Jorge Luis Borges entrevistado por los
periodistas venezolanos Sofía Ímber y Carlos Rangel en 1982
Sofía Ímber: Buenos días.
Jorge Luis Borges: Buenos días,
señora.
SÍ: Antes que nada quería
señalar que en la rueda de prensa que dio usted para los periodistas a su
llegada a Caracas, surgió una especie de dificultad, porque alguien le dijo
“¡Maestro Borges!” y usted dijo que no lo llamaran “maestro”. Entonces alguien
me dijo: “Sofía, dile Borges”… Y la verdad es que yo no me atrevo a eso.
Entonces vamos a tratarlo en este programa de señor Borges.
JLB: No, nada de señor… Borges,
solamente.
SÍ: Bueno, entonces Borges.
JLB: ¡Y doctor tampoco!
SÍ: Sobre todo eso no.
JLB: Borges solamente.
SÍ: Usted ha dicho que en su
infancia, antes de haber escrito una línea, ya sabía que su destino era
literario, que su vida estaría dedicada a la literatura, pero a través de toda
su obra traspasa, trasciende la nostalgia de otro destino, el destino del
hombre de acción…
JLB: No.
SÍ: ¿Usted siempre ha unido
la vida del escritor a la del guerrero?
JLB: No, no… Yo creo que no,
creo que el escritor sueña, se imagina cosas, nada más…
SÍ: Pero, ¿por qué usted
supo que iba a ser escritor antes de serlo?
JLB: Quizás fue por la
influencia de mi padre porque él fue un escritor, un buen escritor que no pudo
publicar nunca, que no pudo cumplir con ese esquema y quiso que su hijo lo
cumpliera por él; me inculcó eso desde temprana edad. Además, el hecho de vivir
rodeado de libros y… De mis recuerdos de la infancia, lo que más recuerdo es la
biblioteca de mi padre. Es mi vida. Esa voluntad de él acabó por crear una
vocación en mí, la vocación literaria, y no me arrepiento de ella; yo he
encontrado y encuentro mucha felicidad en la lectura y en la escritura también,
porque a mí me gusta lo que he escrito, me gusta escribirlo, y me gusta
planearlo también, me gusta soñar, me gusta escribir y después, una vez que lo
he publicado, trato de olvidarlo y de repetir ese ejercicio con otros sueños y
con otras reacciones.
Carlos Rangel: Volviendo al
tema de la vida contemplativa o intelectual, o reflexiva, en contraposición con
la vida del hombre de acción, yo he leído en alguna parte palabras suyas sobre
su bisabuelo que peleó en Junín.
JLB: Sí. Suárez, que se
distinguió en la batalla de Junín.
CR: Y usted en esas palabras
dice que ha podido o ha debido ser muy emocionante, una experiencia
extraordinaria, dirigir una carga de caballería en Junín, pero –agrega usted–
tal vez no en ese momento, tal vez él pensó que era como pasar la calle
apresuradamente para que no lo atropellen los automóviles.
JLB: Posiblemente. La batalla
de Junín fue… en la memoria… en el momento… una acción física…
CR: La literatura es más
real todavía entonces…
JLB: La literatura convierte el
presente en memoria, lo convierte en sueños, y la memoria de cuando se hacen
las cosas. Sí, yo no me arrepiento de haber vivido.
CR: De no haber sido el
coronel Suárez.
JLB: No, creo que no. Ahora, sin
duda, yo a mi modo lo soy también, y es que yo he pensado más en la batalla de
Junín que él.
SÍ: La literatura, Borges,
¿para qué sirve? ¿Para qué debería servir para quien la escribe, para quien la
lee?
JLB: Creo que es un fin en sí.
Yo querría escribir supeditado a la ética. Es decir, el escritor sueña pero
debe ser sincero con sus sueños, es decir, solo debe escribir aquello que
realmente ha soñado, aquello que es históricamente real o lo que fue real, o lo
que es real para su imaginación; de modo que hay una ética del escritor. Como
todos los jóvenes, yo pensaba si yo vivo realmente lo que siento, tengo que ser
moderno, tengo que buscar una literatura que me responda, y al país…
CR: Usted ha respondido a la
pregunta desde el punto de vista del escritor, que es el suyo, pero hay el
punto de vista del lector. ¿Al lector para qué le sirve la literatura?
JLB: Si el lector no encuentra
un agrado en la literatura, quiere decir que ese libro no ha sido escrito para
él. Creo que se debe buscar en los libros la felicidad o la emoción, digamos.
CR: O mejorar éticamente.
JLB: O mejorar éticamente, y
uno puede buscar información también.
CR: ¿Usted cree que los
libros mejoran a quienes los leen?
JLB: ¡Ojalá, ojalá!… Pero yo no
lo sé realmente, yo trato de ser fiel a mi imaginación según las circunstancias
de la cambiante realidad.
SÍ: ¿Qué opina usted de la
llamada literatura comprometida, entonces?
JLB: Eso yo creo que es un
error; la literatura tiene compromisos con la literatura y no con la política.
La política… nada hay posible en ella salvo algunas veces que he debido obrar
como hombre ético y opinar, pero realmente no…
SÍ: Pero, ¿no siempre actúa
como hombre ético? No en toda escritura, no en toda palabra…
JLB: Bueno, yo soy humano,
demasiado humano. Sí aspiro a la perfección, pero sin lograrla.
SÍ: Pero ciertamente la
literatura no es comprometida, como cuando usted acaba de de-cir que usted
desea que la gente mejore, o usted aspira a actuar con plena perfección.
CR: Que ojalá que la gente
mejore…
JLB: Bueno, yo al tratar de
escribir voy a tratar de contar una fábula o de hacer un ver-so que sean
aceptables para la imaginación de quien lo lee y por la mía en ese momento
sobre todo; pero luego que publico un libro me olvido de ello; yo no he leído
una línea de nuevo, cuando era muy joven sí, pero al cabo del tiempo ya no. Yo
publico un libro y no sé si es un éxito o un fracaso.
CR: Eso no le interesa.
JLB: No, no me interesa. En
todo caso a este escritor…
CR: Dígame usted una cosa,
¿cuál es la explicación de que el Quijote signifique más para nosotros que para
los contemporáneos de Cervantes, mientras que, en contraste, un escritor como
Anatole France, que fue considerado en su tiempo el mejor del mundo, se ha
desplomado y ya nadie lo lee?
JLB: El Quijote ha sido
realmente un best seller para Quevedo, para Góngora, para…
CR: Ellos lo veían con ese
desprecio.
JLB: Eso se nota en un romance
que Quevedo dedica a don Quijote y a Sancho Panza, se ve que había leído el
libro y que no le daba mucha importancia; se ve que lo leyó y que lo vio
simplemente como un libro gracioso, que leyó el capítulo final cuando Cervantes
se despide de Alonso Quijano y dice “el cual dio su espíritu, quiero decir que
se murió”, y se nota en esa torpeza la emoción de Cervantes al despedirse de su
amigo, de nuestro amigo Alonso Quijano. Eso lo leyó Quevedo y no lo sintió; a
él le interesaba la forma, le interesaba la literatura. Era un artífice ante
todo, y Cervantes era otra cosa, era algo más que artífice o algo menos pero,
en todo caso, algo distinto, algo del todo distinto. Eso es lo que yo creo.
CR: Usted ha dicho que
cualquiera puede corregir una página de Cervantes, pero que nadie podría
escribirla.
JLB: Sí. En cambio hay
escritores que han dejado páginas, una línea, pero el libro en conjunto ha
muerto.
CR: Justamente ese es el
fenómeno para el cual yo quisiera que usted nos ofrezca siquiera una
explicación. ¿Por qué Anatole France se ha derrumbado y por qué el Quijote
significa más para nosotros que para los contemporáneos de Cervantes?
JLB: Una explicación imparcial
sería que la obra de Anatole France no ha sido enriquecida por sus lectores y
el Quijote sí. Ha pasado Goethe, ha pasado Bradley, ha pasado Eliot y, en fin,
tantos otros…
CR: Y a Anatole France nadie
le ha hecho el favor.
JLB: Tiene que ver el
contenido, una serie de experiencias, y en el caso de Anatole France sería el
de un hombre muy inteligente que ejerce muy bien su arte y nada más.
SÍ: Vamos a otro autor.
Ahora se acaba de cumplir el centenario de Joyce, sobre el cual se han escrito
tantísimas cosas que no sé si le hubieran gustado a Joyce. ¿Qué piensa usted de
Joyce y de su gran novela, Ulises?
JLB: Pues yo creo que Joyce se
equivocó al enfrentar la novela, yo creo que su talen-to era verbal. Yo creo
que hubiera debido persistir en su gran tarea de poeta, de cuentista corto.
Quiero decir que en el caso de Ulises hay miles de circunstancias, personajes,
dédalos, pero que no los conocemos.
CR: Que no viven.
JLB: Yo creo que no, para mí no
viven. Lo importante es basar la novela en la vida, más allá del autor. En el
caso de Joyce lo que uno recuerda de sus obras son solo frases, bellísimas
muchas de ellas.
CR: Y en el caso suyo, ¿por
qué solo ha escrito cuentos, por qué no novelas?
JLB: Porque no soy lector de
novelas, porque he leído muy pocas novelas en mi vida. He leído, bueno, el
Quijote, a Conrad, a Stevenson, Dostoievsky…
SÍ: ¿No hubiera sido
suficiente una como una de esas?
JLB: No, no, no… La razón es
que un autor puede, digamos, vigilar un cuento porque es relativamente breve,
pero no es igual vigilar una novela; en la novela se encuentra mucho el azar.
Es decir, un cuento puede ser esencial. Ahora, en una novela, una parte,
digamos, está dedicada a desarrollar. Es inevitable. Lo exige.
SÍ: Cuando usted habla de
controlar un cuento, ¿significa controlar a sus personajes?
JLB: No, no… quiero decir que,
de igual modo que la lectura en la novela es sucesiva, la reacción en la novela
también lo es, y uno puede pensar en un cuento cuando se escribe y luego se ve
de un solo vistazo. En la novela no se puede hacer esto.
CR: ¿Cuál es la novela más
reciente que usted ha leído?
JLB: Realmente una admirable
novela de García Márquez, Cien años de soledad, porque a mí me gusta ir
releyendo los libros que ya he leído.
CR: Es que ha crecido el
mito de que usted no lee literatura contemporánea; entonces es falso, usted sí
lee literatura contemporánea.
JLB: Bueno, algunos libros… los
periódicos… uno recibe noticias cada día, noticias nuevas cada día. ¡Eso es
falso! Quizás es como leer el pasado, el futuro… y el presente tampoco. El
pasado sí quizás puede uno conocerlo, pero lo que ha sucedido ahora es tan
múltiple, tan vertiginoso, tan parcelado, que no podemos conocerlo.
SÍ: Borges, ¿cree usted en
el progreso? ¿Qué opina de nuestra época en comparación con todas las
anteriores, usted que ha escrito tanto sobre eso? ¿Es el progreso una utopía?
JLB: Yo tengo la impresión de
que declinamos ahora, yo creo que sí.
CR: ¿No ha sido esa la
impresión de todas las épocas?
JLB: No, yo creo que no. Yo
recuerdo que en 1910 mi país estaba lleno de esperanzas, y poemas como el de
Darío, “Laudo a la Argentina”, o las “Horas seculares” de Lugones, podían
hacerse con sinceridad, aunque ahora parecerían bromas, serían parodias, sí.
CR: Usted refiere su
respuesta a su patria, a la Argentina, y justamente, en ese caso particular, el
Centenario fue un pináculo.
JLB: Sí, yo creo que sí, pero en
general creo que es así. Si hablara solo de mi patria sería un hecho local, yo
creo que en general estamos declinando, o el Occidente está declinan-do en
general. Hablan de la declinación del Occidente y creo que no hay dudas de eso,
eso todos lo sentimos. Ojalá ustedes lo sientan menos en Venezuela. En mi
patria lo sentimos todos y no tenemos ninguna esperanza ni una solución, por lo
menos a mí no se me ocurre ninguna solución, pero yo no entiendo de esas cosas.
¿Qué otra cosa me queda a mí, a mi edad, sino seguir soñando y escribiendo, y
eventualmente publicando? No puedo hacer otra cosa.
SÍ: Fíjese una cosa: en un
soneto escrito para Manuel Mujica Láinez, usted dice: “Manuel Mujica Láinez,
alguna vez tuvimos una patria, ¿recuerdas?”. Y con frecuencia cita a Heine,
“tuve una vez una bella patria”… ¿Esa idea de la patria perdida cómo surge en
usted?
JLB: Es que no es una idea, esa
no es una idea, es una convicción, es un sentimiento. Yo no puedo razonarlo, yo
lo siento, y creo que todos los argentinos lo sentimos. Ahora, Heine, ¡claro!
Heine se refería a su destierro personal, él estaba desterrado en París, lo decía
en lindos versos, decía en alemán la palabra “te quiero”. ¡Fue un sueño!
CR: Voltaire, en un momento
de desánimo como pasamos todos, dijo que moriría sin más certeza que dejar al
mundo tan malvado y tan caótico como lo encontró al nacer.
JLB: Y sin embargo fue un gran
bienhechor, Voltaire.
CR: Justamente, por eso la
pregunta, por qué aquella frase tan pesimista.
JLB: Cuando uno lee Voltaire…
CR: Ético, en ese caso.
JLB: Desde luego, es que él era
un hombre ético, Voltaire, sin ninguna duda, y además la belleza de sus
páginas… Yo no veo cómo se podría encontrar una línea mal escrita en lo de
Voltaire. Estuve releyendo últimamente Le Siècle de Louis XIV, los cuentos,
todo eso es perfecto, y no pesa nunca, esa misma levedad siempre, esa misma
sonrisa; cuando está muy enojado o muy triste, sonríe.
SÍ: ¿Cuando usted está
enojado, también sonríe? ¿Usted está ahora enojado o está contento con
nosotros?
JLB: Es que nunca he estado
enojado en mi vida; es una incapacidad. Cuando debería enojarme me entristezco
y me dicen muchos que no, que conviene enojarse.
SÍ: Y usted nunca lo ha
hecho.
JLB: No, no, porque yo no… Por
eso Blake recomendaba la venganza, porque dice que si uno no se venga, uno
guarda el deseo de venganza en su interior y eso lo corrompe a uno. Así que hay
que vengarse, no para dañar al otro sino para purificarse, esa es la idea de
Blake. Ahora, yo soy incapaz de eso.
SÍ: Pero sin embargo, usted
habla de cuchillos, de violencia, y lo dice.
JLB: Bueno, sí, pero todo eso
es ajeno, es un sueño.
SÍ: ¿Pero es un sueño o una
pesadilla cuando usted sueña con cuchillos? Cuando usted se despierta, ¿le
gustaría seguir soñándolo?
JLB: Bueno, no; cuando yo sueño
me refiero a los sueños de la vigilia, mis sueños de la noche no tienen armas
blancas, mis sueños de la noche, bueno, son como los de todo el mundo, no son
sueños violentos. Mis pesadillas no son violentas, mis pesadillas son más bien
como algo de color, tranquilas.
CR: Cuéntenos una, una
pesadilla.
JLB: No… es que no puedo
contarla, porque lo terrible no está en lo que sueño sino en lo que siento
frente a ese sueño.
CR: Usted habla de un sueño
en una entrevista que le hicieron, que usted soñó con hombres con cabeza de
león, y usted decía eso, que la descripción misma del sueño no es terrorífica
pero que usted sentía…
JLB: No, no, es ligeramente
ridícula; sin embargo, si estuviéramos rodeados de hombres con cabeza de león
estaríamos alarmados, yo creo sin duda. Yo creo que Stevenson decía que él
solía soñar con cierto matiz en color, que lo aterraba, y en la vigilia no lo
aterraba ese matiz, pero en el sueño sí.
CR: Ahora, la literatura
puede crear cosas más terribles que los sueños, tal vez peores, un libro como
La isla del doctor Moreau.
JLB: Sí, yo he leído ese libro
y lo he leído con placer.
CR: ¿Usted lo ha leído con
placer?
JLB: Sí, bueno… agradable terror,
digamos así.
CR: Yo personalmente
encuentro ese libro de ingrato terror.
JLB: ¿Ingrato terror?
CR: Sí. Hablando siempre de
la violencia, del contenido de violencia en sus cuentos.
JLB: Creo que esos cuentos son
metáforas de la humanidad; no son realmente hombres, sino hombres-lobo,
hombres-perro… El hombreperro, recuerdo.
SÍ: Pero también hombres
coleadores, porque los titulares venezolanos dijeron: ¡Por fin Borges en
Venezuela!, pero lo que él quiere ver es una coleada de toros, que es un acto
vio-lento, terriblemente violento, y al parecer usted quiere saber si es más violento
que el gaucho y más macho que el gaucho.
JLB: Me han dicho amigos míos
en Buenos Aires que es imposible, y como a mí me gusta contradecir, quiero
decirles que sí es posible, que ellos se han equivocado. Son estancieros los
que me han dicho eso.
CR: Entonces usted tiene
curiosidad de ver si es cierto. ¿Usted sabe en qué consiste colear toros?
JLB: Sí, sí… Me lo han
explicado tantas veces… ¡figúrese!
SÍ: Pero es malísimo, es una
cosa de gran violencia, es malísimo para el toro.
JLB: Sí, pero… y como no tienen
memoria los animales…
SÍ: ¿Usted cree eso?
JLB: Bueno, yo he observado
muchos.
CR: Mientras les dure el
dolor, deben recordar. Usted tiene un cuento, el más célebre de todos, que se
llama “El hombre de la esquina rosada”…
JLB: A mí no me gusta.
CR: ¿Por qué no?
JLB: Porque es todo falso, es
como una pieza de teatro, los actores entran en escena… Y es que yo no quise
decir eso, yo quise escribir un cuento que fuera continuamente visual y me
equivocaba, la literatura no es visual. Yo lo escribí deliberadamente para eso
y faltó todo, y luego lo he reescrito. Bueno, yo allí pinto las cosas tal como
pueden haber sucedido, no como sucedieran operáticamente, o teatralmente en “El
hombre de la esquina rosada”. Este cuento es más verosímil.
CR: Lo que ocurre es que los
dos cuentos juntos se potencian el uno al otro formidablemente.
JLB: Bueno, le agradezco mucho
eso sobre todo, claro, porque muchos han dicho que el segundo cuento es un
error.
CR: El segundo cuento
fortalece al primero y viceversa.
JLB: Muchas gracias de nuevo.
SÍ: Vamos a volver a su
tierra que aquí nos interesa tanto. Alguna vez usted ha dicho que si en lugar
de Martín Fierro fuera Facundo el libro nacional argentino, otro y mejor
hubiera sido el destino de su país. Eso nos interesa mucho, ¿por qué?
JLB: Ante todo esa canonización
se debe a Leopoldo Lugones. Es cierto, Martín Fierro fue canonizado el año
1915. Antes uno lo leía como un poema entre otros, nada más, pero luego Lugones
lo canonizó y los militares ahora exaltan esa historia de un desertor que se
pasa al enemigo y luego es fusilado. ¡Era borracho, asesino, no solo desertor!
CR: ¿Usted cree que a la
Argentina le ha hecho daño tener a Martín Fierro de héroe nacional?
JLB: Yo creo que sí, es el
culto de un asesino, y de un asesino sentimental. Ahora, esté-ticamente el
poema es lindísimo, yo me sé casi todo el Martín Fierro de memoria.
SÍ: ¿Usted se lo sabe todo?
JLB: No, todo no, aclaro esto,
no quiero jactarme, pero bastantes estrofas sí: “Viene uno como dormido cuando
vuelve del desierto; podéis explicar mi acierto entre gente tan bizarra, y al
sentir la guitarra de mis sueños, despierto”… ¡Qué lindos y serenos versos!
“Viene uno como dormido cuando vuelve del desierto”…
CR: Pero usted también ha
dicho de otros versos de Martín Fierro, “donde bala el corderito y la vaca
también muge”, que si un payador hubiera dicho eso, lo hubieran tomado por otra
cosa.
JLB: Bueno, siento haber dicho
eso y sería un error.
CR: ¿Usted no lo recuerda?
SÍ: Ahora, Borges, quienes
aman con pasión a Martín Fierro y también a Perón dicen que cada uno de esos
personajes de ficción o de carne y hueso son verdaderamente argentinos,
mientras que Sarmiento y desde luego Jorge Luis Borges no corresponden a la
identidad nacional argentina y latinoamericana, que son extranjerizantes. Es un
tema que se ha debatido mucho.
JLB: ¿Y qué otra cosa lograron?
¿Extranjerizantes? Creo que todos los americanos, sin excluir a los Estados Unidos,
somos europeos en el destierro, todos. ¿Qué otra cosa podemos ser? Y lo que
digo es que eso puede ser una ventaja. Un inglés, un alemán, un danés, un
francés, un español, pueden ser difícilmente europeos porque piensan en tal o
cual nación, pero en cambio nosotros hemos heredado el pasado de toda Europa,
ese pasado es nuestro porque la sangre no creo que importe mucho; yo tengo,
bueno, sangre española, sangre portuguesa, sangre inglesa, sangre normanda,
sangre belga, y eso es lo menos importante de lo que yo soy, que es mi vida, yo
mismo. Yo creo que nosotros todos somos herederos de Europa porque somos
herederos de algo que tenemos que modificar… ya que solo las cosas se conciben
dentro de este mundo viviente y cambiante, si no es una cosa muerta. Tenemos la
herencia, la hermosa herencia de Europa y tenemos el deber de modificarla y
enriquecerla. ¿Les parece poco?
CR: Usted recuerda la tesis
de Ricardo Rojas en Eurindia…
JLB: Bueno…
CR: Que hay un genio de la
tierra que modifica a los hombres y que hace, o que debe hacer de cualquiera
que nazca en América, un indio prácticamente. En ese sentido…
JLB: Bueno, habrá quien crea en
esa magia, pero yo no creo en ella. Y tampoco Atahualpa ni Moctezuma, sería
absurdo.
CR: ¿Por qué ha tomado tanto
auge esa mitología tan perjudicial en América Latina?
JLB: Es que yo creo que es
perjudicial.
CR: Yo también lo creo.
JLB: Es perjudicial, pero
pasará sin duda.
CR: ¿Usted cree?
JLB: Claro… otras…. como esa.
CR: Yo recuerdo haber leído
de usted, que dando una conferencia cuando le hacían preguntas después de la
conferencia, alguien le preguntó por su árbol favorito y usted dijo que era el
eucaliptus, y que usted vio que el auditorio no estaba muy feliz porque usted
explicó que el eucaliptus era un árbol…
JLB: Australiano.
CR: Australiano, y eso no
cayó bien. ¿Usted no cree que…?
JLB: Yo sembré un eucaliptus y
allí está.
SÍ: Ese nacionalismo,
Borges, esa especie de cosa que suena cada día en todas las entrevistas con
todos los escritores, la identidad nacional, que hay que ponerse en guayuco y
alpargatas… ¿Usted no sabe qué son alpargatas?
JLB: Claro que sé qué son
alpargatas.
SÍ: ¿Sabe lo que son
alpargatas?
JLB: Yo recuerdo a los
peronistas que corrían por las calles gritando “¡Libros no, alpargatas sí!”.
Sirven para distintos fines. El nacionalismo ahora, sobre todo en un país muy
nuevo como el mío, por ejemplo, con tantos aniversarios para tan poca historia…
CR: ¿Somos tan nuevos,
Borges? ¿No será que somos tan viejos como España y que tenemos los problemas
de España y algunos adicionales? Eso de que América es nueva es algo que se
puede poner en duda en el sentido de que…
JLB: En el sentido de que descendemos
de europeos. Yo tengo más sangre española que ninguna otra, pero yo no me
siento español. Desde luego me siento argentino sin poder definir esa palabra,
y lo de español tampoco puede definirse.
SÍ: Ahora yo le quería
preguntar, justamente, volviendo al nacionalismo, que es un tema que nos
interesa tanto aquí, siempre se debate…
JLB: ¿El nacionalismo en
Venezuela?
SÍ: No, no, en Venezuela en
particular no. Nacionalismo cultural, decía Mario Vargas Llosa, es la cultura
de los incultos.
JLB: Yo creo que tiene razón.
SÍ: ¿Usted cree que tiene
razón?
JLB: Sí.
SÍ: Me gustaría mucho que
nos hablara de eso, ¿usted sería tan gentil?
JLB: Yo creo que deberíamos
cumplir con el antiguo sueño de los estoicos, ser cosmopolitas, ser ciudadanos
del mundo; pero por ahora debemos resignarnos al Estado, y a los Estados,
porque no estamos educados para otra cosa, pero quizás dentro de 500 o 400 años
merezcamos ser ciudadanos del mundo. Por ahora estamos divididos y vivimos de
un modo peligroso la política.
SÍ: ¿La política es
peligrosa, Borges?
JLB: La geopolítica es más
peligrosa aún.
CR: Para que usted vea que
en Venezuela estamos sufriendo de la misma enfermedad, hay gente que usa en
Venezuela el adjetivo “sarmentino”, de Sarmiento, como un insulto; tal o cual
es un “trasculturado sarmentino”, podría decir que desea para su país la cultura
universal.
JLB: No, no… yo estoy de parte
de Sarmiento, me agrada mencionar el nombre de Sarmiento mientras me entristece
nombrar el nombre de Rosas, de quien soy pariente lejano, y aquel otro nombre
de ese señor de cuyo nombre no quiero acordarme.
SÍ: Otro héroe argentino es
Carlos Gardel, el tango. No va a decirnos usted que también está contra el
tango, ¿o sí lo está?
JLB: Desde luego. Sentimental,
como dijo Leopoldo Lugones: es el reptil de lupanar el tango. Y tenía razón,
porque el tango nace en los prostíbulos. En 1880 nunca fue popular, una prueba
es que el instrumento del tango no es la guitarra, que se oye en cada esquina,
sino que fueron piano, flauta y violín, y después posteriormente se agregó.
Pero eso no tiene nada que ver con el tango argentino, desde luego. La guitarra
es para la milonga, y yo he usado la guitarra siempre y por eso he escrito
milongas pero no tangos. De modo que soy nacionalista en cuanto a la milonga,
es una música alegre pero no tiene nada que ver con el tango, que es
sentimental, se te tiene lástima, o solicitas lástima.
CR: Quisiera hacer un
paréntesis en este momento para agradecer a la Asociación Civil Civitas, que es
la institución que ha traído al escritor Borges a Venezuela y ha hecho posible
esta entrevista, y también para recomendarles que asistan a los foros de la
Semana de Goethe, en cuyo contexto ha venido Borges a Venezuela. Borges, yo
quisiera ahora hacerle una pregunta, plantearle un tema. Usted inclusive ha
dado conferencias sobre este tema, que es las ventajas y desventajas del
castellano en relación con otros idiomas y el futuro del castellano como
idioma.
JLB: El futuro… creo que en el
futuro el Occidente hablará castellano o inglés. Yo creo que se habla danés e
inglés, sueco-inglés, noruego-inglés, irlandés e inglés. Creo que eso será el
futuro.
CR: Entonces, ¿el castellano
vencerá al francés como lengua universal? ¿O lo tiene vencido ya?
JLB: Bueno, creo que el
Occidente hablará en castellano y en inglés, creo que seremos bilingües, lo cual
es una ventaja; no creo que la relación entre el castellano y el inglés sea
hostil, creo que más bien debe ser fraternal.
CR: Eso en cuanto a lo
sociológico y a lo histórico.
JLB: Sí.
CR: Ahora, en cuanto al
lenguaje como instrumento, ¿qué ventajas y qué desventajas tiene el castellano
en relación con otros idiomas?
JLB: Bueno, una de las ventajas
del castellano es que es fácilmente comprensible. Ustedes pueden despedazar una
palabra en castellano y se entiende; en cambio, en otros idiomas no se puede
hacer eso; si yo digo “fenetre” en lugar de “fenêtre” ya no me entienden. En
castellano yo puedo hacer lo que quiera con una palabra y me entenderán
siempre; además tiene la sonoridad, tiene las vocales abiertas, mientras que el
inglés perdió sus vocales abiertas.
CR: ¿Usted pudo haber
escrito en inglés igualmente que en castellano?
JLB: No, yo creo que no, y
además yo respeto demasiado el inglés para entenderlo como el castellano.
CR: Usted nunca se planteó
la opción.
JLB: No. He escrito algunos
poemas en inglés y luego… en fin, creo incluso que los he perdido.
CR: Y a la gente que le
pregunta –y sonríe cuando se lo digo porque recuerdo su respuesta– si usted
escribe en inglés y traduce luego al castellano, y entonces usted les cita una
copla de la milonga de…
JLB: ¡Ah, sí! Eso no ha podido
ser pensado ni escrito en inglés, hubiera sido muy difícil o prácticamente
imposible.
SÍ: Usted alcanzó a conocer
un tiempo, ni siquiera muy remoto, cuando todavía no se habían politizado todas
las cosas. ¿Era un tiempo ingenuo o un tiempo más equilibrado?
JLB: Era un tiempo mucho más
inteligente que el nuestro, por lo pronto. Ahora parecemos haber enloquecido
todos.
SÍ: ¿Por qué? ¿Usted cree
que ese enloquecimiento es el que puede llevar a lo que usted llama “Había una
patria”?
JLB: Sí. Creo que ese es el
momento bastante especial de Argentina.
SÍ: Nosotros nos encontramos
en una situación, todo el mundo, en que es común rechazar a priori a un autor
por lo que la gente sabe, o supone de sus opiniones políticas.
JLB: ¡Eso es absurdo!
SÍ: ¿Le ocurre a usted
eso?
CR: Sí le ocurre, claro.
JLB: Bueno, yo no sé, como yo
soy anarquista, del Estado y de los Estados, yo no sé. Yo no soy de ningún
partido.
SÍ: ¿Pero usted cree que es
por anarquista que tres universidades venezolanas le negaron el título de
doctor honoris causa?
JLB: Yo no sabía eso.
SÍ: Sí, ese es un honor que
le hicieron.
CR: Déjeme explicarle: en
tres universidades, las tres más importantes de acá…
JLB: Yo he sido varias veces
doctor…
CR: Para que usted esté
enterado, se propuso en las tres universidades más importantes de Venezuela, la
UCV, la ULA y LUZ, en cada caso admiradores suyos, que con motivo de esta
visita a Venezuela se le diese un doctorado honoris causa, y en cada caso hubo
una mayoría del consejo universitario para negarlo.
JLB: Son mis amigos. Yo soy
varias veces doctor, además tres veces, he sacado la cuenta.
CR: A usted no le hace
falta, pero a ellos sí.
JLB: Bueno, se han abstenido
noblemente.
SÍ: A la pregunta “¿qué ha
hecho Borges por Venezuela?”, entonces la gente decía: “Todo lo que ha hecho
por todo el mundo”. Pero la pregunta era esa, ¿qué ha hecho Borges por
Venezuela?, y además es un hombre conservador, reaccionario –decían–. ¿Usted es
conservador o anarquista?
JLB: Yo me desafilié del
Partido Conservador y del Radical también. Cuando era joven era, bueno,
comunista.
CR: Es cierto, hay unos
poemas a la Revolución rusa.
JLB: Sí, sí, exactamente, pero
en esa época era otra cosa, no el imperialismo de ahora; era otra cosa, era una
esperanza universal, aquello era muy distinto; uno podía ser comunista en 1920,
pero no en 1980. La palabra persiste en los sentidos.
CR: Acaba de ocurrir algo de
lo que no sé si usted se ha enterado, y que es muy interesante: el secretario
general del PC italiano, Enrico Berlinguer, con motivo del golpe de Estado en
Polonia, declaró clausurada la esperanza que se inauguró en 1917. ¿Se lo habían
contado?
JLB: No, pero usted me lo está
contando ahora y lo estoy oyendo muy interesado.
CR: Claro. La respuesta de
los rusos fue muy brutal, un editorial en Pravda que habla de blasfemia.
JLB: Lógico, porque para ellos
el comunismo es una religión.
CR: Que no hay Vaticano
comunista y que hasta en el lenguaje se han traicionado.
JLB: Sí.
SÍ: Usted viene en el
contexto de la Semana de Goethe y, cuando le han preguntado por qué no le gusta
Goethe, usted ha dicho “¡Porque lo he leído!”.
JLB: Yo creo que eso no deja de
ser una frase, desde luego. Me salió esa frase, pero es falso, desde luego.
CR: Pero, más seriamente,
usted ha dicho que de Goethe solo se salvan las Elegías romanas.
JLB: ¿Y le parece poco que se
salven las Elegías romanas? ¡Son espléndidas!
CR: Es una excelente
respuesta. Tenemos que agradecerle a Jorge Luis Borges la inmensa gentileza que
ha tenido…
JLB: Muchísimas gracias…
CR: …en darnos esta
entrevista, o este reportaje, como dicen en Argentina.
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