El hambre es un objeto.
El ángel se ha metido en el cerebro.
El ángel del hambre no piensa. Piensa correctamente.
Él nunca falla.
Conoce mis límites y sabe su dirección.
Sabe mi procedencia y conoce su acción.
Lo sabía antes de encontrarme, y conoce mi futuro.
Está adherido como mercurio a todos los capilares. Un dulzor en el paladar. Ahí la presión atmosférica ha comprimido estómago y tórax. Miedo es demasiado.
Todo se ha vuelto ligero.
El ángel del hambre camina, por un lado, con un ojo abierto. Vacilante, describe círculos estrechos y se balancea en el columpio del aliento. Conoce la nostalgia en el cerebro y callejones sin salida en el aire.
Por otro, el ángel del hambre camina con el hambre abierta.
Se susurra y me susurra al oído: Donde se carga también se puede descargar. Está hecho de la misma carne a la que engaña. A la que habrá engañado.
Conoce el pan propio y el pan de mejilla y envía por delante a la liebre blanca.
Dice que volverá, pero se queda.
Cuando viene, lo hace con fuerza.
La claridad es meridiana:
1 palada = 1 gramo de pan.
El hambre es un objeto.
En Todo lo que tengo lo llevo conmigo
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