W. H. Auden - A través del espejo

20 ago 2019

W. H. Auden - A través del espejo

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W. H. Auden - A través del espejo


La Tierra ha girado, nuestro lado nota el frío,
y la vida se hunde ahogada en los huecos de los árboles,
algún corazón medroso deja de latir aquí y allá, asesinado,
el hielo en los estanques hechiza a los chicos del pueblo:
entre coronas de acebo y regalos envueltos me muevo,
viejos villancicos al piano, un hogar resplandeciente,
toda nuestra simpatía tradicional hacia el nacimiento,
reserva tu desafío a los vaivenes del amor.

Tu retrato cuelga en la pared ante mí,
y allí el paisaje que ansío encontraré,
boscoso o pedregoso, aunque ni todo
el talento del pintor puede ondular su lisura;
a través de cada iris azul saludar al cielo de los fracasos,
ese mundo especular donde la Lógica se invierte,
donde la edad se torna al cabo en el guapo muchacho,
la ola de vidrio escindida para los marineros de la región.

Allí aparecen los enormes humoristas, inspirados en la realidad:
mi padre como un terrier y un jardinero,
mi madre persiguiendo cartas con un cuchillo.
Tú no estás presente como personaje
(solo la familia tiene papeles con diálogo).
Tú eres un valle o un meandro,
aquel a quien una tía se refiere como un amigo,
el árbol desde el que parte la carrera de comadrejas.

A mi espalda ruge ese otro mundo con el que casa,
el reino diurno del amor que sin duda tú dominas,
su estado total donde todos deben llevar tus insignias,
mantener el orden perfecto como en una escuela naval.
Nobles emociones, organizadas y agrupadas,
se alinean en los senderos iluminados del recuerdo
para jalear tu imagen a su paso fugaz,
toda la lujuria delatada y al mismo tiempo suprimida.

El tuyo es el único nombre expresivo allí,
y el afecto familiar habla en código.
El trazado de hospital y calle y plaza
que consuela a sus niños nostálgicos,
mientras yo, su autor, permanezco entre estos sueños,
incapaz de escoger ninguno de ellos como hogar,
y aspiro a ser tu amante aunque nunca he acudido
a tus brazos en una gran cama a medianoche.

Sueños así son apasionados; desde luego que lo son:
pero nadie salvo yo es amado en ellos,
mientras el tiempo pasa volando sobre la cabeza del soñador,
pasa volando, volando, y con tu belleza vuela,
y el orgullo sucede a cada sucesivo estado,
capaz todavía de acaparar la vida que contiene,
de no autorizar libertad salvo la suya propia,
de ordenar los fuegos de artificio tras la derrota.

El lenguaje de la moderación no puede ocultar:
mi mar está vacío y sus olas son encrespadas;
ha desaparecido del mapa la costa donde jugara la infancia,
con los puños apretados como un palurdo, devorando el amor;
perdido en mi estela el archipiélago,
las islas del yo por las que navegué el día entero
plantando bandera de pirata, un chico generoso;
y perdido el rumbo en aras de la acción y de ti.

Perdido si gobierno. La tempestad y la marea podrían arrojar
marinero y nave más allá del arrecife ilusorio,
y aun así desembarco para celebrar contigo
el nacimiento del orden natural y el amor verdadero:
contigo disfruto de la escena intransfigurada,
mi padre en el jardín con sus polainas,
mi madre en el buró escribiendo cartas,
libres de entregarnos a nuestros favores, todos nuestros títulos sin efecto.

Diciembre de 1933

Traducción: Eduardo Iriarte

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