Regresé a mi ciudad, conocida hasta las lágrimas,
hasta las venas, hasta las inflamadas glándulas de la infancia.
Regresaste aquí, pues traga, deprisa,
el aceite de hígado de bacalao de las farolas
fluviales de Leningrado.
Reconoce, deprisa, el día de diciembre,
en el que una siniestra brea se añadió a la yema.
Petersburgo, aún no deseo morir:
tú tienes los números de mis teléfonos.
Petersburgo, aún tengo direcciones
en las que hallaré las voces de los cadáveres.
Vivo en la escalera de servicio, y en mi sien
golpea el timbre que arrancaron de un tirón,
Toda la noche aguardo en vela la visita de seres queridos,
que haga rechinar el herraje de la cerradura de la puerta.
Diciembre de 1930
Traducción: Jesús García Gabaldón


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