A Ayax
Con la pata del perro entre mi mano
dormí una aciaga siesta aquella tarde.
No había nadie y en el viento que arde
susurraba la fiel voz del verano,
mas sentí que la calma de mi perro
pasaba por mi brazo hasta mis ojos
volviendo en rosa los colores rojos,
en suaves plumas la cama de hierro,
y me dormí como si no existiera
otra felicidad que aquel momento,
otra persona que aquel perro atento
que dormía mi siesta en una estera.
En Lo amargo por dulce, 1962
Imagen: Aldo Sessa
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