Toda vanguardia, llevadas sus premisas a las últimas consecuencias, desemboca en la muerte del arte tal como lo conocemos: actividad pequeño burguesa, individualista, casi siempre mercenaria, vanidosa, capitalista. El camino hacia esa conclusión fatal es el de una progresiva reducción del tiempo que lleva realizar la obra de arte. Es como si todo lo viejo y descartable del viejo arte que ya no queremos estuviera representado por el tiempo que llevaba hacerlo, la paciencia que había que tener con los materiales, y antes con el aprendizaje. Todos los vanguardismos, por distintos que sean entre ellos, de un modo u otro van en esa dirección: primero a lo rápido, después a lo instantáneo, hasta llegar a lo ya hecho.
En Continuación de ideas diversas
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