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Javier Adúriz - El circo de las masas

Javier Adúriz - El circo de las masas


La tele es una fiesta, circo y arena de las masas.

No es casual, hay que abombar, cerrar los ojos

y por la raja del párpado absorber el estímulo,

mandatos de compra y venta de equilibrio social.

Con artes combinadas, exhiben lo que sea

para  mantener un orden delicado: que te dividas

y así reinar en el iris de la nada nula. Es fuerte

considerar que vivimos de acuerdo a estamentos

de consumo. Primer nivel, los usuarios compradores,

franja de la felicidad estúpida y compacta. Después,

como en Metrópolis, el escenario en sombra del abajo,

lo no visto y vivido por las multitudes, hombres

en racimo procurando su día sin poder entender.

Pero más abajo aún, los desechados. Los feos,

los enfermos, la discapacidad lacerante, lo inútil.


Una fiesta. El noticiero colorido de un programa pasó

el otro día, con narrador transido y música blandita,

lo asombroso: hubo que llevar una grúa a cierta casa

para rescatar a una obesa de su cama. Con claridad

se veía el bulto de algo que era sufriente. El error

de la naturaleza y aun así, con reflexión y ansia.

Adónde va esta cosa malograda de carne, adónde.

A quién le importa, si estamos fijos, subyugados

de tornasol local y siniestra exhibición publicitaria

dándole máquina a un afán, cuya norma es no saciar.

Qué hábiles y oscuros procesos se ponen al tablero

cuando vemos lo que vemos, distraídos de todo.

Un fascismo social, con otros gorros y entorchados,

es lo que vemos ahí. El abandono de nosotros mismos.

Sí, tal vez con apagar la tele, se venga al trote y pronto

      la revolución…

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