El río baja por las costas
con su alternada indiferencia
y la ciudad lo considera
como una perra perezosa.
Ni amor, ni espera, ni el combate
del nadador contra la nada.
Con languidez de cortesana
mira a su río Buenos Aires.
El tiempo es ese gris compadre
pitando allí sin hacer nada.
En Papeles inesperados
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