Virginia Woolf - Lunes o martes

2 ago 2020

Virginia Woolf - Lunes o martes

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Floja e indiferente, sacude ágilmente sus alas, va segura del recorrido, la garza vuela por sobre la iglesia en medio del cielo. Blanca y distante, parece absorbida en sí misma, el cielo que nunca se acaba la esconde y la revela, la mueve y la deja inmóvil. ¿Un lago? Sus orillas se confunden con el paisaje. ¿Una montaña? Qué perfección: el sol aparece por sobre sus laderas. Vuela hacia abajo donde hay helechos, o puede que sean plumas blancas, siempre, siempre…

   Una desea comprender la realidad, la espera, la destila laboriosamente unas pocas palabras, todo el día desea (un llanto a la izquierda, otro a la derecha; unas ruedas golpean desigualmente el pavimento; un grupo de buses atascados), desea a lo largo del día (el reloj asegura con inconfundibles doce campanadas la llegada del mediodía; la luz refleja diferentes escalas de tonos dorados; un enjambre de escolares pasa por afuera), desea comprender esta realidad. Roja es la cúpula; de los árboles cuelgan monedas; de las chimeneas sale humo; un ladrido, un llanto, alguien grita «¡Compro metales!» ¿Y la realidad?

   Rayos de sol iluminan pies de hombres y de mujeres, zapatos negros o con hebillas doradas (está nublado; ¿azúcar? No, muchas gracias; qué sucederá con la Inglaterra del futuro), alguien hecha leña y la luz del fuego cubre de rojo la habitación con excepción de las figuras negras y sus ojos brillantes, mientras afuera una furgoneta es descargada, la señora como-sea-que-se-llame toma té en su escritorio, y el cristal protege los abrigos de piel en una vitrina…

   Como una hoja ligera se desvanece en los bordes, se eleva por medio de las ruedas de autos, a veces plateada, proviene del patio de un hogar, entera, esparcida, malgastada de diferentes maneras, barrida hacia abajo, arriba, rasgada, hundida, destruida, ensamblada… ¿así es la realidad?

Es hora de rememorar cerca de la chimenea de mármol blanco con forma cuadrada. Desde las profundidades de marfil las palabras ascienden y arrojan su negritud; florecen y penetran. Caído el libro; en la llama, en el humo, en las chispas momentáneas (o ahora mientras viajo en mi cabeza, veo un cuadrado de mármol y me imagino minaretes por debajo y mares de la India, mientras arriba el espacio proyecta azul y las estrellas ya brillan) también hay verdad, ¿no? Por lo tanto, ¿así es la realidad?, ¿o esto es lo más cerca que se puede estar?

   Floja e indiferente la garza vuela de regreso; el cielo la cubre con una capa de estrellas; luego desaparecen.

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