Evaristo Carriego - El alma del suburbio

28 abr 2024

Evaristo Carriego - El alma del suburbio

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Evaristo Carriego - El alma del suburbio

El gringo musicante ya desafina

en la suave habanera provocadora,

cuando se anuncia a voces, desde la esquina

«el boletín —famoso— de última hora».

Entre la algarabía del conventillo,

esquivando empujones pasa ligero,

pues trae noticias, uno que otro chiquillo

divulgando las nuevas del pregonero.

En medio de la rueda de los marchantes,

el heraldo gangoso vende sus hojas…

donde sangran los sueltos espeluznantes

de las acostumbradas crónicas rojas.

Las comadres del barrio, juntas, comentan

y hacen filosofía sobre el destino…

mientras los testarudos hombres intentan

defender al amante que fue asesino.

La cantina desborda de parroquianos,

y como las trucadas van empezarse,

la mugrienta baraja cruje en las manos

que dejaron las copas que han de jugarse.

Contestando las muchas insinuaciones

de los del grupo, el héroe del homicidio

de que fueron culpables las elecciones,

narra sus aventuras en el presidio.

En la calle, la buena gente derrocha

sus guarangos decires más lisonjeros,

porque al compás de un tango, que es «La Morocha»

lucen ágiles cortes dos orilleros.

La tísica de enfrente, que salió al ruido,

tiene toda la dulce melancolía

de aquel verso olvidado, pero querido,

que un payador galante le cantó un día.

La mujer del obrero, sucia y cansada,

remendando la ropa de su muchacho,

piensa, como otras veces, desconsolada,

que tal vez el marido vendrá borracho.

… Suenan las diez. No se oye ni un solo grito,

se apagaron las velas en las bohardillas,

y el barrio entero duerme como un bendito

sin negras opresiones de pesadillas.

Devuelven las oscuras calles desiertas

el taconeo tardo de las paseantes,

y dan la sinfonía de las alertas

en su ronda obligada los vigilantes.

Bohemios de rebeldes crías sarnosas,

ladran algunos perros sus serenatas,

que escuchan, tranquilas y desdeñosas,

desde su inaccesible balcón las gatas.

Soñoliento, con cara de taciturno

cruzando lentamente los arrabales,

allí va el gringo… ¡Pobre Chopin nocturno

de las costureritas sentimentales!

¡Allá va el gringo! ¡Como bestia paciente

que uncida a un viejo carro de la Harmonía

arrastrase en silencio, pesadamente,

el alma del suburbio, ruda y sombría!

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