Lucía de noche
su traje de dinosaurio,
el pasado recalaba con escamas y diente de fregona.
María, la salamandra del fango.
Justo sería saludar a su paso
la bella nada paleolítica
y tirarle como antaño el beso soplado en la palma.
No es sencillo ver a la belleza
consagrando su fealdad en la historia de los saurios.
De sombrilla (porque el sol también genera inventos)
la vemos salir de la ópera, ridícula y amando.
¿A quién adorará de los divos?
¿Un castrati puede ser su mago negro?
¿Un tenor de calcetín y fernet?
¿Por qué no una sopranina de la Italia en gira
o la gran madama del regisseur?
Sale de la ópera y pasea por Quintana,
¡Dios nos libre de la música popular!
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