5 sept 2019
Gilles Deleuze - De las palabras esotéricas
Lewis Carroll es el explorador, el instaurador de un método serial en literatura. En él se
encuentran varios procedimientos de desarrollos en series. En primer lugar, dos series de
acontecimientos con pequeñas diferencias internas, reguladas por un objeto extraño: por
ejemplo, en Silvia y Bruno, el accidente de un joven ciclista se encuentra desplazado de
una serie a otra (capítulo 23). Y sin duda estas dos series son sucesivas, una respecto de
la otra, pero simultáneas respecto del objeto extraño, en este caso un reloj con ocho
manecillas y clavija inversa, que no va con el tiempo, sino al revés, el tiempo con él. Hace
que vuelvan los acontecimientos de dos modos, a la inversa en un devenir-loco, o con
pequeñas variaciones en un fatum estoico. El joven ciclista, que se cae en una caja en la
primera serie, pasa ahora indemne. Pero cuando las manecillas vuelven a su posición,
yace de nuevo herido sobre el carro que le conduce al hospital: como si el reloj hubiera
sabido conjurar el accidente, es decir la efectuación temporal del acontecimiento, pero no
el Acontecimiento mismo, el resultado, la herida en tanto que verdad eterna... O bien, en
la segunda parte de Silvia y Bruno (capítulo 2), una escena que reproduce una escena de
la primera parte, con muy pocas diferencias (el lugar variable del anciano, determinado
por la «bolsa», objeto extraño que se encuentra desplazado respecto de sí mismo, puesto
que, para ponerla en su lugar, la heroína se ve obligada a correr a una velocidad
fantástica).
En segundo lugar, dos series de acontecimientos con grandes diferencias internas
aceleradas, reguladas por proposiciones, o por lo menos por ruidos, onomatopeyas. Es la
ley del espejo, tal como la describía Lewis Carroll: «Todo lo que podía verse de la antigua
habitación era muy corriente y sin interés, pero todo lo demás era absolutamente
diferente.» Las series sueño-realidad de Silvia y Bruno están construidas según esta ley
de divergencia, con los desdoblamientos de personajes de una serie a otra, y sus
redesdoblamientos en cada una. En el prefacio de la segunda parte, Carroll dibuja un
cuadro detallado de estados, humanos y mágicos, que garantiza la correspondencia de
las dos series en cada pasaje del libro. Los pasos entre series, sus comunicaciones, están
asegurados generalmente por una proposición que empieza en una y acaba en la otra, o
por una onomatopeya, un ruido del que participan las dos. (No comprendemos por qué los
mejores comentadores de Carroll, especialmente los franceses, ponen tantas reservas y
críticas ligeras a Silvia y Bruno, obra maestra que muestra técnicas enteramente
renovadas respecto de Alicia y el Espejo.)
En tercer lugar, dos series de proposiciones (o bien, una serie de proposiciones y una
serie de «consumiciones», o bien una serie de expresiones puras y una serie de
designaciones) con una fuerte disparidad, reguladas por una palabra esotérica. Pero
primeramente debemos considerar que las palabras esotéricas de Carroll son de tipos
muy diferentes. Un primer tipo se contenta con contraer los elementos silábicos de una
proposición o de varias que se siguen: así, en Silvia y Bruno (capítulo 1), «y'reince» en
lugar de Your royal Highness. Esta contracción pretende extraer el sentido global de la
proposición entera para nombrarlo con una sola sílaba, «Monosílabo impronunciable»,
como dice Carroll. Se conocen otros procedimientos, ya en Rabelais y Swift: por ejemplo,
el alargamiento silábico con sobrecarga de consonantes, o bien la simple desvocalización,
conservando solamente las consonantes (como si fueran ellas las que expresaran el
sentido, y las vocales no fueran sino elementos de designación), etc.1 De cualquier forma,
las palabras esotéricas de este primer tipo forman una conexión, una síntesis de sucesión
que remite a una sola serie.
Las palabras esotéricas propias de Lewis Carroll son de otro tipo. Se trata de una síntesis
de coexistencia, que se propone asegurar la conjunción de dos series de proposiciones
heterogéneas, o de dimensiones de proposiciones (lo que es lo mismo, ya que siempre se
pueden construir las proposiciones de una serie haciéndolas encarnar particularmente en
una dimensión). Hemos visto que el gran ejemplo era la palabra Snark: circula a través de
las dos series de la oralidad, alimenticia y semiológica, o las dos dimensiones de la
proposición, designadora y expresiva. Silvia y Bruno nos da otros ejemplos: el Phlizz, fruto
sin sabor, o el Azzigoom-Pudding. La variedad de estos nombres se explica fácilmente:
ninguno de ellos es la palabra circulante misma, sino más bien un nombre para designarla
(«lo que la palabra se llama»). La palabra circulante misma es de otra naturaleza: en
principio, es la casilla vacía, la estantería vacía, la palabra blanca, como Lewis Carroll en
ocasiones aconseja a los tímidos que dejen en blanco ciertas palabras en las cartas que
escriben. Esta palabra también se «llama» nombres que señalan evanescencias y
desplazamientos: el Snark es invisible y el Phlizz es casi una onomatopeya de lo que se
desvanece. O bien, se llama con nombres completamente indeterminados: aliquid, it, esto,
cosa, chisme o trasto (véase el esto en la historia del ratón, o la cosa en la tienda de la
oveja). O, finalmente, no tiene nombre en absoluto, sino que es nombrado por todo el
estribillo de una canción que circula a través de las estrofas y las hace comunicar; o,
como en la canción del jardinero, por una conclusión de cada estrofa que pone en
comunicación a los dos géneros de premisas.
En cuarto lugar, series de gran ramificación, reguladas por palabras-valija, y constituidas
en su caso por palabras esotéricas de un tipo precedente. En efecto, las palabras-valija
son también palabras esotéricas de un nuevo tipo: se las define en primer lugar diciendo
que contraen varias palabras y envuelven varios sentidos («frumioso» = fumante +
furioso). Pero, todo el problema consiste en saber cuándo las palabras-valija se hacen
necesarias. Porque siempre se pueden encontrar palabras-valija; casi todas las palabras
esotéricas pueden interpretarse de este modo. A fuerza de buena voluntad, a fuerza de
arbitrariedad, también. Pero, en verdad, la palabra-valija sólo está fundada y formada
necesariamente si coincide con una función particular de la palabra esotérica que
pretende designar. Por ejemplo, una palabra esotérica con una simple función de
contracción sobre una sola serie (y'reince) no es una palabra-valija; por ejemplo también,
en el célebre Jabberwocky, gran número de palabras dibujan una zoología fantástica,
pero no forman necesariamente palabras-valija: así, los toves (tejones-lagartos-sacacorchos), los borogoves (pájaros-escobas), los raths (cerdos
verdes); o el verbo out gribe (mugir-estornudar-silbar)2. Por ejemplo, finalmente, una palabra esotérica que subsume dos series heterogéneas no es necesariamente una
palabra-valija: acabamos de ver que esta doble función de subsunción era cumplida
suficientemente por palabras del tipo Phlizz, cosa, esto...
Sin embargo, ya a estos niveles, pueden aparecer palabras-valija. Snark es una
palabra-valija, que designa simplemente a un animal fantástico o compuesto: shark +
snake, tiburón + serpiente. Pero sólo secundaria o accesoriamente es una palabra-valija,
porque su contenido como tal no coincide con su función como palabra esotérica. Por su
contenido remite a un animal compuesto, mientras que por su función connota dos series
heterogéneas, de las que solamente una concierne a un animal, aunque compuesto, y la
otra concierne a un sentido incorporal. No es pues por su aspecto de «valija» que cumple
su función. En cambio, Jabberwock es sin duda un animal fantástico, pero es también una
palabra-valija cuyo contenido coincide esta vez con la función. En efecto, Carroll sugiere
que está formada por wocer o wocor, que significa retoño, fruto, y por Jabber, que
expresa una discusión voluble, animada, charlatana. Es, pues, en tanto que palabra-valija
que Jabberwock connota dos series análogas a las del Snark, la serie de la descendencia
animal o vegetal que concierne a objetos designables y consumibles, y la serie de la
proliferación verbal que concierne a sentidos expresables. Pero, hay que añadir que estas
dos series pueden ser connotadas de otro modo, y que la palabra-valija no encuentra ahí
el fundamento de su necesidad. La definición de palabra-valija, como contracción de
varias palabras que encierra varios sentidos, no es pues sino una definición nominal.
Comentando la primera estrofa del Jabberwocky, Humpty Dumpty presenta como
palabras-valija: slithy («liguncoso» = ligero-untuoso-viscoso); mimsy («endriste» =
endeble-triste)... Aquí nuestras dificultades aumentan. Vemos que en cada ocasión hay
varias palabras y varios sentidos contraídos; pero estos elementos se organizan
fácilmente en una sola serie para componer un sentido global. No vemos pues cómo se
distingue la palabra-valija de una contracción simple o de una síntesis de sucesión
conectiva. Por supuesto, podemos introducir una segunda serie; el mismo Carroll
explicaba que las posibilidades de interpretación eran infinitas. Por ejemplo, podemos
reducir el Jabberwocky al esquema de la canción del jardinero, con sus dos series de
objetos desiguales (animales consumibles) de objetos portadores de sentidos (seres
simbólicos o funcionales del tipo «empleado de banca», «sello», «diligencia», o incluso
«acción de ferrocarriles», como en el Snark). Es posible entonces interpretar el final de la
primera estrofa como significando, por una parte, al modo de Humpty Dumpty: «los cerdos
verdes (raths), lejos de su casa (mome = from home) mugían-estornudaban-silbaban
(outgrabe)»; pero también como significando, por otra parte: «los tipos de interés, las
cotizaciones preferenciales (rath = yate + rather), lejos de su punto de partida, estaban
fuera de alcance (outgrab)». Pero, en esta dirección, cualquier interpretación serial puede
ser aceptada, y no vemos cómo la palabra-valija se distingue de una síntesis conjuntiva
de coexistencia, o de una palabra esotérica cualquiera que asegure la coordinación de
dos o varias series heterogéneas.
Carroll da la solución en el prefacio a La caza del Snark. «Se me pregunta: ¿Bajo qué rey,
di, piojoso? ¡Habla o muere! No sé si el rey era William o Richard. Entonces, contesto
rilchiam.» Resulta que la palabra-valija está fundada en una estricta síntesis disyuntiva. Y,
aunque nos encontremos ante un caso particular, descubriremos la ley de la palabra-valija
en general, a condición de extraer cada vez la disyunción que podía estar oculta. Así,
para «frumioso» (furioso y fumante): «Por poco que vuestros pensamientos se inclinen del
lado de fumante, diréis fumante-furioso; si se fijan, aunque sólo fuera por un pelo, del lado
de furioso, diréis furioso-fumante; pero si tenéis este don de los más raros, un espíritu perfectamente equilibrado, diréis frumioso.» Así pues, la disyunción necesaria no está entre fumante y furioso, porque puede perfectamente tratarse de los dos a la vez, sino entre fumante y furioso, por una parte, y furioso-fumante por otra. En este sentido, la función
de la palabra-valija consiste siempre en ramificar la serie en la que se inserta. Nunca
existe sola: llama a otras palabras-valija que la preceden o la siguen, y que hacen que
toda serie esté ya ramificada en principio y sea todavía ramificable. Michel Butor dice muy
bien: «Cada una de estas palabras puede convertirse en un cambio de agujas ferroviario,
e iremos de la una a la otra a través de una multitud de trayectos; de ahí, la idea de un
libro que no cuente simplemente una historia, sino un mar de historias.»3 Así pues
podemos contestar a la pregunta que planteábamos al principio: cuando la palabra
esotérica no tiene por función solamente connotar o coordinar dos series heterogéneas,
sino también introducir disyunciones en ellas, entonces la palabra-valija es necesaria o
está necesariamente fundada; es decir, que la palabra esotérica misma es entonces
«llamada» o designada por una palabra-valija. La palabra esotérica en general remite a la
vez a la casilla vacía y al ocupante sin lugar. Pero debemos distinguir tres clases de
palabras esotéricas en Lewis Carroll: las contractantes, que operan una síntesis de
sucesión sobre una sola serie y actúan sobre los elementos silábicos de una proposición
o de un conjunto de proposiciones, para extraer su sentido compuesto («conexión»); las
circulantes, que operan una síntesis de coexistencia y de coordinación entre dos series
heterogéneas, y que actúan directamente de una vez sobre el sentido respectivo de estas
series («conjunción»); y las disyuntivas o palabras-valija, que operan una ramificación
infinita de las series coexistentes, y actúan a la vez sobre las palabras y los sentidos, los
elementos silábicos y semiológicos («disyunción»). La función ramificante o la síntesis
disyuntiva es lo que da la definición real de la palabra-valija.
Notas
1 Sobre los procedimientos de Rabelais y de Swift, véase la clasificación de Emile Pons, en las OEuvres de
Swift, Pléiade, págs. 9-12.
2 Henri Parisot y Jacques B. Brunius, han dado dos bellas traducciones del Jabbenvocky. La de Parisot está
reproducida en su Lewis Carroll, ed. Seghers; la de Brunius, con comentarios sobre las palabras, en los
Cahiers du Sud, 1948, n. 287. Los dos citan también versiones del Jabberwocky en diversos idiomas.
Nosotros tomamos prestados los términos de los que nos servimos tanto de Parisot como de Brunius.
Tendremos que considerar más adelante la transcripción que Antonin Artaud hizo de la primera estrofa: ese
admirable texto plantea problemas que no son ya los de Carroll.
3 Michel Butor, Introduction aux fragments de «Finnegans Wake», Gallimard, 1962, pág. 12.
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