Una traducción es o bien gramatical, o transformadora, o mítica. Traducciones míticas son traducciones en estilo supremo. Representan el carácter puro, consumado de la obra de arte individual. No nos dan la obra de arte real, sino el ideal de la misma. Aún no existe, según creo, una muestra total de ellas. En el espíritu de algunas críticas y descripciones de obras de arte se encuentran sin embargo huellas nítidas. Se necesita una cabeza en la que el espíritu poético y el espíritu filosófico se hayan compenetrado en toda su plenitud. La mitología griega es en parte una traducción semejante de una religión nacional. También la moderna madona es un mito semejante.
Traducciones gramaticales son las traducciones en el sentido acostumbrado. Requieren mucha erudición, pero sólo habilidades discursivas.
A las traducciones transformadoras, si han de ser genuinas, les corresponde el espíritu supremo, el espíritu poético. Rozan ligeramente el travestismo, como el Homero de Bürger en yambos, el Homero de Pope, las traducciones francesas en su totalidad. El verdadero traductor de esta clase debe ser en efecto el artista mismo y poder ofrecer a voluntad, de una u otra manera, la idea del todo. Debe ser el poeta del poeta y poder por tanto hacerlo hablar simultáneamente según su idea y la propia de aquel. En una relación semejante se encuentra el genio de la humanidad con cada hombre en particular.
No meramente libros, todo puede traducirse de estas tres maneras.
Selección de Analectas (1797-1798)
Traducción de Helena G. Quinteros
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