Desde siempre los hombres han visto figuras en las nubes. El azar del cielo produce una cantidad de contornos diferentes, que pueden parecerse a muchísimas cosas. Aunque con una severa limitación: deben ser cosas que conozcan los hombres que las descubren. Supongamos que una nubecita blanca recortada en el cielo azul ha tomado la forma exacta de un teléfono, tan exacta que nadie podría dejar de reconocerlo. Pero eso sucedió una tarde del siglo XIII.
En ese sentido, todos los siglos son el siglo XIII, el nuestro también. Quién sabe qué objetos o seres del futuro nos están anticipando los cielos.
¿Habrá que concluir que la forma es profética? El contenido, el teléfono con el que hacemos llamadas, ocupa el presente. La forma flota libre en el tiempo, el contenido es el presente histórico, científico, técnico y social.
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