Jorge Luis Borges - El compadre

13 abr 2024

Jorge Luis Borges - El compadre

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Jorge Luis Borges - El compadre


Hombre de las orillas: perdurable.

Estaba en el principio y será el último.

Estará donde un trágico boliche,

Sin revocar, humilde y colorado,

Ante el vértigo inmóvil de los huecos

Aventura su caña y su baraja;

Estará donde un hombre de voz áspera,

Al compás de seis cuerdas trabajosas,

Frangolle con desdén una milonga

Más trivial y modesta que el silencio,

Pero que hable de vida, tiempo y muerte;

Estará donde el último retrato

De Yrigoyen presida austeramente

El vano comité que clausuraron

Con rigor las virtuosas dictaduras,

Negando al pobre el ínfimo derecho

De vender la libreta del sufragio;

Estará donde esté el despedazado

Suburbio, los calientes reñideros

Donde giran los crueles remolinos

De acero y aletazo, grito y sangre.

Mientras haya un clavel para la oreja

Del cuarteador; mientras perdure un tango

Que sea feliz y pendenciero y límpido;

Mientras, desde la altura del pescante,

El carrero gobierne taciturno

El lento río de los tres caballos,

Y mientras el coraje o la venganza

Prefieran al revólver tumultuoso

El tácito puñal, estará el hombre.


Oscuro y lateral, vivió sus días.

Se llamó Isidro, Nicanor, Amalio.

Admitió sin asombro los rigores,

El goce, la traición (ajena o propia).

Intuyó que a la larga son iguales

La precaria costumbre de la dicha

Y la costumbre que se llama Infierno.

En los días pretéritos fue el hombre

De Soler, de Dorrego, de Balcarce,

De Rosas y de Alem; fue siempre el hombre

Que se juega por otros hombres, nunca

Por una causa abstracta; fue el anónimo

Que se desangra en el barrial, vaciado 

El vientre a puñaladas, como un perro. 

(Murió en el Paraguay; murió en los atrios; 

Murió la numerada muerte pública

Del hospital; murió en los pendencieros 

Burdeles de Junín; murió en la cárcel; 

Murió al margen del turbio Maldonado; 

Murió en los carnavales de Barracas; 

Murió en los carnavales, con careta.)


Cesan los versos. La epopeya sigue

En Gerli, en el Rosario, en Ciudadela.

Los prontuarios registran el retrato

De un enlutado de mirada aviesa.

La sangre silenciosa del indígena

Perdura en él. Prefiere la ironía

Al insulto, el rencor a la esperanza.

Las noches de la dársena y del hueco,

Las albas que desolan y denigran,

Lo verán acechar, sexo y cuchillo.

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