No hay en este mundo gentes menos dadas al llanto,
más altivas y a la vez más simples que nosotros.
1922
No la llevamos en escapularios sobre el pecho,
ni le componemos versos a lágrima viva.
Tampoco altera nuestro amargo sueño
ni la soñamos como un paraíso prometido.
En nuestra alma no la hacemos
objeto de compra y venta.
Enfermos, en la desgracia, viviendo en la indigencia
ni siquiera acude a nuestra mente.
Y sí, para nosotros es el lodo que nos cubre los chanclos,
sí, es también la arena que cruje en los dientes.
Y molemos, y aplastamos y hacemos pedazos
esa tierra en nada culpable.
Pero nos ponen a yacer en ella y también nosotros
nos volvemos tierra,
que por eso, con toda libertad, llamamos nuestra.
Leningrado, finales de 1961
Traducción: José Manuel Prieto González


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