17 mar 2020
Mario Bunge - Filosofía y Psicología
Algunos conceptos filosóficos que intervienen en la Psicología
Considérense las siguientes oraciones tomadas casi al azar. Déjese de lado la cuestión de si son verdaderas o falsas, y concéntrese la atención en los conceptos clave que figuran en ellas. De hecho, un análisis de la negación de los enunciados que siguen arrojaría el mismo resultado, a saber, que los psicólogos emplean conceptos filosóficos aun cuando no siempre lo adviertan.
1. Todos los procesos mentales son procesos neurofisiológicos.
2. Todos los vertebrados superiores son capaces de tener procesos mentales.
3. Todos los seres humanos son animales sociales y aprenden los unos de los otros.
4. Todas las funciones mentales cambian en el curso del desarrollo individual y de la evolución de las especies, al cambiar las conexiones neuronales.
5. Lejos de ser mutuamente independientes, las funciones mentales constituyen un sistema funcional.
6. La psicología contemporánea es una ciencia, si bien no es independiente ni madura.
7. La psicología clínica y la psiquiatría auténticas y eficaces se fundan en alguna medida sobre la investigación psicológica, del mismo modo que el charlatanismo psicoterapéutico o psiquiátrico se basan en psicologías seudocientíficas.
8. Los hallazgos de la investigación psicológica son trozos de conocimiento contrastable acerca de vertebrados superiores, en particular seres humanos.
9. Algunas teorías psicológicas comprenden conceptos borrosos, tales como los de inteligencia, conciencia, id (ello) y proyección.
10. El comportamiento humano satisface no sólo leyes naturales sino también ciertas normas o convenciones morales o legales, y actualiza ciertos valores.
Identifiquemos los términos filosóficos que figuran en las oraciones precedentes. Ante todo, los conceptos universales «todo» y «alguno», así como «o» e «y» (o la coma), se estudian en lógica. Lo mismo vale para «son» y para los conceptos de inferencia y de teoría. Ahora bien, lalógica es parte de la filosofía, así como de la matemática. Puesto que el psicólogo emplea conceptos lógicos, y puesto que la lógica es la única ciencia que no presupone a ninguna otra, la psicología presupone a la lógica. Esto no implica que todos los psicólogos siempre razonen correctamente. Sólo sugiere que si desean hacerlo, y si desean efectuar análisis lógicos correctos, deberían prestar alguna atención a la lógica.
Los conceptos «acerca de» (o «se refiere a») y «borroso» (referente a conceptos) pertenecen a la semántica, vecina de la lógica. Lo mismo se aplica a los conceptos de significado y verdad. El hecho de que estos conceptos y sus parientes se presenten con frecuencia en el discurso del psicólogo no implica que éste deba estudiar semántica, tanto más por cuanto no existe una teoría semántica generalmente aceptada. Sin embargo, debería tener en cuenta que todas las teorías psicológicas plantean algunos problemas semánticos. En particular, debería preguntarse si ciertas oraciones tienen sentido, si la verdad es alcanzable al menos en alguna medida (pese a los «posmodernos»), o si ciertas oraciones representan hechos o bien son definiciones, tautologías o fórmulas de la matemática pura.
Los conceptos de proceso, ley, sistema y evolución, que también figuran en nuestra lista, son muy generales: no son propiedad exclusiva de alguna ciencia especial. Otro tanto ocurre con los conceptos de espacio y tiempo, de causalidad y azar, de vida y mente, de comportamiento y sociedad. Estos y muchos otros conceptos se analizan y sistematizan en la ontología (o metafísica), una de las ramas más antiguas de la filosofía. Naturalmente, el psicólogo no tiene por qué convertirse en ontólogo profesional. Sin embargo, no le vendría mal aprender algo de ontología, por ejemplo, cuando se pregunte acerca de la diferencia entre cosa y función, realidad y apariencia, tiempo psicológico y tiempo físico, o causalidad y azar.
Los conceptos de conocimiento, ciencia, seudociencia, y contrastabilidad pertenecen a la gnoseología (o «teoría» del co-nocimiento), otra rama de la filosofía. Idem los de hipótesis, confirmación, error, inducción, racionalidad y límites del conocimiento. Puesto que tanto los psicólogos como los filósofos se interesan por el conocimiento, sería deseable que trabasen conocimiento entre sí. En particular, podría ocurrir que los psicólogos encontrasen interesante (o irritante) leer lo que han escrito los epistemólogos acerca del alcance de la inducción y la función de la deducción.
Finalmente, los conceptos de valor y norma (o regla) se estudian en axiología («teoría» de valores) y ética. Es sabido que ambos son centrales en la psicología del desarrollo y la psicología social, en particular la psicología del desarrollo moral. Pero también es sabido que son conceptos problemáticos que exigen reflexión metódica.
Hemos probado, pues, la tesis de que la psicología y la filosofía comparten algunos conceptos que, por añadidura, son importantes y son estudiados especialmente por filósofos. A continuación demostraremos que la psicología y la filosofía también comparten algunos principios.
Someto a consideración de los lectores la tesis de que todos los principios filosóficos que enunciaré a continuación son adoptados por algunos, quizá casi todos, los investigadores en psicología científica. Aun cuando sólo algunos de estos principios obrasen en la investigación psicológica, ello bastaría para demostrar nuestra tesis de que la psicología contiene principios filosóficos, tanto más por cuanto la negación de éstos probaría lo mismo.
1. Muchos hechos, en particular hechos de tipo mental, son cognoscibles, aunque sólo sea parcialmente, imperfectamente y gradualmente.
2. Un animal (en particular un ser humano) puede conocer un objeto concreto sólo si ambos pueden conectarse mediante señales que el primero puede detectar y descifrar («interpretar»).
3. La experiencia ordinaria (o la intuición) es necesaria pero insuficiente para entender sistemas complejos tales como el ser humano y la sociedad humana: para ello también debemos valernos de la observación, del experimento y de la teoría.
4. La observación y el experimento deberían ser guiados por la teoría, y a su vez ésta debería ser puesta a prueba por datos observacionales o experimentales.
5. En las ciencias, la descripción es necesaria pero insuficiente: también deberíamos intentar explicar, a fin de entender. Igualmente, deberíamos hacer predicciones, tanto para contrastar nuestras hipótesis como para planear nuestros actos.
6. Explicar un proceso mental de una manera profunda y com-probable es poner al descubierto su(s) mecanismo(s) neurofisiológico(s).
7. Las hipótesis programáticas imprecisas, de la forma «La variable y depende de la variable x», así como las correlaciones estadísticas, no son resultados finales de la investigación. A lo sumo son puntos de arranque de proyectos de investigación y guían la búsqueda de leyes.
8. La psicología es una ciencia, no una rama de las letras, y es tanto biológica como sociológica (o sea, es una ciencia socionatural).
9. Las fronteras entre los diversos capítulos de la psicología son algo artificiales (o arbitrarias) y variables. Esto se debe a que cada uno de dichos capítulos estudia funciones específicas de una parte de un único sistema nervioso.
10. Es deshonesto inventar datos, proponer deliberadamente conjeturas incomprobables, publicar textos incomprensibles y utilizar psicoterapias o tratamientos psiquiátricos que no han sido convalidados experimentalmente.
No disponemos de lugar para defender o atacar estos principios, tarea que he acometido en otros lugares. Lo único que importa por el momento es que esas proposiciones y sus negaciones son filosófico-científicas porque a) contienen conceptos filosóficos y científicos, b) pertenecen a la filosofía (o metateoría) de la psicología y c) son adoptadas (o rechazadas explícitamente) por investigadores en psicología.
Algunos problemas filosóficos-psicológicos
Confeccionaremos ahora una lista de problemas que, por ser extremadamente generales y por referirse a la mente, al com-portamiento, o a la ciencia de ambos, son tanto filosóficos como psicológicos.
1. ¿Qué es la mente: un ente inmaterial, una colección de pro-gramas, o una colección de procesos cerebrales, o acaso ninguno de éstos?
2. ¿Están relacionados la mente y el cuerpo? Si lo están, ¿cómo? ¿Son lo mismo o diferentes? Si lo primero, ¿cómo se explica que los describamos con ayuda de predicados tan diferentes? Si lo segundo, ¿son cosas, o la una es función del otro al modo en que la digestión es función del aparato digestivo?
3. ¿Puede la mente dominar o controlar al cuerpo? Si sí, ¿cuál es el mecanismo en juego?
4. ¿Hay fenómenos psicosomáticos? Si los hay, ¿son ejemplos de la misteriosa acción del alma inmaterial sobre el cuerpo, o pueden explicarse, al menos en principio, como procesos neuroendocrinoinmunes?
5. La emoción, el conocimiento (en particular la percepción y el aprendizaje), la voluntad y la acción ¿Son mutuamente independientes o interactúan? Si lo segundo, ¿cómo?
6. ¿Cómo cambian las emociones, ideas, recuerdos, imágenes e intenciones: por acción de estímulos externos (en particular sociales), por la dinámica cerebral o por ambos?
7. El libre albedrío ¿es real o ilusorio? Y ¿somos esclavos de nuestro genoma, de pasiones incontrolables, o de circunstancias externas?
8. La psicología ¿es idiográfica (limitada a particulares), no-motética (legal) o ambas a la vez?
9. La psicología ¿es una ciencia natural, social, o mixta?
10. La psicología básica o pura ¿es ajena a los valores y moralmente neutral? Y ¿qué sucede a este respecto con la psicología clínica, la psicología aplicada a la publicidad y a la política, la neurología y la psiquiatría?
Estos problemas están situados en la intersección de la psicología con la filosofía, puesto que contienen conceptos científicos y filosóficos. Por consiguiente, sólo pueden ser tratados con competencia con ayuda de herramientas y hallazgos de ambas disciplinas.
Controversias filosóficas en Psicología
Puesto que los psicólogos utilizan conceptos y principios filosóficos, y abordan problemas de interés filosófico, no debería sorprender que adopten posturas filosóficas y ocasionalmente se vean envueltos en controversias filosóficas (aunque no siempre bajo este rubro). Sin embargo, la mayoría de los científicos rehuyen la controversia y no se detienen a examinar en profundidad o detalle sus propios credos filosóficos. Los positivistas y Karl R. Popper les han dicho que la ciencia y la filosofía no se solapan, y Thomas S. Kuhn ha sostenido que la controversia es más típica de la teología que de la ciencia.
Una consecuencia común de esta despreocupación por la filosofía explícita es la incoherencia entre teoría y práctica. Por ejemplo, Hermann von Helmholtz, uno de los fundadores de la psicología fisiológica, declaró su adhesión a Kant, quien había negado la posibilidad de la psicología experimental. Y Wilder Penfield, quien tanto hizo por renovar la psicología fisiológica y por confirmar la hipótesis de la identidad psiconeural, conservó el credo dualista y religioso que aprendió de niño. En resumen, la filosofía explícita de un psicólogo puede ser incompatible con la filosofía tácita inherente a su investigación experimental. Algunas controversias científico-filosóficas se originan precisamente en tales choques entre creencias tácitas y creencias explicitas.
He aquí algunas de las principales controversias filosóficas que se desarrollan en la comunidad psicológica contemporánea:
1. ¿Existe el mundo exterior al sujeto, o todo lo que hay es una construcción mental? En otras palabras, el sujeto ¿construye la realidad circundante o la modela? (Éste es parte del problema ontológico y gnoseológico del realismo.)
2. ¿Hay pautas psicológicas objetivas (leyes), o todos los fenó-menos son accidentales? (Éste es parte del problema ontológico de la legalidad, y del problema gnoseológico de distinguir las pautas objetivas de las proposiciones que las representan.)
3. El psicólogo ¿debería limitar su labor matemática a unir puntos experimentales y a calcular correlaciones y otros parámetros estadísticos, tales como promedios y varianzas, tal como lo exige el credo positivista? ¿O también debería arriesgarse a proponer explicaciones causales, probabilistas o mixtas? (Este problema es tanto metodológico como ontológico.)
4. Las teorías y modelos psicológicos ¿representan hechos mentales de manera más o menos fiel, o son meras metáforas, analogías o incluso trucos retóricos? (Éste es un miembro de la clase de problemas gnoseológicos referentes a la relación entre ideas y hechos.)
5. Las ideas científicas ¿son procesos en mentes (o cerebros) individuales, son construcciones (p. ej., convenciones) sociales, o planean por encima de la gente? (Este problema es parte del problema ontológico mente-cerebro.)
6. ¿Puede haber hipótesis científicas verdaderas, al menos aproximadamente, o sólo hay convenciones aceptadas por la comunidad científica del día o impuestas por «el poder»? (Éste es parte del problema gnoseológico del realismo.)
7. El idealismo y el positivismo ¿están realmente muertos en psicología? Si siguen teniendo adherentes, ¿cumplen alguna función creadora, o son sólo limitantes? (Este problema es parte de la cuestión de identificar y evaluar las filosofías que subyacen a las diversas escuelas psicológicas. En particular, es parte del problema de diagnosticar y evaluar el retorno al subjetivismo, el relativismo y el irracionalismo a la moda en la filosofía y la sociología de la ciencia.)
8. ¿Puede rescatarse algo del naufragio del conductismo y del psicoanálisis? Y ¿tiene algo que enseñar la psicología «hu-manística» o de sillón?
9. ¿Deberíamos prescindir totalmente de las llamadas «grandes teorías» (o teorías de dominio muy amplio)? ¿O deberíamos admitirlas a condición de que puedan ser especificadas y contrastadas empíricamente? (Éste es el problema metodológico del tipo de teoría psicológica que deberíamos favorecer.)
10. Los modelos matemáticos ¿pueden capturar la variabilidad, mutabilidad y sutileza de la experiencia subjetiva? (Este problema es parte del problema semántico y metodológico de la relación de la matemática con la realidad.)
Cada una de estas preguntas ha sido contestada afirmativamente por unos y negativamente por otros. El propósito de recordarlas aquí no es averiguar cuál es la respuesta fundada y correcta. El propósito es mostrar que la ciencia, al igual que la ideología (en particular la teología), no está libre de controversias. Lo que si es verdad, contrariamente a lo que afirma Popper, es que la discusión y la crítica son secundarias con respecto al descubrimiento, la invención y la contrastación. El motivo salta a la vista: para poder discutir una idea o ponerla a prueba hay que empezar por pensarla. También es cierto que, a diferencia de lo que sostiene la nueva sociología de la ciencia, las disputas científicas, a diferencia de las ideológicas, pueden conducirse de manera racional y pueden dirimirse honestamente a la luz de datos empíricos y argumentaciones lógicas.
Relevancia de la Psicología para la Filosofía
Afirmar que la psicología y la filosofía se solapan parcialmente equivale a decir que son mutuamente pertinentes. En particular, la investigación seria en la filosofía de la mente (rama de la ontología) y en la filosofía de la psicología (capítulo de la epistemología) requiere algún conocimiento de la psicología científica contemporánea.
Sin embargo, en la actualidad la mayor parte de los filósofos de la mente y de los filósofos de la psicología (entre ellos Chomsky, Davidson, Dennett, Fodor, Kripke, Popper, Putnam, Searle y los secuaces de Wittgenstein) se rehúsan a enterarse de la existencia misma de la psicología contemporánea, en particular la biopsicología. Imitan así a los escolásticos que se negaban a mirar por el telescopio de Galileo. Hacen gala de ignorancia voluntaria y de arrogancia intelectual. Para una persona con orientación científica, esta actitud anticientífica es intelectualmente irresponsable y estéril, cuando no enemiga del progreso.
Con todo, convendrá poner a prueba esta opinión echando un vistazo a una muestra de problemas filosófico-psicológicos.
El más importante de estos problemas es, por supuesto, el antiguo problema mente-cerebro y, en particular, la cuestión de si los procesos mentales son neurofisiológicos. Los tradicionalistas sostienen a priori que tal reducción ontológica de lo mental a lo neural es imposible, simplemente porque la descripción de los fenómeno mentales en lenguaje ordinario no contiene predicados neurofisiológicos. Pero pasan por alto los datos suministrados por la psicología fisiológica, la neurolingüística y la neurología. Y no se les ocurre que tampoco la descripción en lenguaje ordinario de las cosas de uso cotidiano contiene predicados propios de la física y de la química.
Por añadidura, los críticos de la hipótesis de la identidad psiconeural no analizan el concepto de reducción. En particular no advierten que una reducción puede ser ontológica (M = N), gnoseológica (M se explica por N) o ambas. Ejemplos de la primera: la memoria es un engrama, y el olvido es la destrucción de un engrama. Ejemplo de la segunda: las deficiencias motrices y cognoscitivas que sufre el paciente se deben a que sufrió un derrame cerebral.
Sin embargo, la tesis ontológica de la reducibilidad de lo mental a lo neurofisiológico es inherente a la totalidad de la biopsicología. Es más, puede mostrarse que tal reducibilidad ontológica es compatible con la tesis de que la psicología no es totalmente reducible a la neurofisiología. Esto se debe a que a) los procesos neurales son influidos por las circunstancias sociales, y b) la psicología emplea conceptos, hipótesis y técnicas propios, que van más allá de la biología. En resumen, toda discusión seria del problema mente-cerebro exige alguna familiaridad con la psicología fisiológica contemporánea, así como con algunos conceptos técnicos de la filosofía moderna.
Otro viejo problema filosófico-psicológico es el de la intimidad de la experiencia subjetiva. Hasta hace unos años la única manera de averiguar qué «pasaba por la cabeza» de un sujeto era preguntándoselo. Pero este procedimiento no es confiable debido a la posibilidad de engaño, en particular de autoengaño. Además es incompleto, porque se limita a procesos conscientes que ocurren durante la vigilia. Los indicadores fisiológicos de actividad mental, en particular las técnicas de visualización (imaging) de la actividad cerebral inventados en años recientes, en particular el procedimiento de resonancia magnética (MRI), han dado acceso público, crecientemente amplio y profundo, a procesos cognoscitivos y afectivos que otrora se creían fuera del alcance experimental.
Por ejemplo, ahora podemos «ver» en una pantalla si un sujeto está viendo o imaginando, calculando o tomando una decisión. Y no hay argumento filosófico válido contra la posibilidad de mejorar tales técnicas, al punto de que algún día sea posible «leer» las emociones, las imágenes, los sueños y los pensamientos más íntimos de una persona. En una palabra, la subjetividad se ha tornado tema de investigación objetiva. Esto asusta tanto como maravilla. ¡Se acabó la intimidad!
Nuestro tercer y último ejemplo es la cuestión de si los ordenadores pueden imitar en todo a los cerebros. En el curso del último medio siglo, los filósofos funcionalistas, junto con la mayoría de los psicólogos cognoscitivos de fe computacionista y expertos en inteligencia artificial, han venido afirmando categóricamente la identidad esencial de cerebros y ordenadores, o de mentes y programas.
Esta afirmación no sólo ignora las limitaciones de los ordenadores y programas actuales, algunas de las cuales serán sin duda superadas. También ignora las objeciones siguientes: a) a diferencia de los ordenadores, los seres humanos pueden plantear problemas, dudar, criticar, creer, y autoprogramarse; b) a diferencia de los chips de ordenadores, las neuronas pueden actuar espontáneamente (en ausencia de estímulos), pueden ganar y perder dendritas y botones sinápticos, y pueden autoensamblarse en formas impredictibles; c) muchos procesos mentales, quizá la mayoría, no son combinatorios ni algorítmicos; d) el conocimiento, aunque distinguible de la motivación y de la emoción, es inseparable de éstas, y e) la existencia de modelos matemáticos de algunas funciones mentales no implica que el lego calcule todo lo que hace. (Paralelo: las ondas electromagnéticas se propagan conforme a las ecuaciones de Maxwell sin saberlo.)
En conclusión, quienquiera que desee atacar los problemas de la naturaleza de la mente y de la psicología debería empezar por informarse de lo que está pasando en la psicología contemporánea y, en particular, en su avanzada: la biopsicología. No hacerlo es dar muestra de conservadurismo, pereza o incluso deshonestidad intelectual. Además, es una pérdida de tiempo.
Conclusión
Hemos mostrado que la psicología y la filosofía comparten algunos conceptos, principios y problemas. También hemos visto que la psicología contemporánea está siendo sacudida por ciertas controversias científico-filosóficas, o sea, que interesan a ambos campos. De esta manera hemos demostrado nuestra tesis de que la psicología y la filosofía no son independientes entre si. En otras palabras, se solapan parcialmente. Si se solapan, no están divididas por una frontera. Y, puesto que la psicología es una ciencia, se sigue en general que no hay frontera entre ciencia y filosofía. (La misma tesis se demuestra examinando las relaciones de la filosofía con cualquier otra disciplina científica.)
Por consiguiente, la búsqueda de un criterio de demarcación entre la ciencia y la filosofía, que ha ocupado tanto al empirista Rudolf Carnap como al racionalista Karl R. Popper, es vana. Y si esta búsqueda es vana, podemos sospechar que se origina en concepciones erradas tanto de la ciencia como de la filosofía. Esta es una de las razones por las cuales el autor no ha podido seguir a Carnap ni a Popper, y ha debido emprender su propio camino, construyendo un sistema filosófico racioempirista, naturalista y sistémico, que espera sea compatible con la ciencia contemporánea [véanse los ocho tomos de M. Bunge, Treatise on Basic Philosophy].
Otro motivo de nuestra discrepancia con los positivistas y los popperianos es que ninguno de ellos cree en la relevancia de la neurociencia para la psicología. En efecto, ni siquiera están enterados de la existencia de la biopsicología ni, en particular, de que ésta es propulsada por la hipótesis de la identidad psiconeural. Una de las moralejas de esta historia es que los epistemólogos deberían estar al día con la ciencia si desean promover el avance de la ciencia en lugar de obstaculizarlo.
En resumen, los psicólogos no pueden esquivar a la filosofía porque nadan en ella. Sólo tienen la libertad de optar entre una filosofía correcta y fértil, o falsa y estéril. Sin embargo, los psicólogos no deberían limitarse a consumir filosofía y a hacerla clandestinamente: también deberían filosofar explícitamente y, en particular, deberían intervenir activamente en el debate sobre el problema mente-cerebro. La filosofía es demasiado importante para dejarla a cargo de filósofos prisioneros de doctrinas indiferentes a la ciencia cuando no hostiles a ella.
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