30 mar 2020
Roland Barthes - Astrología
Según parece, en Francia el presupuesto anual de la "brujería" es de alrededor de trescientos mil millones de francos. Vale la pena, por ejemplo, echar un vistazo, sobre la semana astrológica de un semanario como Elle. Contrariamente a lo que se podría esperar, allí no se encuentra ningún mundo onírico, sino más bien una descripción estrechamente realista de un medio social preciso: el de las lectoras de la revista. Dicho de otro modo, la astrología —al menos en este caso— no es en absoluto apertura al ensueño, sino puro espejo, pura institución de la realidad.
Los rubros principales del destino (la suerte, el mundo exterior, el hogar, el corazón) reproducen escrupulosamente el ritmo total de la vida laboriosa. La unidad de esa vida es la semana, durante la cual, la "suerte" elige un día o dos.
Aquí la "suerte" es la parte reservada de la interioridad, del humor; es el signo vivido de la duración, la única categoría a través de la que se expresa y se libera el tiempo subjetivo. En lo demás, los astros no conocen otra cosa que un empleo del tiempo: el mundo exterior es el horario profesional, los seis días de la semana, las siete horas diarias de oficina o de tienda. El hogar, es la comida de la noche, el breve tiempo de velada antes de acostarse. El corazón es la cita a la salida del trabajo o la aventura del domingo. Pero entre estos "dominios", ninguna comunicación: nada que, de un horario al otro, pueda sugerir la idea de una alineación total; las prisiones son contiguas, se turnan pero no se contaminan. Los astros jamás postulan subversión del orden, sino que influyen en la semana respetuosos de la situación social y de los horarios patronales.
Para la astrología el "trabajo" es el de empleadas, de dactilógrafas o de vendedoras: el microgrupo que rodea a la lectora resulta fatalmente el de la oficina o la tienda. Las variaciones impuestas, o más bien propuestas por los astros (pues esta astrología es teológicamente prudente, no excluye el libre albedrío), son débiles, jamás tienden a trastornar una vida. El peso del destino se ejerce únicamente sobre el gusto por el trabajo, el nerviosismo o la tranquilidad, la perseverancia o el abandono, los pequeños desplazamientos, las promociones indefinidas, la acritud o complicidad en las relaciones con los colegas y, sobre todo, la fatiga, ya que los astros prescriben con mucha insistencia y cordura dormir más, siempre más.
El hogar está dominado por problemas de humor, de hostilidad o de confianza del medio; con frecuencia se trata de un hogar de mujeres, donde las relaciones más importantes son las de madre e hija. La casa pequeñoburguesa aparece presente con toda fidelidad, con visitas de la "familia" diferenciada, por otra parte, de los "parientes políticos", a los que los astros no parecen tener en muy alta estima. Este ambiente es casi exclusivamente familiar y existen pocas alusiones a los amigos. El mundo pequeñoburgués está esencialmente constituido por parientes y colegas, no produce verdaderas crisis de relación, sólo pequeños enfrentamientos de humor y de vanidad. El amor es el del correo sentimental; es un "dominio" totalmente separado: los "problemas" sentimentales. Pero al igual que una transacción comercial, el amor conoce "comienzos prometedores", "errores de cálculo" y "mala elección". En este terreno la desdicha tiene escasa amplitud: en tal semana un cortejo de admiradores menos numeroso, una indiscreción, celos sin fundamento. El cielo sentimental sólo se abre en toda su dimensión frente a la "solución tan anhelada", el matrimonio, que, una vez más, es necesario que sea "conveniente".
El único rasgo que idealiza ese pequeño mundo astral, muy concreto por otra parte, es el hecho de que jamás aparece el dinero. La humanidad astrológica se desliza sobre su salario mensual; el salario es lo que es, jamás se habla de él puesto que permite la "vida". Vida que los astros se encargan de describir, mucho más que de predecir; raramente se arriesga algo sobre el porvenir y la predicción siempre está neutralizada por el balanceo de los posibles: si hay fracasos, serán poco importantes; si hay rostros ensombrecidos, el buen humor de la lectora los alegrará; las relaciones fastidiosas resultarán útiles, etc. Y si su estado general debe mejorar, será como consecuencia de un tratamiento que usted habrá seguido, o quizás también gracias a la ausencia de todo tratamiento (sic).
Los astros son morales, aceptan dejarse influir por la virtud: el ánimo, la paciencia, el buen humor, el control de sí, son requisitos permanentes frente a desengaños tímidamente anunciados. Y lo paradójico es que este universo del puro determinismo de pronto es domeñado por la libertad del carácter; la astrología es, ante todo, una escuela de voluntad. A pesar de todo, aunque las salidas propuestas sean pura mistificación, aunque se escamoteen los problemas de conducta, la astrología sigue siendo institución de lo real ante la conciencia de sus lectoras. No es vía de evasión, sino evidencia realista de las condiciones de. vida de la empleada, de la vendedora.
Si no parece implicar ninguna compensación onírica, ¿para qué puede servir esta pura descripción? Sirve para exorcizar lo real, nombrándolo. En este sentido, la astrología se ubica entre los intentos de semialienación (o de semiliberación) que tienen por función objetivar lo real sin llegar a desmistificarlo. Otra de esas tentativas nominalistas es bien conocida: la literatura, que en sus formas degradadas no va más allá de contar lo vivido: astrología y literatura tienen la misma tarea como institución "retrasada" con respecto a lo real: la astrología es la literatura del mundo pequeñoburgués.
En Mitologías
Traducción: Héctor Schmucler
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