10 jul 2019
Macedonio Fernández - Confesiones de un recién llegado al mundo literario
(Esforzados estudios y brillantes primeras equivocaciones)
Tengo que asentar las siguientes observaciones y otras no menos siguientes que me comprometo a que se me ocurran.
Con motivo de la carestía de los cigarrillos, éstos se han puesto más baratos, y para que parezcan menos cortos, los hacen más largos. Para una persona que por primera vez es un recién llegado, esto le confunde de tal manera que le entra el sentimiento de que lo están viendo por la calle desnudo saliendo de una sastrería.
No es menos cierto que existen insomnios que afectan al mismo tiempo la facultad de dormir y la de estar despierto; y, lo digo con toda la seriedad del hombre durmiendo, para elegir entre dos coqueterías, óptese por la peculiaridad de ser un gran dormilón, porque es factible aparentar dormir aunque fatigoso, y no es fácil aparentar estar despierto. Aquí se sabe (por los diarios, como todo) que una persona que ha sido despertada durante un simple cuarto de hora, por la caída del techo sobre su cama, o por el paso sigiloso de un gato por la pared que debería tener el terreno de enfrente, y continúa durmiendo de seguida hasta que la desayune alguna sirvienta, no dejará de proclamar por todo el día siguiente, el infalible día que cuelga de cada noche por su extremo Este; «No he pegado los ojos esta noche». Obsérvese lo que es la obra de insomnio: quita el sueño en torno nuestro y a veces al mismo paciente.
Cuando un día anterior es precedido de un siguiente, contando desde adelante, ocurre una separación entre los dos practicada mediante una noche, intervalo de faroles, tropezones y comisarías, que muchas personas ocupan en preparar un conversación sobre insomnio, para las personas de su familia; hay quienes hasta durmiendo piensan en los suyos.
Recién llegado por definición es: aquella diferente persona notada enseguida por todos, que llegado recién a un país de la clase de los diferentes, tiene el aire digno de un hombre que no sabe si se ha puesto los pantalones al revés, o el sombrero derecho en la cabeza izquierda, y no se decide a cerciorarse del desperfecto en público, sino que se concentra en una meditación sobre eclipses, ceguera de los transeúntes, huelga de los repartidores de luz, invisibilidad de los átomos y del dinero de papá, y así logra no ser visto.
(«Proa», 1922)
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