Se me ocurrió, no sé por qué asociación de ideas o recuerdos, releer la Oda Marítima de Pessoa-Álvaro de Campos, poema que de joven tanto había admirado. Y me di cuenta de que quería releerla no por Pessoa sino por mí, para saber algo de mí. Estaba seguro de que iba a averiguar algo de mi pasado, de mi forma de leer y de pensar. Ahí debe de estar la diferencia entre leer y releer. Lo primero sirve para estar informado, para saber cómo escribe un autor, qué dice su libro; lo único que pone el lector es la crítica y el gusto, la evaluación, todo apuntado a lo que está fuera de él. En la relectura todo eso pasa a segundo plano, la mirada se vuelve hacia el lector, al juego de Pasado y Presente.
Una función inesperada de la lectura, como actividad juvenil (y justifica la voracidad de la lectura en la juventud): crear un repertorio lo más amplio y variado posible, donde ejercitar en el futuro la relectura introspectiva.
En Ideas diversas
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