Amy Tan - Cinco consejos literarios

17 feb 2020

Amy Tan - Cinco consejos literarios

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Amy Tan - Cinco consejos literarios


Ésta es una versión revisada de una conferencia de graduación que di en la Universidad de Simmons, Boston, en 2003.

Miembros del Consejo de Administración, rector Cheever, profesores, distinguidos galardonados, apreciados licenciados, así como sus familiares y seres queridos que los ayudaron a llegar hasta aquí con su paciencia, esperanza, buena voluntad y créditos blandos, gracias por su calurosa bienvenida. Es un verdadero placer hallarme con ustedes en este glorioso día en el histórico y hermoso aparcamiento de la Universidad de Simmons.

Muy pronto ustedes, integrantes de la promoción de 2003, recibirán sus títulos, escucharán sus nombres, sentirán la mano del rector Cheever sobre las cabezas ungidas y experimentarán una euforia y una sensación próxima al desmayo que los impulsarán a lanzar los pesados birretes al aire. Y cuando llegue ese momento, quiero que recuerden uno de los momentos más grandiosos y conmovedores en la historia de la entrega de títulos, cuando el Espantapájaros recibe el título de doctor honoris causa en pensología de manos del Mago de Oz. De repente, el Espantapájaros posee el cerebro que durante tanto tiempo ha anhelado. Se señala la cabeza y recita. «La suma de las raíces cuadradas de cualesquiera dos lados de un triángulo isósceles es igual a la raíz cuadrada del lado restante». ¿Saben qué? Se equivocó, y todos los demás se equivocaron también, porque aplaudieron y se mostraron muy impresionados. Ah, y durante años también yo me equivoqué, porque nunca me detuve a pensar en lo que había dicho el Espantapájaros, en que lo que debería haber dicho era: «El cuadrado de la hipotenusa de un triángulo recto es…». Por supuesto, en realidad no importaba qué tonterías decía el Espantapájaros, porque lo que demostró fue que ya tenía las credenciales y la seguridad en sí mismo necesarias para vivir a base de morro y quedarse en Oz para ejercer como político.

Pero ustedes no necesitarán tirar del morro, lo sé, porque se licencian por la Universidad de Simmons, no la del Mago, y no sólo están bien formados, sino que además poseen ciertos principios que han representado gran parte de su inmersión en la gran tradición educativa de esta escuela. Me honra que deseen otorgarme un doctorado por la Universidad de Simmons, un doctorado en letras. El rector Cheever me ha prometido que tendré derechos, privilegios y prerrogativas de los que hasta ahora carecía, entre ellos una plaza en este glorioso aparcamiento que se extiende ante mis ojos, siempre y cuando no esté ocupada por motivos más importantes, como la celebración de hoy. Estoy convencida de que mi doctorado me conferirá también poderes prodigiosos, entre ellos el de adivinar su futuro.

Lo que veo es un sueño que todos ustedes compartirán. Por supuesto, puede que cada uno de ustedes lo tenga una noche distinta, pero el sueño es el siguiente. Están sentados en Java City, tomando se un café a la moca, cuando de repente se dan cuenta de que llegan tarde a clase. El problema es que no recuerdan a qué clase, porque no han asistido a ella ni una sola vez desde que se matricularon. Por suerte ven a otros estudiantes a los que reconocen y los siguen. Para su gran alivio, las cosas empiezan a resultarles familiares a medida que atraviesan el edificio principal del campus y reparan en los mismos libros antiguos cosidos a las paredes. Por fin parecen haber llegado a la clase correcta y se sientan al fondo, donde nadie advertirá su presencia. Pero por desgracia, la persona que se encara a los alumnos es el profesor Gregory, lo cual significa que se encuentran en la temida clase de filosofía y tendrán que vérselas con Freddy Nietzsche. Al cabo de un segundo, mientras observan al profesor Gregory repartir unos papeles, se dan cuenta de que hoy toca examen final. Miran el reloj, les quedan cinco horas, y acto seguido leen la primera página del examen. Está escrita en alemán antiguo y letra diminuta, una única pregunta que ocupa toda la página sin márgenes. Pasan a la siguiente página. Es completamente negra, y la prueba consiste en discernir el argumento filosófico acerca de su propia identidad existencial que encierra la negrura y resolver el enigma en forma de pregunta de Jeopardy! Yo misma he sido una pregunta de Jeopardy!* de modo que sé cuán difícil es. La última página contiene una lista de todas las religiones del mundo enumeradas en lenguas muertas, que deben ustedes clasificar en el orden en que Nietzsche las habría despreciado.

Si bien la mayoría de ustedes son mujeres, empiezan a sudar copiosamente. Pero precisamente porque muchas de ustedes son mujeres, echarán mano de sus recursos y correrán el riesgo. Yo lo he hecho. Algunas de ustedes, a pesar de ser mujeres, llorarán de desesperación, sabedoras de que no hay nada que hacer. Algunos de los pocos hombres también llorarán, pero sabrán que no pasa nada, porque como licenciados de Simmons, saben que eso les convierte en hombres sensibles. Y algunos de ustedes experimentarán una revelación increíble. «¡Un momento!», gritarán antes de levantarse de un salto y señalar al profesor Gregory, quien abre la boca de par en par cuando ustedes anuncian. «¡Pero si no tengo que cursar esta asignatura ni hacer este examen, porque ya estoy licenciado!».

Así pues, aquí la tienen, mi predicción de su futuro, el sueño que todos tendrán. Cuando lo tengan, espero que piensen en mí. Puesto que he tenido distintas versiones de este sueño con mucha frecuencia, puedo darles un consejo útil. Enmarquen su título. Bastará una copia si desean colgar el original en la puerta principal de su casa para que los invitados lo vean. Pero enmarquen al menos una copia y cuélguenla junto a su cama. Cuando tengan este sueño, abran los ojos, miren el título, felicítense a sí mismos y vuelvan a dormirse.

Como ya he dicho, durante años tuve distintas versiones de esta pesadilla. Supongo que el significado es evidente. Por mucho que hayamos conseguido, nos seguimos sintiendo poco preparados, fraudulentos. No es de extrañar; la mayoría de los momentos más importantes que vivimos son momentos para los que no podemos prepararnos de forma adecuada, como el nacimiento de un hijo o la muerte de un ser querido.

En la actualidad tengo una versión nueva del sueño. Ya no estoy haciendo un examen final, sino a punto de dar una conferencia ante un montón de gente que espera escuchar de mí la sabiduría definitiva, por ejemplo, el mejor modo de encontrar agente literario. Pero en mi sueño, cuando busco las notas que me he llevado al púlpito, descubro que por equivocación he cogido la letra de «Material Girl», de Madonna. Pero hoy me complace decir que llevo las notas correctas. No se preocupen, sé que esto parece una conferencia de doce horas, pero es porque la llevo impresa en letra de veinticuatro puntos, o sea a razón de diez palabras por página.

Así pues, ¿qué puedo decirles como escritora que les resulte útil para abandonar esta etapa de su vida y entrar en la siguiente? Una posibilidad era la lista de mis restaurantes chinos favoritos, lo cual enriquecería sobremanera sus vidas y sus estómagos.

Pero lo que por fin he decidido darles son cinco consejos literarios que tal vez les sirvan para ámbitos que no guarden relación con la literatura, incluso para reflexionar sobre la vida, quizá, en cómo vivir de forma interesante y plena. He aquí mi lista:

1. Eviten los clichés. Nos tienen rodeados y son el anatema del pensamiento original. Fíjense en éstos por ejemplo, todos ellos relacionados con la aceptación del destino: «Tenía que pasar». O «Es nuestro destino en la vida». O «La historia está condenada a repetirse». O «Se encontraba en el lugar equivocado en el momento menos indicado». Y qué me dicen de «Algunas cosas pasan porque tenían que pasar» y «Si no es una cosa es otra», un cliché que Gilda Radner parodia de forma excepcional. Por no hablar de la frase estelar que algunos atribuyen al propio Nietzsche: «Hay que joderse».

Cuando alguien les diga «Tenía que pasar», pregunten. «¿Quién lo ha decidido? ¿Qué significa en realidad?». ¿Intenta alguien inducirlos a aceptar una situación indeseable o que les provoca dudas? Cuando les digan «Hay que joderse», recuerden que «hay que» hacer otras muchas cosas, como ser generoso, perdonar, darse a la ambigüedad, ceder a la incertidumbre. Cuando les digan «Sencillamente, es el destino», pregúntense a sí mismos: «¿Qué tiene eso de sencillo? ¿Cuáles son las alternativas al destino? ¿Qué es lo opuesto al destino?».

Si oyen a otras personas emplear clichés, deténganse a pensar si intentan empujarlos hacia la pasividad o hacia una acción equivocada. Si oyen expresiones demasiado manidas en las noticias, deténganse a pensar si en realidad tienen significado. El espectro del significado es infinito, fascinante, rebosante de humanidad. Los clichés son estáticos y encierran emociones ya agotadas. Si se sienten tentados de recurrir a ellos, he aquí un dicho de mi madre: Fang pi bu-cho, cho pi bu-fang. En esencia, la traducción sería algo así como «Los pedos ruidosos no apestan, y los más hediondos son silenciosos». En otras palabras, cuando te atiborras de alubias no haces más que soltar un montón de aire caliente, pero si quieres impactar de verdad, sé silencioso y mortífero.

Ah, y no olviden reconocer la diferencia entre un mal cliché y una buena cita. El dicho de mi madre es una buena cita, deberían utilizarla con frecuencia.

2. Eviten las generalizaciones. Como novelista desconfío de las verdades absolutas, las homilías, los tópicos manidos, los eslóganes y también los consejos prácticos como los que ahora les doy. Me gustan las cosas específicas, la versión no abreviada de las historias, en las que lleva cuatrocientas páginas responder a una sola pregunta sobre el carácter de una persona. Los autores de ficción, a menos que escriban cuentos de hadas, aprenden pronto a no inventar jamás personajes que sean totalmente opuestos, uno «bueno» y otro «malo». No resulta creíble. Las personas son algo más que buenas y malas. Los lectores inteligentes les exigirán que no reduzcan sus personajes a límites tan simplistas, que no resuelvan las situaciones con frasecitas tales como «El bien siempre conquista al mal», «El poder siempre tiene razón» y demás lindezas. Y si bien tales desenlaces son corrientes en las novelas de misterio y las historias de acción, resultan flojos en la novela más literaria, llamada a reflejar verdades sutiles sobre el mundo. Mejor ser sutil que abrumador, subversivo que didáctico.

3. Encuentren su propia voz. Como licenciados universitarios, parten de una buena base. Su propia voz es la que busca una verdad personal, una verdad que sólo ustedes pueden encontrar. Esa verdad procede de su experiencia, sus observaciones, y cuando la encuentren, si en verdad es cierta y exclusiva, tal vez les sorprenda descubrir que otras personas también la consideran veraz. En la búsqueda de su propia voz, no pierdan de vista la diferencia entre emulación e imitación, entre inspiración e intimidación.

4. Muestren compasión. Muchos escritores en ciernes creen que el sarcasmo es una forma ingeniosa de demostrar inteligencia, pero los escritores más maduros saben que el cinismo cansa y queda limitado por su perspectiva unidimensional. Las historias de más éxito son aquellas en las que el narrador es capaz de tratar las debilidades humanas, incluso los defectos más graves, con profundidad y, por ende, compasión. La imaginación los acercará más a la compasión. Practiquen el ejercicio de imaginarse en la piel de alguien cuya situación es diametralmente distinta de la suya, imagínense viviendo en otro país, con otra religión. Y cuanto más profundo sea el ejercicio, más se convertirán en el personaje a medida que escriben, y no podrán evitar mostrarse compasivos.

5. Formulen las preguntas importantes. Lo que confiere peso a una historia es la pregunta o las preguntas que formula. Pueden ser las siguientes: ¿Qué es el amor? ¿Qué es la pérdida? ¿Qué es la esperanza? Podría tardarse una vida entera en contestarlas. Mi historia es una respuesta. Su historia es otra.

Otra pregunta que se formula en la literatura se refiere a las intenciones. ¿Qué intenciones albergan las personas, sobre todo en relación al bienestar de los demás? ¿Y si sus intenciones tienen consecuencias inesperadas e indeseables para otras personas? ¿Quién debe asumir la responsabilidad? ¿Cuánto tiempo rige dicha responsabilidad? Las respuestas definitivas no se encuentran tan sólo en el Tribunal Supremo ni nos las pueden proporcionar nuestros líderes. Necesitamos respuestas personales, todas las historias, tantas como podamos reunir. Pero para encontrarlas, primero debemos formular las preguntas. Tienen que preguntarse: ¿Qué es importante? ¿Qué hay en juego? Saber qué preguntas formulan les permitirá conocer su propia voz, su propia moral.

Éstos son los cinco consejos. Evitar los clichés, evitar las generalizaciones, encontrar su propia voz, mostrar compasión y formular las preguntas importantes. Espero que les resulten útiles, si no para escribir la próxima gran novela americana, sí al menos para reflexionar sobre su vida y el mundo que los rodea. La carrera profesional que elijan no será más que una parte de su vida. Sus pensamientos, sus respuestas a las preguntas importantes son lo que les proporcionará una vida interesante, lo que los convertirá en personas interesantes y capaces de cambiar el mundo.

Y más adelante, a medida que se les ocurran más respuestas interesantes, tal vez miren atrás y recuerden con profunda gratitud al profesor Gregory y a todos aquellos otros magníficos profesores de la Universidad de Simmons, que les provocaron pesadillas, pero también les proporcionaron los cimientos necesarios para pensar en el mundo y el papel que desempeñan en él. Tal vez un día lleguen a convencerse incluso de que Nietzsche fue uno de los filósofos más útiles que estudiaron en toda la carrera. Tendrán ese sueño en el que de nuevo se enfrentan al examen, pero no se sentirán poco preparados en absoluto; serán capaces de ver las preguntas y decir: «Llevo mucho tiempo pensando en las respuestas, y aquí están».

Les deseo a todos una vida interesante.

*Concurso televisivo cuya característica principal consiste en que el presentador da la respuesta y los concursantes tienen que formular la pregunta correspondiente. (N. de la T.)

En En contra del destino

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