Robert Walser - El hada

26 mar 2020

Robert Walser - El hada

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Robert Walser - El hada


Un joven y pobre caminante, una suerte de poeta trotamundos, llegó en uno de sus paseos silvestres hasta un bonito y elegante castillo que se escondía en el tenue, claro y dulce verde primaveral. Una mujer miraba desde la ventana, y puesto que el joven la miraba tan callado, la dama, que era un hada o algo parecido a un hada, quiso invitarlo a subir. Así lo hizo el muchacho, y la mujer le dio la bienvenida con toda la amabilidad del mundo.

—Quédate conmigo —le dijo—. No querrás pasarte la vida de pueblo en pueblo.

El muchacho se quedó algún tiempo, y algún tiempo le gustó la vida en casa de la dulce, amable y augusta hada. Pero pronto se despertaron en su pecho las ansias de seguir caminando. Entristecía y se notaba como petrificado. Echaba de menos el camino.

—¿Qué te ocurre? ¿Acaso ya no estás a gusto aquí conmigo? —preguntó la mujer al joven, que estaba alterado.

Pero él no contestó, sino que miró por la ventana al horizonte azulado, verdoso, donde a su juicio residía el placer de la existencia. El hada quiso besarle, pero él se hizo a un lado. Ella salió de la habitación y se puso a llorar. Y así pasaron los días hasta que una mañana, muy temprano, el muchacho se presentó ante la amable dama dispuesto para partir, con la intención de despedirse de ella. Celestial, cautivadora ardía la aurora en el cielo; los pájaros cantaban seductores en las ramas verdes.

—Quiero… debo irme —dijo él—. Tengo que proseguir mi viaje por el ancho mundo. Aquí me voy a morir, lo presiento. Tengo que estirar las piernas. Tengo que respirar el aire de los caminos, y por muy mala que sea la comida, prefiero comer en fondas miserables que aquí, en este precioso castillo donde me siento inútil. Deja que me vaya y te agradezca todas las atenciones que me ha dispensado.

Así, sin tacto, habló el muchacho; y sin prestar atención a cuanto el hada le decía, se marchó; y mientras se marchaba, en voz alta, viva y alegre, dedicó una canción de muchachos al hermoso y cálido mundo. Se esfumó, y el hada lo perdió de vista para siempre.

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