Estar ante un tapiz, muelles formas,
llamarlo bosque,
inquieta su trama
de píos, estridentes voces,
cornejas anunciadoras de lluvias,
jóvenes ciervos de aún tiernos cuernos,
húmeda pelusa recubriéndolos,
ojos de búhos entre vapores
nocturnos, que suben, se esfuman, empañan.
Inversamente, al penetrar en un bosque,
pensarlo tapiz,
por nuestra mirada tejido, al amparo
de que cualquier presencia que la distrae
existe mediante ella, sus significados, nombres,
de ella espera,
¡no otra expectativa, mientras
el sueño de su apariencia transcurre!
Es como que por una vez
hagamos de cuenta que los nombres
de las cosas son las cosas,
es darles nombres
para desmentirlas,
es descreer
de lo sin nombre, la simplicidad sin nombres,
y no ir más allá,
abrazándolas con el silencio,
si es que quien mira
en silencio mira las cosas para siempre,
y sólo porque entonces
son como queremos, tapiz, bosque,
y son porque pueden ser, tapiz, bosque
De Juegos alegóricos (1993)
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