por decir, pero como las hay, es preciso gozarlas y "jugarlas"; si no hay hombres de talento y mujeres hermosas, nada queda por decir, pero como los hay, es preciso amarlos y protegerlos.
La razón por la cual el espejo no llega a ser enemigo de las mujeres feas es que no tiene sentimientos; si los tuviera, se habría roto en pedazos.
Siente uno ternura hasta por una flor en maceta cuando la acaba de comprar; ¡cuánto más tierno ha de ser hacia una "flor que habla"!
Sin vino y poesía no tendría propósito la existencia de las colinas y el agua; sin la compañía de mujeres hermosas se desperdiciarían las flores y la luna. Los hombres de talento que son guapos a la vez, y las mujeres hermosas que a la vez saben escribir, no podrán vivir largo tiempo. Esto no es solamente porque los dioses tengan celos de ellos, sino porque este tipo de personas no es sólo el tesoro de una generación sino el tesoro de todas las edades, de modo que el Creador no quiere dejarlas demasiado tiempo en este mundo, por temor al sacrilegio.
En La importancia de vivir
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