Al cerrar el libro
la consabida reminiscencia:
¡darse a una
Noche de Walpurgis propia!
beldades que maliciosamente
se le acercan, cortejan, excitan,
rozándole los hombros,
tocándole los talones,
Lamias semidesnudas
yéndose de entre sus dedos,
transformadas en viejas escobas,
polvorientos hongos,
deformes y delgados tirsos,
piñas por cabezas.
Trivial,
¡querer de ese desfile, gozo
asistido por el cinismo y la furia,
una dádiva para su mortalidad de lector,
mudable e inmutable,
como nube y como esfinge!
Pero no trivial
su obstinación, que a fuerza
de recorrerla la letra se le doblegue,
la mente no quiera ya disuadir,
visibles y familiares
las marcas de un pie equino sobre la mesa.
En Lírica de percepciones, 1983
No hay comentarios.:
Publicar un comentario