Muy lejos de nosotros
por más que nuestras manos atestigüen los troncos
los árboles que balbucean apenas el ser
sueltan en pos de lo desconocido
su vana lumbrerada de hojas ciegas
que en piadosa ficción arriba se abrazan
como dobladas por la combadura celeste.
En supremo aislamiento
cada árbol está conmovedoramente perdido
y son sus vidas tan incomunicadas y hurañas
cual espejos que profundizan habitaciones distintas
o como el soñar de muchos durmientes
que reúne idéntico techo.
Nosotros mientras tanto
a la vera de su primordial existencia,
también oscuramente nos buscamos
con nuestra carne desgarrada e impar:
burdo secreto a voces
que con triste congoja nos arrastra
y nos socava el pecho
con la grave eficacia de una pena.
Angustia grande
que sin embargo no es más que una corazonada borrosa
del anhelo y del doloroso entusiasmo
En la edición original de Fervor de Buenos Aires, 1923. Poema suprimido en ediciones posteriores
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