No digo nada, no pienso nada, se repetía sin despegar los labios el Dr. Pi mientras atravesaba la calle. Un ciervo azul y un helicóptero atrajeron brevemente su atención.
Empuñó su paraguas y dijo al fin en voz baja:
-Era necesario.
Una señora entrada en carnes y de mediana edad le advirtió:
-Cuidado, se le han desprendido los cordones de los zapatos.
Pi agradeció la advertencia y se anudó los cordones. Luego avanzó con paso firme hacia la encantadora de serpientes.
Ella le tendió los brazos y abandonó su puesto en el parque de atracciones.
-Sólo por unos momentos -dijo la encantadora.
-No hay más que momentos, unos pocos momentos -dijo Pi.
En Vida y memoria del doctor Pi y otros relatos
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