Ahora extraño a la loca de los gatos, ahora
que ya no la escucho hablándoles, ahora
que se la llevaron muerta los del Same, ahora
que su luz siempre encendida se apagó, ahora
que arrancaron las estampitas de su puerta, ahora
que empiezo a sentirme más solo que nunca.
En ¡Oh, Yo, mi efímero Dios!
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