Hay gente que, sin pensarlo dos veces, lanza a los escritores, o al menos a los poetas, la pregunta: «¿Para quién escribe usted?». La pregunta es tonta, pero puede dársele una respuesta igualmente tonta. De vez en cuando me topo con un libro que se me figura que ha sido escrito especialmente para mí. Como un amante celoso, quiero que nadie más oiga hablar de él. Tener un millón de lectores así, desapercibidos unos de los otros; ser leído con pasión, evitando cualquier comentario es, sin duda, el sueño de todo escritor.
En El arte de leer


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