6 feb 2024
Wallace Stevens - La relación entre poesía y pintura
Roger Fry concluye una nota sobre Claude [Lorrain] diciendo que «pocos de nosotros viven con tanta intensidad como para nunca sentir nostalgia de aquel reino saturnino al que Virgilio y Claude pueden llevarnos en volandas». En la misma nota habla de Corot y de Whistler y del paisaje chino, y está claro que bien podría haber hablado, a propósito de Claude, de otros muchos poetas, como por ejemplo Chénier o Wordsworth. Se trata simplemente de una analogía entre dos formas distintas de poesía. Tal vez fuese preferible decir que se trata de la identidad poética que se revela, por ejemplo, entre la poesía en palabras y la poesía en pintura.
No obstante, la poesía no se limita a los paisajes virgilianos, ni la pintura a Claude. Encontramos la poesía de la especie humana en las figuras de los ancianos de Shakespeare, digamos, y en los ancianos de Rembrandt; o bien en las figuras de las mujeres bíblicas, por una parte, y en las vírgenes de toda Europa, por la otra; y es fácil preguntarse si la poesía de los niños ha sido o no creada por la poesía del Niño, hasta que uno se para a pensar cuanta de la poesía del mundo entero es poesía de niños, tanto sobre cómo son los niños como sobre cómo se han descrito por escrito o en pintura, como si fuesen criaturas de una dimensión en la que la vida y la poesía se confundieran. La poesía de la humanidad, por supuesto, se encuentra en todas partes.
Hay una poesía universal que se refleja en todas las cosas. Esta observación se aproxima a la idea de Baudelaire de que existe una estética por averiguar y fundamental, o bien un orden del que la poesía y la pintura son manifestaciones, pero del que, en realidad, la escultura, la música o cualquier otra realización estética también son manifestaciones. Las generalizaciones tan amplias como ésta —que existe una poesía universal que se refleja en todas las cosas o que debe haber una estética fundamental de la que la poesía y la pintura constituyen manifestaciones emparentadas pero diferentes— son especulativas. Satisfacen más las concreciones.
A ningún poeta se le puede haber escapado cuán a menudo un detalle, un propos o comentario, relativo a un cuadro, se aplica asimismo a la poesía. La verdad es que parece existir un corpus de comentarios a propósito de la pintura, en su mayoría comentarios de los propios pintores, que son tan significativos para los poetas como para los pintores. Todos estos detalles, en la medida en que tienen sentido para los poetas lo mismo que para los pintores, son ejemplos específicos de relaciones entre la poesía y la pintura. Supongo, por lo tanto, que sería posible estudiar la poesía a través del estudio de la pintura o bien que se puede llegar a ser pintor después de haber llegado a ser poeta, por no hablar de desempeñar los dos oficios al mismo tiempo, con la economía del genio, como hizo Blake. Permítaseme ilustrar este punto del doble valor (y bien podría denominárselo el valor múltiple) de las palabras referidas a pintores que significan en la misma medida para los poetas porque, a fin de cuentas, son palabras sobre el arte.
La frase de Picasso de que un cuadro es una horda destructiva, ¿no dice también que un poema es una horda destructiva? Cuando Braque dice: «Los sentidos deforman, la mente forma», se dirige al poeta, al pintor, al músico y al escultor. Igual que los poetas pueden sentirse afectados por las palabras de los pintores, los pintores pueden sentirse afectados por las palabras de los poetas, y también pueden sentirse afectados ambos por palabras no dirigidas a ninguno de ellos.
En El ángel necesario. Ensayos sobre la realidad y la imaginación
Traducción: A. J. Desmonts
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