La lectura, el estudio, la asimilación de saberes, datos, ideas, ese “camino de perfección” intelectual, incesante, que uno lleva adelante porque sí, sin un objetivo práctico... se lo está haciendo en beneficio del joven que uno fue, para dotarlo de las virtudes y capacidades que tanto le habrían aprovechado entonces. ¡Y el triunfo sobre el tiempo! Porque eso que nos llevó cuarenta años saber o entender, sabiéndolo un chico de quince años le abriría magníficos horizontes de acción, de realizaciones, a su futuro, que es nuestro presente. Así el presente se enriquece, y esto no queda en un mero sueño diurno de “lo que podría haber sido”. El estudio, el comercio silencioso con los libros, que puede parecer seco y estéril, se llena de vida y de poesía, de la generosa realidad de la vida realmente vivida en la juventud, con la esperanza de la obra por venir.
En Continuación de ideas diversas
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