Pringles, 4 de enero de 2004
Viene un chico a la puerta y grita desde
afuera:
“Señor, ¿tiene una monedita?”
Abro la mirilla grande de la puerta negra,
le digo entre los relieves oscuros: “¡Sí, ya
vuelvo!” Y voy hasta la caja donde guardo
los títeres de guante; me calzo uno y
lo llevo hasta la mirilla, ahora Boca del
Teatrino:
- ¿Síiiiiiiiiiiii? –y el chiquito se ríe.
Y el títere de la moneda le da la moneda.
¡Por suerte no soy yo!
El títere de la moneda le da la bienvenida a
mi puerta.
¡Por suerte no soy yo!
El títere le dice que todos los
remordimientos
son esa monedita trucha que le da.
Que todo el dinero del mundo
es su mentira que le entrega.
Que toda la falsedad de la Tierra cabe
en nuestro dolor, en la mísera alegría
de ese instante: “¡Gracias, Señor,
hasta mañana!”


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