Azul plomizo
el mar
tejía auroras
amarillas
en el confín.
Y un sapo
sobre su voz
crepuscular, dejaba
caer el goterón
metálico
de su habla.
Abierto
el infinito
a mi derecha;
a izquierda
el punto matemático
rompiendo
en un verde
de musgos
oxidados.
Sola. Dispersa
Una cortina
helada
daba el sí… no…
del pensamiento
huyente.
Y una taza de té
frente a mis ojos
era el único lazo
que me unía,
animal triste,
a mi mortal cadena.
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