23 dic 2023

Del arte de la arquería (un cuento chino)

Del arte de la arquería (un cuento chino)

Kan Ying fue un gran arquero de los tiempos antiguos. Con solo extender su arco, sin disparar, las bestias se desplomaban y los pájaros caían. Tuvo un discípulo llamado Fei Wei que lo superó en habilidad. A su vez, Fei Wei le enseñó el arte de la arquería a Chi Ch’ang.

Fei Wei le dijo a Chi Ch’ang:”Antes de empezar a hablar de arquería deberías aprender a no parpadear”.

Chi Ch’ang volvió a su casa y se tendió de espaldas debajo del telar de su mujer, con sus ojos muy próximos a los pedales. Después de dos años consiguió no parpadear, aún cuando la punta de una aguja le cayera en un ojo. Fue a contárselo a Fei Wei, quién le contestó: “Todavía no es suficiente. No voy a estar satisfecho hasta que no aprendas a mirar. Volvé cuando puedas ver lo pequeño como si fuera grande y lo difuso como si fuera nítido”.

Chi Ch’ang volvió a su casa y comenzó a practicar con pulgas. Ataba una con un pelo de cola de yak, la colgaba de la ventana y se ponía a mirarla a contraluz desde cierta distancia. En diez días la empezó a verlas más grande; al cabo de tres años veía las pulgas del tamaño de una rueda de carreta. Cuando observaba otras cosas de la misma manera, éstas parecían colinas y montañas. Entonces, con un arco hecho de cuerno y una flecha de madera del norte, le disparó a la pulga y le atravesó el corazón, sin que se rompiera el pelo del cual colgaba. Fue a contárselo a Fei Wei, quién dando un salto y golpeándose el pecho le dijo: “Lo conseguiste”.

Cuando Chi Ch’ang hubo aprendido todo lo que Fei Wei tenía para enseñarle, consideró que sólo ese hombre en el mundo podía compararse con él. 

Entonces planeó asesinar a Fei Wei. Los dos hombres se encontraron en un descampado y se dispararon mutuamente. Las puntas de sus flechas chocaban en el aire y caían a tierra sin levantar polvo. Fei Wei fue el primero en quedarse sin flechas. A Chi Ch’ang todavía le quedaba una; cuando la disparó, Fei Wei la rechazó con la punta de una rama de zarza. Entonces ambos arrojaron sus arcos y se echaron a llorar, inclinándose cada uno ante el otro hasta que sus cabezas tocaron el suelo. Decididos a convertirse en padre e hijo, sellaron, mediante un corte en el brazo, un pacto por el cual se comprometieron a no enseñar su arte a nadie más.

Lie Zi – El libro de la perfecta vacuidad

//Traducción de Isaías Garde a partir de la versión de A. C. Graham "The Book of Lieh-tzu"//

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