No era necesario mirar el cielo ni las ramas.
Aquí te vi, en la tierra pura, en la tierra desnuda.
Aquí te vi, espíritu primaveral, danzar o arder serenamente como la alegría sin nombre,
transparencia imposible de una dicha flotante sobre el polvo.
Aquí te vi, niña fantasmal de velos diáfanos, en el mediodía inexistente.
No era necesario mirar el cielo ni las ramas
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