18 may 2020
Alberto Muñoz - Contrabajo
Fue en la pascua del 53
cuando su padre cambió
las cuerdas del contrabajo,
y el Parsifal de madera caoba
volvía su alma a las polillas.
El hijo del músico no dio cuenta
de sus actos, pero se supo de su
rápida intervención en comités a la cal
y dejó evidencia de su oído en los
nietos del músico pascuense
que en primavera descubrieron el instrumento
en un sótano de la calle Agrelo
ruinoso del moho,
sosteniendo una camisola bordada en el canesú.
El arco no figuraba entre trastos
y faltaba una clavija.
Toda aquella familia había sido seducida
por los sonidos graves y delicados,
resistían el trueno
por su final de luz líquida
y tintineo.
Ahora
los pequeños descubrieron una caja
de partituras
y pomadas
y polvo de arroz Feraldy.
En la pascua del 53
el abuelo cayó muerto en escena,
el pato que tocaba el bandoneón
siguió en fervoroso réquiem
hasta que la sala descubrió
que no era cansancio aniquilante
sino
la cierta torcaza que daba su mal amor.
El animal
cayó sobre el instrumento haciéndole
saltar una clavija.
Se fue del mundo aquel amante de la “Paráfrasis
sobre el Díes Iraes”, “La danza de la muerte”
de su amado Liszt, se fue del mundo
bajo réquiem
y una lucecita de bambalinas.
En Acordeón a piano, 1985
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