Todavía no ha hablado esa campana,
todavía
no se ha podido levantar
la mano con pudicia
para mover la cuerda
hacia arriba, hacia abajo.
Añoro su sonido, sufro por él,
me parece
que moriré sin escucharlo.
Puedo desde la silla,
desde el goce soltar
la mano hacia el destino
pero no, me detengo:
un día sonará como yo aspiro
y romperá el cuadrado
denso de la mañana.
Mientras tanto
mi mano tiembla como un árbol
y mi oído se afina hasta el dolor
por el sonido natural
de esa campana
que no ha sido tocada todavía.
En [Borradores ineditos 03] Poemas


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