Hoy es día de mojarras, Mario.
La superficie del lago es transparente
y no parece sensato intentar de nuevo
la suerte del mediomundo.
Al fin y al cabo, fue casi por azar
que sacamos la bestia imaginaria.
¿Te acordás?, se reía de nosotros
con esa boca llena de felpudos sarcásticos.
Algo bíblico.
Sí, es día de mojarras, che.
El cielo brilla indiferente y produce
ese efecto gregario que nos ablanda a todos.
Además, quién oye la canción de los mansos.
Porque había magnetismo esa tarde...
Yo te había comprado el helado de palito
con el que señalaste de pronto la profundidad
y mirá, ahora estamos aquí
a merced de las palabras.
No valen intenciones. Que vengas
y te enfundes en el vistoso pilotín amarillo
con la red en la mano
no es argumento suficiente. El agua
es peligrosa siempre, ¿viste?,
te refleja y no te refleja,
pero no hay monstruos cada dos por tres
en el lecho de lago.
Te lo digo así, para que no insistas.
¿Dónde estará ese sueño de vapores
y ronquidos felices?...
Mario,
no creo que la vida dé oportunidades.
Eso sí, cuando arrojaste la red
te oí el grito más tierno, más ilusionado
y éramos dos titanes, ambos
tirando de una caña.
'Ta bien,
la fantasía puede ser un cáncer
que se lo lleva todo, pero
dónde se oculta, entonces,
la ferocidad del sentido.


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