En el corazón de la forma se encuentra una tristeza, una huella de la pérdida. La talla es la muerte de la piedra. Dicho de forma más compleja: la forma ha dejado una «fractura» en el potencial del no-ser, ha disminuido el repertorio de lo que podría haber sido (de lo que podría haber sido más verdadero si empleara exhaustivamente sus posibilidades). Del mismo modo, y de forma más difícil de expresar, el gran arte y la literatura, más aún la música, nos llevan hacia los vestigios de lo informe, a la inocencia de sus orígenes y de su material bruto. La persistencia del abismo —el castellano permite el epíteto abisal— es vitalmente ambigua. Aparece la amenaza de la deconstrucción, pero al mismo tiempo la impresión de una gran calma, de una marea cuyo reflujo borrará los efectos de la separación, de la violencia inherente al hacer.
En Gramáticas de la creación
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