17 sept 2019
Amos Oz - Una sombra
Corren por todo el mundo rumores vagos, quizás también
haya testimonios imprecisos, sobre un ser casi humano,
gigantesco, que vaga solo por las montañas del Tíbet.
Único y libre. Dos o tres veces han fotografiado sus huellas
en la nieve, en lugares remotos por los que ni siquiera
el escalador más intrépido se atrevería a pasar.
Es cierto que se trata sólo de una leyenda local:
como el monstruo del lago Ness o el antiguo Cíclope.
Su madre, que estuvo bordando una servilleta
casi hasta la hora de su muerte,
y su padre, reprimido y deprimido,
que se pasa las noches delante de la pantalla buscando fisuras
en las leyes fiscales, de hecho están condenados
a esperar su muerte encerrados enjaulas separadas.
También tú, con tus viajes
y tu obsesión por alejarte y acumular experiencias,
arrastras contigo tu jaula
de un extremo a otro del zoo. Cada uno tiene su propio
cautiverio. Los barrotes nos separan a unos
de otros. Si de verdad existe un solitario hombre
de las nieves, sin sexo y sin pareja,
que no nace ni se reproduce ni muere y lleva mil años
vagando por estas montañas, ligero y desnudo,
ahora pasará entre las jaulas y tal vez se ría.
En El mismo mar
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