Versión: Isaías Garde
Para nosotros, que desde el momento
en que somos arrojados al mundo
caemos en la confusión,
que rara vez sabemos con exactitud
lo que hacemos,
y que, en general, no queremos saberlo,
qué alegría es saber,
aún cuando no podamos verlos ni escucharlos,
que ustedes andan por ahí,
aunque muy pocos de ustedes
nos consideren dignos de ser observados,
a menos que nos acerquemos mucho.
Para ustedes todos los aromas son sagrados,
excepto nuestro olor y aquellos
que fabricamos.
Con cuánta prontitud y eficacia
ustedes ejecutan las políticas de la naturaleza
sin jamás
ser arrastrados a una conducta impropia,
salvo por alguna influencia
desafortunada del azar.
Dotados desde el nacimiento con buenos modales,
no se codean con pedantería,
no guiñan los ojos con descaro,
no miran por encima de sus narices
ni las meten en los asuntos
de otras criaturas.
Sus mismas habitaciones
son cómodas y reservadas,
no templos pretenciosos.
Desde luego, ustedes tienen que tomar alguna vidas
para preservar la propia, pero nunca
asesinan por el aplauso.
Comparados con los más voraces de ustedes,
qué poco aristocráticos
parecen nuestros nobles cazadores.
Exentos de impuestos,
ustedes nunca cayeron en la necesidad
de volverse letrados,
pero sus culturas orales
inspiraron a nuestros poetas a escribir
versos melodiosos,
y, aunque inconscientes de Dios,
sus cantos eucarísticos
son más sagrados que los nuestros.
Suele decirse que el instinto
los gobierna, yo hablaría
del sentido común.
Si bien ustedes no pueden engendrar
un genio como Mozart,
tampoco pueden
infectar la tierra
con imbéciles brillantes como Hegel
ni con astutos asquerosos como Hobbes.
¿Llegaremos alguna vez a ser adultos
tan pronto como ustedes?
Parece improbable.
De hecho, cualquier día apacible,
bien podríamos convertirnos
no en fósiles, sino en vapor.
Diferentes ahora,
al final nos uniremos a ustedes
(qué rápido se parecen todos los cadáveres),
pero ustedes no dan señales
de saber que están sentenciados.
¿Será por eso
que nosotros, los advenedizos, solemos
sentir celos de su inocencia,
pero nunca los envidiamos?
*****
Address to the Beasts
For us who, from the moment
we first are worlded
lapse into disarray,
who seldom know exactly
what we are up to,
and, as a rule, don’t want to,
what a joy to know,
even when we can’t see or hear you,
that you are around,
though very few of you
find us worth looking at,
unless we come too close.
To you all scents are sacred
except our smell and those
we manufacture.
How promptly and ably
you execute Nature’s policies
and are never
lured into misconduct
except by some unlucky
chance imprinting.
Endowed from birth with good manners
you wag no snobbish elbows,
don’t leer,
don’t look down your nostrils
nor poke them into another
creature’s business.
Your own habitations
are cosy and private, not
pretentious temples.
Of course, you have to take lives
to keep your own, but never
kill for applause.
Compared with even your greediest
how Non-U
our hunting gentry seem.
Exempt from taxation,
you have never felt the need
to become literate,
but your oral cultures
have inspired our poets to pen
dulcet verses,
and, though unconscious of God,
your Sung Eucharists are
more hallowed than ours.
Instinct is commonly said
to rule you; I would call it
Common Sense.
If you cannot engender
a genius like Mozart,
neither can you
plague the earth
with brilliant sillies like Hegel
or clever nasties like Hobbes.
Shall we ever become adulted
as you all soon do?
It seems unlikely.
Indeed, one balmy day,
we might well become,
not fossils, but vapour.
Distinct now,
in the end we shall join you
(how soon all corpses look alike),
but you exhibit no signs
of knowing that you are sentenced.
Now that could be why
we upstarts are often
jealous of your innocence
but never envious?
0 Comentarios