13 abr 2020
Sylvia Plath - Tres mujeres (Poema para tres voces)
Decorado: un hospital de maternidad y sus alrededores
Primera voz
Soy lenta como la Tierra. Soy muy paciente,
Cumplo mi ciclo, soles y estrellas
Me miran con atención.
El celo de la luna es más personal:
Pasa y vuelve a pasar, luminosa como una enfermera.
¿Lamenta ella lo que me va a suceder?
No lo sé. Está simplemente asombrada
ante la fecundidad.
Cuando salgo, soy un gran suceso.
No tengo necesidad de pensar o de prepararme.
Lo que sucede en mí tendrá lugar
de todos modos.
El faisán se yergue sobre la colina:
Se alisa las plumas pardas.
Sonrío a mi pesar a todo lo que conozco.
Hojas y pétalos me acompañan.
Estoy lista.
Segunda voz
Cuando la vi por vez primera,
esta pequeña hemorragia, no lo creí.
Veía a los hombres andar a mi alrededor, en la oficina.
¡Estaban tan tranquilos!
Algo había de cartón en ellos, después comprendí
Esta banalidad tan vacía, la que engendra las ideas, las destrucciones,
Los buldozers, las guillotinas, las habitaciones blancas llenas
De aullidos. Y las abstracciones. Estos arcángeles fríos.
Yo estaba sentada ante mi máquina de escribir,
en sastre y tacones altos.
Cuando el hombre para el que trabajo me dijo
sonriente: “¿Vio un fantasma?
De pronto está usted tan pálida”. No dije nada.
No alcanzaba a creer. ¿Es que es tan difícil
Para el espíritu concebir una cara, una boca?
Los pedidos salen de las teclas negras y las teclas negras salen
De mis dedos alfabéticos, ellas ordenan las piezas.
Y aún las piezas, los pabilos, los engranajes,
toda una multiplicidad brillante.
Muero sentada. Pierdo una dimensión.
En mis oídos hay trenes que rugen, salen, salen.
La huella plateada del tiempo se devana en la distancia.
El cielo blanco se vacía de sus promesas como un tazón.
Esta resonancia mecánica producida por mis pies.
Tap, tap, tap, tobillos de acero. Siento una insuficiencia.
Es una enfermedad que llevo conmigo, es una muerte.
Una vez más, es una muerte.
¿Es el aire, Las partículas mortales que aspiro? ¿Soy un pulso
Que se debilita cada vez más ante el arcángel frío?
¿Es él mi amante? ¿Esta muerte, es ella otra muerte?
Cuando fui niña, amé un nombre corroído por el liquen.
¿Sería entonces el único pecado, este viejo amor
muerto de la muerte?
Tercera voz
Recuerdo el instante en que realmente lo supe.
Los sauces perdían su calor,
El rostro en el estanque era bello, pero
no era el mío, Tenía un aire importante, como todo el resto,
Y no veía más que peligros:
palomas, palabras,
Estrellas y lluvias de oro — ¡concepciones,
inseminaciones! —
Recuerdo un ala blanca y fría.
Y el gran cisne, con su mirada terrible,
viniendo a mí, como un castillo, de río crecido.
Hay una serpiente en los cisnes.
Ella resbaló cerca de mí; su ojo contenía un mensaje sombrío,
Vi el mundo en ella —pequeño, mezquino y sombrío.
Cada pequeña palabra enganchada a otra, los actos a los actos.
Algo había brotado de ese día cálido y azul.
No estaba lista. Las nubes blancas
se precipitaron.
A los cuatro sentidos.
Ellas me descuartizaron.
No estaba lista.
Carecía de respeto.
Creía poder negar las consecuencias.
Pero ya era demasiado tarde.
Era demasiado tarde,
y el rostro se tornó más nítido,
amoroso, como si yo estuviera lista.
Segunda voz
El mundo ahora es de nieve. No estoy en casa.
Qué blancas son estas sábanas. Los rostros no tienen rasgos.
Son lisos e imposibles, como la cara de mis hijos,
Estos pequeños enfermos que escapan a mi abrazo.
Los otros niños no me tocan: Más bien me tienen miedo.
Tienen buen color, mucha vida. No se están quietos,
Sosegados como el pequeño vacío que llevo en mí.
Tuve oportunidades. Probé y traté.
Cosí la vida a mi vida como una voz rara.
Caminé con cuidado, con precaución, como un objeto extraño.
Intenté no pensar demasiado. Traté de ser natural.
Traté ciegamente de ser amorosa como las demás mujeres,
Ciega en mi lecho, con mi querido ciego.
No buscaré otro rostro en la densa oscuridad.
No busqué. Pero el rostro aún estaba ahí.
La cara del que ya se amaba en su perfección.
La cara del muerto que no podía ser perfecto.
Más que en su fácil calma y que así no podía ser santo.
Y luego hubo otras caras. Los rostros de naciones,
gobiernos, parlamentos, sociedades.
Rostro sin rostro de hombres importantes.
Son estos los hombres que me molestan:
¡Son tan celosos de todo lo que no sea plano! Dioses celosos.
Ellos quieren que el mundo entero sea plano porque ellos lo son.
Veo al Padre que habla con el Hijo.
Una serenidad tal no puede ser más que santa.
Se dicen: "debemos crear un paraíso.
Lavemos y aplanemos el relieve de estas almas"
Primera voz
Estoy tranquila. Estoy tranquila. Es la calma que antecede a lo terrible:
El instante amarillo, anterior al viento caminante cuando las hojas
Voltean sus manos y muestran su palidez. Aquí realmente hay calma.
Las voces retroceden y se ensordecen.
Las sábanas y los rostros blancos se han detenido
Como esferas de péndulo. Sus jeroglíficos visibles
Devienen en cortinas de pergamino que me protegen del viento.
¡Esconden secretos tales en árabe, en chino!
Estoy muda y parda, soy una semilla a punto de reventar.
Lo que en mí es negro está muerto, es decepcionante:
No desea ser más, nada.
El crepúsculo me cubre de azul como una María.
¡Color de distancia y olvido!
¿Cuándo vendrá la suplente, dónde se romperá el tiempo?
¿Será devorada por la eternidad, y dónde me oscureceré?
Hablo conmigo misma, sólo conmigo, yo desvarío-
Estoy llena de desinfectantes rojos, presta al sacrificio.
La espera pasa torpe en mis párpados, pesa como el sueño,
Como el peso del mar. Muy lejos, siento el primer vago
E inevitable mareo que carga sobre mí su pesadez de agonía
Y yo, concha resonante en esta playa blanca,
Afronto estas voces aciagas, este elemento terrible.
Tercera voz
He aquí que soy montaña entre mujeres-montañas.
Los médicos van entre nosotras como si nuestra gordura
Espantara el alma. Sonríen como imbéciles.
Son culpables porque yo lo soy, y lo saben.
Cargan su vacuidad como un modo de salud.
Y si los hubiera sorprendido, como a mí.
Se habrían vuelto locos.
¿Y si dos vidas fluyeran de mis muslos?
Vi la sala blanca y limpia con sus instrumentos.
Es un lugar de gritos sin gozo.
"Aquí vendrá usted cuando esté lista".
Los vigilantes son lunas vacías y rojas, empañadas de sangre.
No estoy lista para lo que pueda suceder.
Tendría que matar lo que me mata.
Primera voz
No hay milagro más cruel que éste.
Soy arrastrada por caballos con cascos de acero.
Resisto. Tengo una herida. Desempeño un trabajo.
Este túnel negro por el que pasan en fogonazos las pruebas,
Las pruebas, los síntomas, los rostros perturbados.
Soy el centro de una atrocidad.
¿Qué sufrimientos, qué tristezas habré de parir y amar?
¿Una inocencia tal, puede matar aún?
Ella se cría de mi vida. Los árboles mueren en la calle.
La lluvia es corrosiva.
La siento en mi lengua, y los dolores del trabajo,
Los horrores que se ensañan, se aflojan, las indiferentes parteras
Con su corazón prendido que golpea y sus estuches de instrumentos.
Seré una pared y un techo que ampara.
Seré un cielo, un monte de bondad: ¡Déjenme vivir!
Una fuerza rota en mí, una antigua tenacidad.
Me agrieto como el mundo. Esta obscuridad,
Esta ráfaga de obscuridad. Cruzo mis manos sobre una montaña.
El aire es denso. Pesado por mi trabajo.
Me usan. Me manipulan. A mis ojos los atormenta la noche.
No veo nada.
Segunda voz
Soy acusada. Sueño matanzas.
Soy un jardín de agonías negras y rojas. Las bebo,
Me odian, rencorosa y espantada. Y ahora el mundo concibe
Su fin y se abalanza hacia ella, los brazos tendidos, llenos de amor.
Es un amor de la muerte, que todo envenena.
Un sol muerto destiñe el periódico. Se torna rojo.
Pierdo vida tras vida. La tierra negra las bebe.
Ella es el vampiro de todas nosotras. Nos mantiene.
Nos ceba, es buena. Su boca es roja.
La conozco, la conozco íntimamente.
Vieja mendiga, escarchada y estéril, vieja bomba de tiempo.
Los hombres la engañaron. Ella se los tragará
Los tragará, los tragará, sí, los tragará.
El sol ya se tendió. Yo muero. Forjo una muerte.
Primera voz
¿Quién es este terrible muchacho azul, extraño y
brillante, como caído de una estrella?
¡Mira con tanta cólera! Atracó
en el cuarto, con un grito en el talón.
El azul se vuelve más pálido. Después de todo es humano.
Un loto rojo se abre en un tazón de sangre;
Me vuelven a coser con seda, como si fuera una tela.
¿Qué hacían mis dedos antes de tenerle?
¿Qué hacía mi corazón antes de amarle?
Nunca vi nada tan límpido
Sus párpados son flores de lilas
Y su aliento es dulce como una mariposa nocturna.
No le abandonaré.
No hay artificio ni defecto en él. Que así se conserve.
Segunda voz
La luna se ve en el alto cristal. Se acabó
¡El invierno me hinchó el alma! Y esta luz caliza
Que pinta escamas en los cristales de oficinas vacías,
De escuelas vacías, de iglesias vacías.¡Cuánto vacío!
Después viene esta suspensión. Esta terrible suspensión de todo.
Estos cuerpos amontonados a mi alrededor, Estos durmientes polares.
¿Qué rayo azul y hielo lunar son sus sueños?
Siento que entra en mí, frío, desconocido, como un instrumento.
En el otro extremo esa silueta dura y loca, esa boca redonda
Siempre abierta en señal de lamento.
Es ella la que, mes tras mes, arrastra tras de sí
sus mareas de sangre negra que anuncian el fracaso.
Suspendido de sus recursos, soy también impotente como el mar.
Me siento inquieta. Inquieta e inútil. Yo también, doy a luz cadáveres.
Iré hacia el norte. Iré a la noche polar.
Me veo como una sombra, ni hombre ni mujer.
Ni como una mujer dichosa de ser un hombre, ni como un hombre
Bastante brutal y lo suficientemente tranquilo para no sentir
una insuficiencia. Siento una carencia.
Tengo mis dedos levantados, diez estacas blancas.
Miro, la oscuridad se filtra y atraviesa los nudillos.
No puedo retenerla. No puedo contener mi vida.
Seré una heroína periférica.
No me dejaré acusar por los botones caídos
Por los agujeros en los talones de calcetines, los rostros blancos y mudos
De cartas sin respuesta, encerrados en estuches.
No se me delatará, no se me acusará.
El reloj no me hallará en la espera, ni esas estrellas
Que clavan un abismo en otro abismo.
Tercera voz
La miro en mi sueño, mi terrible y pequeña niña roja.
Llora a través del vidrio que nos separa.
Llora, está muy molesta.
Sus chillidos son uñas que agarran y rasguñan como gatos.
Por sus uñas afiladas es que roba mi atención.
Llora con la noche, con las estrellas
Que brillan y giran tan lejos de nosotros.
Su cabecita parece esculpida en madera,
De madera roja y dura, los ojos cerrados y la boca grande, abierta,
de la boca abierta salen gritos agudos
Que arañan mis sueños como flechas.
Rasguñan mi sueño, y penetran mis flancos.
Mi hija no tiene dientes. Su boca es larga.
Emite sonidos tan siniestros que no puede ser buena.
Primera voz
¿Quién nos lanza esas criaturas inocentes?
Mira, ellas están extenuadas, todas flácidas
En su cuna de tela, con su nombre anudado en la muñeca,
Esta medallita de plata que ellas vinieron a buscar de tan lejos.
Algunas tienen los cabellos negros y densos, otras están calvas.
El color de su piel es rosa, pálido, moreno o rojo,
Ellas comienzan a recordar sus diferencias.
Parecen hechas de agua; no tienen expresión.
Sus facciones duermen, como la luz en el agua quieta.
Son verdaderos frailes y monjas con hábitos idénticos.
Las veo como cuerpos celestes que llueven sobre la tierra
Estas pequeñas maravillas, estos ídolos puros llueven.
En la India, en el África, las Américas. Huelen a leche.
Sus talones no fueron tocados caminar en el aire.
¿Cómo puede ser tan pródiga la nada?
Ese es mi hijo.
Su ojo desorbitado es por esta vaga, terrible banalidad.
Se vuelve hacia mí como una plantita, ciega y alegre.
Un grito. Es el tejido del que cuelgo.
Me vuelvo un río de leche.
Soy una montaña caliente.
Segunda voz
No soy fea. Yo misma soy bonita.
El espejo me devuelve la imagen de una mujer proporcionada.
Las enfermeras me regresan mis ropas y una identidad.
Es normal, dicen, que esto suceda.
Es común en mi vida, y en la vida de las otras.
Una de cada cinco, más o menos. No perdí la esperanza.
Soy bella como una estadística. Ese es el lápiz rojo para mis labios.
Dibujo la antigua boca
que había patentado con mi identidad.
Hace uno, dos, tres días. Era un viernes.
No tengo necesidad de licencia; puedo trabajar desde hoy.
Puedo querer a mi marido, que comprenderá.
Que me querrá a través de las penas de mi dolencia.
Como si yo hubiera perdido un ojo, una pierna o la lengua.
Heme aquí de pie, un poco ciega. Me alejo
Sobre ruedas, a modo de piernas, esto marcha muy bien.
Y aprendo a hablar con los dedos, no con la lengua.
El cuerpo está pleno de recursos.
El cuerpo de una estrella de mar puede empujar sus brazos
Y las salamandras son ricas en piernas. Que yo sea
Pródiga en lo que me falta.
Tercera voz
Es una pequeña isla, dormida y apacible,
Y yo soy un blanco navío mugiente: Adiós, adiós.
El sol está caliente. Muy lúgubre.
Las flores de esta sala son rojas y tropicales.
Vivieron toda su vida detrás del vaso, cuidadas con ternura.
Todavía enfrentan un invierno de sábanas y rostros blancos.
Tengo muy pocas cosas en mi valija.
Los vestidos de una mujer gorda que no conozco.
Allí está mi peine y mi cepillo. Hay un vacío.
Soy tan vulnerable de repente.
Soy una herida que abandona el hospital.
Soy una herida que dejan partir.
Atrás dejo mi salud. Dejo a alguien
Que querría adherirse a mí: desato su dedos como vendajes: Me voy.
Segunda voz
Soy mía de nuevo. Todo está en su lugar.
Estoy desangrada, blanca como la cera, no tengo ataduras.
Soy plana y virginal, esto quiere decir que nada ha sucedido.
Nada que no pudiera estar borrado, arrancado raspado o recomenzado.
Estas pequeñas ramas negras ya no piensan en florecer,
Y estos cauces tan secos, ya no sueñan con la lluvia
Y esta mujer que me encuentra en los escaparates— está impecable.
Estuvo a punto de ser transparente como un espíritu.
Tímidamente es como ella sobrepone su cuidada persona
Al infierno de naranjas de África, y de cerdos colgados de las patas.
Más tarde ella vuelve a la realidad.
Soy soy. Soy yo—
Quien saborea la amargura entre los dientes.
La incalculable maldad cotidiana.
Primera voz
¿Cuánto tiempo podré ser un muro, protegido del viento?
¿Cuánto tiempo podría yo
Atenuar al sol con la sombra de mi mano,
Interpretar los rayos azules de la luna fría?
Las voces de la soledad, las voces del dolor
Golpean mi espalda incansablemente.
¿Podrá esta pequeña mecedora calmarlas?
¿Cuánto tiempo podré ser pared alrededor de mi propiedad verde?
¿Cuánto tiempo podrán ser mis manos
Una venda para su mal, y mis palabras,
Colibríes deslumbrantes, podrán seguir consolándola?
Es una cosa terrible Que esté tan abierta: como si mi corazón
Elaborara un rostro e hiciera su entrada en el mundo.
Tercera voz
Hoy los sentidos están ebrios de primavera.
Mi capa negra es un pequeño sepelio:
Esto testimonia mi formalidad.
Llevo mis libros especializados a mi costado.
Hace poco tuve una vieja herida, pero
ya está en vías de sanar.
Yo soñaba una isla, roja de gritos.
Fue un sueño sin importancia.
Primera voz
El alba abre sus pétalos en el gran olmo al lado de la casa.
Los vencejos regresaron. Silban como cohetes de papel.
Oigo el sonido de las horas
Que se amplifica y se desvanece en los caminos huecos. Oigo las vacas
que mugen.
Los colores recobran su resplandor, y el heno mojado
humea al sol.
Los narcisos entreabren su rostro blanco en el huerto.
Estoy tranquila. Estoy tranquila.
Estos son los colores claros de la habitación del niño,
Esos son los canarios que picotean y los alegres corderos.
De nuevo soy sencilla. Creo en los milagros.
No creo en esos niños aterradores
Cuyos ojos blancos y manos sin dedos dislocan mi sueño.
Esos no son míos. No me pertenecen.
Voy a meditar en el orden de las cosas.
Voy a meditar en mi muchachito.
No camina. No me dice ni una palabra.
Aún está en pañales, en mantillas blancas.
Sin embargo él es rosa y perfecto. Sonríe tan seguido.
Tapicé su habitación de rosas gigantes.
Por todas partes pinté corazoncitos.
No lo quiero talentoso.
Es la excepción lo que le interesa al diablo.
Es la excepción la que trepa la colina dolorosa.
Que se sienta en el desierto y hace sufrir al corazón de su madre.
Lo quiero superficial,
Y que me ame como lo amo,
y que se case con quien quiera y donde quiera.
Tercera voz
El calor del medio día en los alrededores.
Los botones de oro
Se doblan y funden, y los amantes
No dejan de pasar.
Son oscuros y vacíos como sombras.
¡Es de tal suerte sano que no haya apegos!
Soy solitaria como la hierba.¿Qué es esto que me falta?
¿Jamás le encontraré, sea lo que sea?
Los cisnes se han ido. El río
Aún recuerda su blancura.
Él busca sus fulgores.
Encuentra sus formas en una nube
¿Qué es este pájaro que llama
con tal dolor en la voz?
Dice que estoy más joven que nunca.
¿Qué es esto que me falta?
Segunda voz
Estoy en casa a la luz de la lámpara. Los atardeceres se prolongan,
Remiendo una falda de seda:mi marido lee.
Con qué belleza la luz abarca todo esto.
Hay una suerte de vaho en el aire primaveral.
Un vaho que impregna de rosa los parques
y las pequeñas estatuas como si una ternura se despertara,
Una ternura que no extenúa, que cura.
Espero y estoy mal. Creo que estoy sanando.
Quedan demasiadas cosas por hacer. Mis manos
Pueden coser con cuidado este encaje a esta tela. Mi marido
Puede voltear y volver las páginas de un libro.
Y así estamos juntos en casa, —durante horas.
Sólo el tiempo pesa en nuestras manos.
Sólo el tiempo, que tampoco es material.
De golpe las calles pueden volverse papel, pero me repongo
De mi larga caída, y me recupero en mi cama,
Al amparo del colchón, las manos
atadas como para una caída.
Me recupero. Ya no soy una sombra
Aunque haya una sombra que sale de mis pies. Soy una esposa.
La ciudad espera y tiene un mal. Las hierbitas
Crujen a través de las piedras, y están verdes de vida.
First voice
I am slow as the world. I am very patient,
Turning through my time, the suns and stars
Regarding me with attention.
The moon's concern is more personal:
She passes and repasses, luminous as a nurse.
Is she sorry for what will happen? I do not think so.
She is simply astonished at fertility.
When I walk out, I am a great event.
I do not have to think, or even rehearse.
What happens in me will happen without attention.
The pheasant stands on the hill;
He is arranging his brown feathers.
I cannot help smiling at what it is I know.
Leaves and petals attend me. I am ready.
Second voice
When I first saw it, the small red seep, I did not believe it.
I watched the men walk about me in the office. They were so flat!
There was something about them like cardboard, and now I had caught it,
That flat, flat, flatness from which ideas, destructions,
Bulldozers, guillotines, white chambers of shrieks proceed,
Endlessly proceed--and the cold angels, the abstractions.
I sat at my desk in my stockings, my high heels,
And the man I work for laughed: 'Have you seen something awful?
You are so white, suddenly.' And I said nothing.
I saw death in the bare trees, a deprivation.
I could not believe it. Is it so difficult
For the spirit to conceive a face, a mouth?
The letters proceed from these black keys,
and these black keys proceed
From my alphabetical fingers, ordering parts,
Parts, bits, cogs, the shining multiples
. I am dying as I sit. I lose a dimension.
Trains roar in my ears, departures, departures!
The silver track of time empties into the distance,
The white sky empties of its promise, like a cup.
These are my feet, these mechanical echoes.
Tap, tap, tap, steel pegs. I am found wanting.
This is a disease I carry home, this is a death.
Again, this is a death. Is it the air,
The particles of destruction I suck up? Am I a pulse
That wanes and wanes, facing the cold angel?
Is this my lover then? This death, this death?
As a child I loved a lichen-bitten name.
Is this the one sin then, this old dead love of death?
Third voice
I remember the minute when I knew for sure.
The willows were chilling,
The face in the pool was beautiful, but not mine--
It had a consequential look, like everything else,
And all I could see was dangers: doves and words,
Stars and showers of gold--conceptions, conceptions!
I remember a white, cold wing
And the great swan, with its terrible look,
Coming at me, like a castle, from the top of the river.
There is a snake in swans.
He glided by; his eye had a black meaning.
I saw the world in it--small, mean and black,
Every little word hooked to every little word, and act to act.
A hot blue day had budded into something.
I wasn't ready. The white clouds rearing
Aside were dragging me in four directions.
I wasn't ready.
I had no reverence.
I thought I could deny the consequence--
But it was too late for that. It was too late, and the face
Went on shaping itself with love, as if I was ready.
Second voice
It is a world of snow now. I am not at home.
How white these sheets are. The faces have no features.
They are bald and impossible, like the faces of my children,
Those little sick ones that elude my arms.
Other children do not touch me: they are terrible.
They have too many colors, too much life. They are not quiet,
Quiet, like the little emptinesses I carry.
I have had my chances. I have tried and tried.
I have stitched life into me like a rare organ,
And walked carefully, precariously, like something rare.
I have tried not to think too hard. I have tried to be natural.
I have tried to be blind in love, like other women,
Blind in my bed, with my dear blind sweet one,
Not looking, through the thick dark, for the face of another.
I did not look. But still the face was there,
The face of the unborn one that loved its perfections,
The face of the dead one that could only be perfect
In its easy peace, could only keep holy so.
And then there were other faces. The faces of nations,
Governments, parliaments, societies,
The faceless faces of important men.
It is these men I mind:
They are so jealous of anything that is not flat! They are jealous gods
That would have the whole world flat because they are.
I see the Father conversing with the Son.
Such flatness cannot but be holy.
'Let us make a heaven,' they say.
'Let us flatten and launder the grossness from these souls.'
First voice
I am calm. I am calm. It is the calm before something awful:
The yellow minute before the wind walks, when the leaves
Turn up their hands, their pallors. It is so quiet here.
The sheets, the faces, are white and stopped, like clocks.
Voices stand back and flatten. Their visible hieroglyphs
Flatten to parchment screens to keep the wind off.
They paint such secrets in Arabic, Chinese!
I am dumb and brown. I am a seed about to break.
The brownness is my dead self, and it is sullen:
It does not wish to be more, or different.
Dusk hoods me in blue now, like a Mary.
O color of distnace and forgetfulness!--
When will it be, the second when Time breaks
And eternity engulfs it, and I drown utterly?
I talk to myself, myself only, set apart--
Swabbed and lurid with disinfectants, sacrificial.
Waiting lies heavy on my lids. It lies like sleep,
Like a big sea. Far off, far off, I feel the first wave tug
Its cargo of agony toward me, inescapable, tidal.
And I, a shell, echoing on this white beach
Face the voices that overwhelm, the terrible element.
Third voice
I am a mountain now, among mountainy women.
The doctors move among us as if our bigness
Frightened the mind. They smile like fools.
They are to blame for what I am, and they know it.
They hug their flatness like a kind of health.
And what if they found themselves surprised, as I did?
They would go mad with it.
And what if two lives leaked between my thighs?
I have seen the white clean chamber with its instruments.
It is a place of shrieks. It is not happy.
'This is where you will come when you are ready.'
The night lights are flat red moons. They are dull with blood.
I am not ready for anything to happen.
I should have murdered this, that murders me.
First voice
There is no miracle more cruel than this.
I am dragged by the horses, the iron hooves.
I last. I last it out. I accomplish a work.
Dark tunnel, through which hurtle the visitations,
The visitations, the manifestations, the startled faces.
I am the center of an atrocity.
What pains, what sorrows must I be mothering?
Can such innocence kill and kill? It milks my life.
The trees wither in the street. The rain is corrosive.
I taste it on my tongue, and the workable horrors,
The horrors that stand and idle, the slighted godmothers
With their hearts that tick and tick, with their satchels of instruments.
I shall be a wall and a roof, protecting.
I shall be a sky and a hill of good: O let me be!
A power is growing on me, an old tenacity.
I am breaking apart like the world. There is this blackness,
This ram of blackness. I fold my hands on a mountain.
The air is thick. It is thick with this working.
I am used. I am drummed into use.
My eyes are squeezed by this blackness.
I see nothing.
Second voice
I am accused. I dream of massacres.
I am a garden of black and red agonies. I drink them,
Hating myself, hating and fearing. And now the world conceives
Its end and runs toward it, arms held out in love.
It is a love of death that sickens everything.
A dead sun stains the newsprint. It is red.
I lose life after life. The dark earth drinks them.
She is the vampire of us all. So she supports us,
Fattens us, is kind. Her mouth is red.
I know her. I know her intimately--
Old winter-face, old barren one, old time bomb.
Men have used her meanly. She will eat them.
Eat them, eat them, eat them in the end.
The sun is down. I die. I make a death.
First voice
Who is he, this blue, furious boy,
Shiny and strange, as if he had hurtled from a star?
He is looking so angrily!
He flew into the room, a shriek at his heel.
The blue color pales. He is human after all.
A red lotus opens in its bowl of blood;
They are stitching me up with silk, as if I were a material.
What did my fingers do before they held him?
What did my heart do, with its love?
I have never seen a thing so clear.
His lids are like the lilac-flower
And soft as a moth, his breath.
I shall not let go.
There is no guile or warp in him. May he keep so.
Second voice
There is the moon in the high window. It is over.
How winter fills my soul! And that chalk light
Laying its scales on the windows, the windows of empty offices,
Empty schoolrooms, empty churches. O so much emptiness!
There is this cessation. This terrible cessation of everything.
These bodies mounded around me now, these polar sleepers--
What blue, moony ray ices their dreams?
I feel it enter me, cold, alien, like an instrument.
And that mad, hard face at the end of it, that O-mouth
Open in its gape of perpetual grieving.
It is she that drags the blood-black sea around
Month after month, with its voices of failure.
I am helpless as the sea at the end of her string.
I am restless. Restless and useless. I, too, create corpses.
I shall move north. I shall move into a long blackness.
I see myself as a shadow, neither man nor woman,
Neither a woman, happy to be like a man, nor a man
Blunt and flat enough to feel no lack. I feel a lack.
I hold my fingers up, ten white pickets.
See, the darkness is leaking from the cracks.
I cannot contain it. I cannot contain my life.
I shall be a heroine of the peripheral.
I shall not be accused by isolate buttons,
Holes in the heels of socks, the white mute faces
Of unanswered letters, coffined in a letter case.
I shall not be accused, I shall not be accused.
The clock shall not find me wanting, nor these stars
That rivet in place abyss after abyss.
Third voice
I see her in my sleep, my red, terrible girl.
She is crying through the glass that separates us.
She is crying, and she is furious.
Her cries are hooks that catch and grate like cats.
It is by these hooks she climbs to my notice.
She is crying at the dark, or at the stars
That at such a distance from us shine and whirl.
I think her little head is carved in wood,
A red, hard wood, eyes shut and mouth wide open.
And from the open mouth issue sharp cries
Scratching at my sleep like arrows,
Scratching at my sleep, and entering my side.
My daughter has no teeth. Her mouth is wide.
It utters such dark sounds it cannot be good.
First voice
What is it that flings these innocent souls at us?
Look, they are so exhausted, they are all flat out
In their canvas-sided cots, names tied to their wrists,
The little silver trophies they've come so far for.
There are some with thick black hair, there are some bald.
Their skin tints are pink or sallow, brown or red;
They are beginning to remember their differences.
I think they are made of water; they have no expression.
Their features are sleeping, like light on quiet water.
They are the real monks and nuns in their identical garments.
I see them showering like stars on to the world--
On India, Africa, America, these miraculous ones,
These pure, small images. They smell of milk.
Their footsoles are untouched. They are walkers of air.
Can nothingness be so prodigal?
Here is my son.
His wide eye is that general, flat blue.
He is turning to me like a little, blind, bright plant.
One cry. It is the hook I hang on.
And I am a river of milk.
I am a warm hill.
Second voice
I am not ugly. I am even beautiful.
The mirror gives back a woman without deformity.
The nurses give back my clothes, and an identity.
It is usual, they say, for such a thing to happen.
It is usual in my life, and the lives of others.
I am one in five, something like that. I am not hopeless.
I am beautiful as a statistic. Here is my lipstick.
I draw on the old mouth.
The red mouth I put by with my identity
A day ago, two days, three days ago. It was a Friday.
I do not even need a holiday; I can go to work today.
I can love my husband, who will understand.
Who will love me through the blur of my deformity
As if I had lost an eye, a leg, a tongue.
And so I stand, a little sightless. So I walk
Away on wheels, instead of legs, they serve as well.
And learn to speak with fingers, not a tongue.
The body is resourceful.
The body of a starfish can grow back its arms
And newts are prodigal in legs. And may I be
As prodigal in what lacks me.
Third voice
She is a small island, asleep and peaceful,
And I am a white ship hooting: Goodbye, goodbye.
The day is blazing. It is very mournful.
The flowers in this room are red and tropical.
They have lived behind glass all their lives, they have been cared for tenderly.
Now they face a winter of white sheets, white faces.
There is very little to go into my suitcase.
There are the clothes of a fat woman I do not know.
There is my comb and brush. There is an emptiness.
I am so vulnerable suddenly.
I am a wound walking out of hospital.
I am a wound that they are letting go.
I leave my health behind. I leave someone
Who would adhere to me: I undo her fingers like bandages: I go.
Second voice
I am myself again. There are no loose ends.
I am bled white as wax, I have no attachments.
I am flat and virginal, which means nothing has happened,
Nothing that cannot be erased, ripped up and scrapped, begun again.
There little black twigs do not think to bud,
Nor do these dry, dry gutters dream of rain.
This woman who meets me in windows--she is neat.
So neat she is transparent, like a spirit.
how shyly she superimposes her neat self
On the inferno of African oranges, the heel-hung pigs.
She is deferring to reality.
It is I. It is I--
Tasting the bitterness between my teeth.
The incalculable malice of the everyday.
First voice
How long can I be a wall, keeping the wind off?
How long can I be
Gentling the sun with the shade of my hand,
Intercepting the blue bolts of a cold moon?
The voices of loneliness, the voices of sorrow
Lap at my back ineluctably.
How shall it soften them, this little lullaby?
How long can I be a wall around my green property?
How long can my hands
Be a bandage to his hurt, and my words
Bright birds in the sky, consoling, consoling?
It is a terrible thing
To be so open: it is as if my heart
Put on a face and walked into the world.
Third voice
Today the colleges are drunk with spring.
My black gown is a litle funeral:
It shows I am serious.
The books I carry wedge into my side.
I had an old wound once, but it is healing.
I had a dream of an island, red with cries.
It was a dream, and did not mean a thing.
First voice
Dawn flowers in the great elm outside the house.
The swifts are back. They are shrieking like paper rockets.
I hear the sound of the hours
Widen and die in the hedgerows. I hear the moo of cows.
The colors replenish themselves, and the wet
Thatch smokes in the sun.
The narcissi open white faces in the orchard.
I am reassured. I am reassured.
These are the clear bright colors of the nursery,
The talking ducks, the happy lambs.
I am simple again. I believe in miracles.
I do not believe in those terrible children
Who injure my sleep with their white eyes, their fingerless hands.
They are not mine. They do not belong to me.
I shall meditate upon normality.
I shall meditate upon my little son.
He does not walk. He does not speak a word.
He is still swaddled in white bands.
But he is pink and perfect. He smiles so frequently.
I have papered his room with big roses,
I have painted little hearts on everything.
I do not will him to be exceptional.
It is the exception that interests the devil.
It is the exception that climbs the sorrowful hill
Or sits in the desert and hurts his mother's heart.
I will him to be common,
To love me as I love him,
And to marry what he wants and where he will.
Third voice
Hot noon in the meadows. The buttercups
Swelter and melt, and the lovers
Pass by, pass by.
They are black and flat as shadows.
It is so beautiful to have no attachments!
I am solitary as grass. What is it I miss?
Shall I ever find it, whatever it is?
The swans are gone. Still the river
Remembers how white they were.
It strives after them with its lights.
It finds their shapes in a cloud.
What is that bird that cries
With such sorrow in its voice?
I am young as ever, it says. What is it I miss?
Second voice
I am at home in the lamplight. The evenings are lengthening.
I am mending a silk slip: my husband is reading.
How beautifully the light includes these things.
There is a kind of smoke in the spring air,
A smoke that takes the parks, the little statues
With pinkness, as if a tenderness awoke,
A tenderness that did not tire, something healing.
I wait and ache. I think I have been healing.
There is a great deal else to do. My hands
Can stitch lace neatly on to this material. My husband
Can turn and turn the pages of a book.
And so we are at home together, after hours.
It is only time that weighs upon our hands.
It is only time, and that is not material.
The streets may turn to paper suddenly, but I recover
From the long fall, and find myself in bed,
Safe on the mattress, hands braced, as for a fall.
I find myself again. I am no shadow
Though there is a shadow starting from my feet. I am a wife.
The city waits and aches. The little grasses
Crack through stone, and they are green with life.
Traducción: Uriel Martín
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