[Verano de 1948]
Querido Henry:
Estoy en Guatemala, pero soñando con poder regresar a Acapulco. Es una ciudad sorprendente, al pie de un volcán, llena de ruinas de los siglos XVI y XVII. Es una ciudad silenciosa, sin viento, apacible y drogada.
La gente se viste magníficamente, como los hindúes, balineses, mongoles.
Transportan todo sobre sus cabezas y trotan como caballitos. Me he alojado dos semanas en casa de Vidal, un monasterio que formó parte de una iglesia en ruinas. Hay un campanario y una capilla, y vastos aposentos señoriales. Acabo de regresar del mercado, tan abigarrado, tan primitivo. En una vasta sala con arcadas cocinan en braseros que están en venta, y aunque todo está ahumado, allí se sientan en silencio, estáticos. Hablan tan poco, y no bailan, aunque de noche las marimbas tocan en la plaza. Es feudal y oriental, casi como el Tibet. De noche puede verse la cumbre del volcán. Cerca de él hay otro todavía en activo, que provoca terremotos.
Como en Corfú, los blancos vagan, beben y se desintegran.
Escríbeme a la dirección de mi hermano Thorvald Nin, Agustín Ahumada n.º 109, Lomas, México, pues ésa es mi base. Dentro de una semana volveré a Acapulco, que es donde puedo quedarme el resto de mi vida.
Es posible que te vea otra vez a mi regreso a casa[237], pues quizás dé una conferencia en Berkeley en octubre. Te avisaré.
Si tienes noticias, escríbeme.
Un abrazo.
A.
Correspondencia (1932-1953)